miércoles, 3 de marzo de 2010
Felicidades por el 1441 aniversario del nacimiento del profeta Muhammad
Intelectuales Occidentales hablan de Muhammad
La Paz sea con él y con su familia purificada
Un trabajo de UMMA (Unión de Mujeres Musulmanas Argentinas)
Alphonse de Lamartine escribe:
" Nunca un hombre, se ha propuesto voluntariamente o involuntariamente un objetivo más sublime, siendo este objetivo sobrehumano: minar las supersticiones interpuestas entre la criatura y el Creador, devolver Dios al hombre y el hombre a Dios, restaurar la idea racional y santa de la divinidad en el caos de los dioses materiales y desfigurados de la idolatría.
Jamás hombre alguno se ha propuesto voluntaria o involuntariamente una obra tan desmesurada a las fuerzas humanas, ya que no hubo en la concepción y en la ejecución de ese grandioso propósito otro instrumento que él mismo y un puñado de bárbaros perdidos en un rincón del desierto como ayudantes.
Por fin, jamás hombre alguno ha cumplido en poco tiempo una revolución tan inmensa y tan duradera en el mundo, ya que en menos de dos siglos, después de su predicación, el Islam reinaba sobre las tres Arabias, conquistaba para el monoteísmo, Persia, El Khorasan, la Transoxania, India occidental, Siria, Egipto, Etiopia, todo el continente conocido de África septentrional, numerosas islas del Mediterráneo, España y una parte del país Galo. Si la grandeza del propósito, los escasos medios, y la inmensidad del resultado son las tres medidas del genio del hombre, ¿Quien se atrevería a comparar un gran hombre de la Historia moderna con Muhammad?
Los más famosos han movido nada más que armas, leyes, imperios: no han fundado (cuando consiguieron alguna cosa)- solo poderes materiales que se cayeron muchas veces antes que ellos mismos.
Este hombre ha movido ejércitos, legislaciones, imperios, pueblos, dinastías, millares de hombres sobre un tercio del globo habitado: pero también ha movido altares, religiones, ideas, creencias, almas: ha fundado sobre un libro, del cual cada letra se ha vuelto una ley, una nacionalidad espiritual que engloba pueblos de todas las lenguas y de toda raza, y ha infundido como carácter indeleble de esta nacionalidad musulmana, el odio para los falsos dioses y la pasión en el DIOS UNO e INMATERIAL.
Este patriotismo, vengador de las profanación del cielo, fue la virtud de los hijos de Muhammad; la conquista del tercio de la tierra a su dogma, y fue su milagro, o más bien no fue el milagro de un hombre, fue el de la razón… La idea de la unicidad de Dios, proclamada en la lasitud de las teogonías fraudulentas, tenia en ella misma una tal virtud que, haciendo explosión en sus labios, incendio todos los viejos templos de los ídolos e ilumina con sus resplandores un tercio del mundo
¿Este hombre era un impostor? No lo pensamos después de haber estudiado bien su historia. La impostura es la hipocresía de la convicción. La hipocresía no tiene el poder de la convicción como la mentira nunca jamás tiene el poder de la verdad.
Si la fuerza de proyección es en mecánica la medida exacta de la fuerza de impulsión, la acción es, en la historia, la medida de la fuerza de inspiración. Un pensamiento que lleva tan alto, tan lejos, y que es tan duradero, es un pensamiento fuerte, para ser fuerte, tiene que haber sido muy sincero y profundamente creído.
Pero su vida, su recogimiento, sus heroicos ataques contra las supersticiones de su país, su audacia para afrontar la furia de los idolatras, su constancia para aguantar quince años en La Meca, su aceptación del papel de escándalizador publico y de victima entre sus compatriotas, y por fin su huida, su predica incesante, sus guerras desiguales, su confianza en el exito, su capacidad sobrehumana en el fracaso, su gran paciencia en la victoria , su ambición hecha toda de ideal y nada de imperio, su oración sin fin, su conversación mística con Dios, su muerte y su triunfo después de la tumba, testimonian , más que una "impostura”, una convicción. Fue esta convicción la que le dio el poder de restaurar un dogma… Este dogma era doble: unicidad de Dios e inmaterialidad de Dios; una decía lo que Dios es, la otra decía lo que NO ES, la una haciendo caer con su sable los dios falsos, la otra inaugurando con la palabra una idea!
Agudo, orador, apóstol, legislador, conquistador de ideas, restaurador de dogmas racionales, de un culto sin imágenes, fundador de veinte imperios terrestres y de un imperio espiritual, ¡Ahí esta Muhammad! Según todas las escalas con las que se mide la grandeza humana, ¿Quiénfue el más grande?”
A. de Lamartine: Historia de la Turquie, pagina 276-80_ftn1
Constant Virgil Gheorghiu:
"Felicito a los musulmanes por el hecho de que su religión desde el principio se interesa por el conocimiento. Los primeros versículos del Corán ponen en relieve el valor de la pluma, la ciencia, la educación y el aprendizaje. No conocemos a ninguna otra doctrina que se ha interesado a tal punto por la ciencia y al Conocimiento. Este Profeta era iletrado, no había aprendido con ningún maestro.”
Constant Virgil Gheorghiu: “La vie de Mohammad” T2, p. 45_ftn4.
James. A. Michener:
"Al igual que la mayoría de los grandes Profetas que le precedieron, Muhammad quiso evitar el privilegio de transmitir la palabra divina, pero el ángel le ordena:
« ¡Lee !”. De lo que conocemos de su vida, sabemos que Muhammad no sabia ni leer ni escribir, pero empezó a dictar las palabras que le fueron inspiradas, y, que pronto iban a cambiar una gran parte del globo con este versículo:” No hay más que UN solo Dios”.
Muhammad estuvo siempre atento a que sus seguidores no le deifican. Cuando su amado hijo Ibrahim muere, hubo un eclipse, que amplifico el rumor, según el cual, Dios manifestaba su "pena”. Enseguida, Muhammad afirma que un eclipse es un fenómeno natural, y que era insensatez atribuirlo al nacimiento o a la muerte de un ser humano.
Cuando Muhammad falleció, algunos querían deificarlo, pero uno de sus compañeros calma la ola de histerismo general con estas bellas palabras : Recordaos el mensaje que nos ha dejado : « Si algunos buscan deificar a Muhammad, sepan que ha muerto. Pero si es a Dios a Quien adoran, Dios es vivo y eterno”.”
James A. Michener “Islam. The Misunderstood Religión, in Revue; Readers`s Digest ( edición Americana) Mai 1955, p. 68-70)
John William Draper:
" 4 años después de la muerte de Justin, A.D.569, nace en Mekka, Arabia, el hombre, que, entre todos los hombres, va ejercer la más grande influencia sobre la raza humana” …
J. W. Draper, M.D.LLD“A History of the Intellectual Development of Europa”, Londres, 1875
Enciclopedia británica:
“Muhammad fue la personalidad que ha obtenido el mayor triunfo entre todos los personajes religiosos."
Enciclopedia Británica, 11º edición
Georges Bernard Shaw, escribe:
"He estudiado el maravillosos hombre Muhammad, y, en mi opinión, merece el titulo de salvador de la humanidad”
Georges Bernard Shaw “The Genuine Islam”, Vol.1, nº 81936
Thomas Carlyle:
“Las mentiras elaboradas contra este hombre, solo deshonran a todos nosotros… Una gran alma silenciosa; era sincero y convencido, y la naturaleza misma le había creado así de sincero. Mientras que los demás se complacen en el rumor de “oídas”, satisfechos de sí mismos, este hombre no se rinde a las formulas que te hacen pensar. Estaba solo, con su propia conciencia y la realidad de las cosas… Una sinceridad así posee en realidad algo de divino. El discurso de un hombre así es semejante a la voz que emana del corazón mismo de la naturaleza. Los hombres escuchan y deben escuchar este discurso mejor que cualquier otro… El resto es futilidad en comparación. »
Thomas Carlyle. Obra : Heros and Hero-Worship, p.71 _ftn12
Goethe y el Islam
“Es en Oriente”, señaló el escritor alemán Frederic von Schlegel, “donde debemos buscar el supremo romanticismo”. Esta frase muestra a las claras la influencia que el Oriente musulmán ejerció sobre los escritores alemanes de principios del siglo XIX.
Entre estos escritores destaca por méritos propios la figura de Johann Wolfgang von Goethe, que está considerado como el mejor escritor en lengua alemana de todos los tiempos. El nombre de Goethe ha sido dado al Instituto estatal de Alemania que está encargado de difundir el idioma alemán en todo el mundo, así como a incontables instituciones.
Cuando era joven, Goethe quiso realizar estudios orientales, pero su padre le obligó finalmente a estudiar leyes. Goethe siempre admiró a los primeros viajeros a Arabia (Michaelis, Niebuhr) y estaba fascinado por la lectura de lo que ellos publicaron acerca de sus viajes.
Goethe siempre consideró que no había sido una mera casualidad, sino un hecho providencial lleno de significado, el que en el otoño de 1813 un soldado alemán de las tropas napoleónicas que regresaba de España le trajera un viejo manuscrito en árabe de la época de Al Andalus. Este manuscrito contenía la última Sura (Capítulo) del Corán, la 114, “An Nas” (Los Hombres). Goethe intentó más tarde copiarla con la ayuda de algunos profesores de Jena, que le habían ayudado a traducir el contenido del manuscrito.
En 1814, Goethe visita a un grupo de musulmanes rusos de etnia bashkir del Ejército del zar Alejandro I, que estaban utilizando el instituto protestante de Weimar como una mezquita improvisada para realizar allí sus oraciones. En su carta a Trebra (5-1-1814), Goethe escribe: “Hablando de profecías, tengo que decirte que hay cosas que están ocurriendo en estos días que ni a un profeta le hubieran permitido decir. ¿Quién habría podido afirmar hace unos años que habría habido un servicio religioso musulmán y que algunas Suras del Corán iban a ser recitadas en el auditorio de nuestro instituto protestante?. Sin embargo, esto ha ocurrido y acudimos a la oración de los bashkires, vimos a su mullah y recibimos a su príncipe en el teatro. Yo fui obsequiado, como favor especial, con un arco y unas flechas que, en eterno recuerdo, colgaré sobre mi chimenea tan pronto como Dios decrete un feliz retorno para ellos”.
En realidad, la actitud positiva de Goethe hacia el Islam va mucho más allá de la que hubiera tenido anteriormente cualquier alemán. Él mismo escribe, en tercera persona, el 24-2-1816: “El poeta (Goethe)... no desmiente las sospechas de que él mismo sea un musulmán”. (WA I, 41, 86). Más tarde, Goethe se muestra aún más abiertamente como musulmán: “No puedo decirte más que esto: Trato de permanecer en el Islam” (Carta a Zelter. 20-9-1820).
También escribe en una de sus obras cumbre, el “Divan”:
“Es estúpido que todo el mundo
esté alabando su opinión particular
Si el Islam significa sumisión a Dios,
todos vivimos y morimos como musulmanes”.
En los años 1814-1815, Goethe empieza a estudiar en Jena el idioma y la literatura árabes con algunos profesores de estudios orientales, como Paulus, Lorsbach y Kosegarten. Después de ver sus manuscritos y haber conocido el Corán, Goethe sintió el fuerte impulso de aprender árabe. Él copiaba algunas dúas (súplicas a Dios) islámicas y más tarde escribió: “En ningún otro idioma el espíritu y la letra están plasmados de una forma tan primordial”. (Carta a Schlosser, 23.1.1815). Goethe estudió gramáticas de árabe, libros de viajes, poesía, interpretaciones del Corán, antologías y libros sobre la Sira (la vida del Profeta Muhammad). A Goethe le gustaba en especial un traducción de la obra “Diwan” del poeta persa Muhammad Shamsuddin Hafis, realizada por J. Hammer. Todo esto le empuja a escribir su propio Divan, una obra poética que está claramente inspirada y referida a diferentes versos del Corán (Mommsen, pg. 269-270).
A la edad de 70 años, Goethe escribe (Notas y Ensayos al Divan, WA I, 17, 153) que intenta “celebrar respetuosamente esa noche –la Noche del Destino (Lailat ul Qadr)- en la que se le reveló el Corán al Profeta desde lo Alto”. También escribió: “Cualquiera podría maravillarse por la gran eficiencia del Libro. Esto es por lo que ha sido declarado como “increado” por sus reales admiradores (los musulmanes)”. A esto, añade: “Este libro continuará siendo altamente efectivo para toda la eternidad”. (WA I, 7, 35/36).
Hoy se conservan en el Archivo de Goethe y Schiller, localizado en Weimar (Alemania), los manuscritos de los primeros estudios coránicos de Goethe de los años 1771-1772. Goethe leía la traducción alemana del Corán realizada por J. Hammer y la traducción inglesa de G. Sale delante de los miembros de la familia Duke de Weimar y sus invitados. El gran autor alemán Schiller y su esposa escribieron acerca de estas públicas lecturas de Goethe (Carta de Schiller a Knebel, 22.2.1815). Goethe pensaba que las traducciones del Corán de que disponía eran insuficientes y siempre estaba pidiendo más. En el Divan, Goethe escribe:
”¿Es el Corán eterno?
No lo dudo.
Éste el es libro de los libros
Lo creo más allá del deber de los musulmanes (de creerlo así)”
(WA I, 6, 203)
En este mismo sentido, Goethe habla de la diferencia entre un profeta y un poeta. “(Muhammad) es un profeta y no un poeta y, por lo tanto, su Corán tiene que ser visto como una ley divina y no como un libro humano escrito para la educación o el entretenimiento”. (Noten und Abhandlungen zum Westöstlichen Divan, WA I, 7, 32).
Además de la fascinación que le produce el lenguaje del Corán, así como su belleza y sublimidad, Goethe se siente atraído también por su significado religioso: la Unidad de Dios y la convicción de que Él se manifiesta en Su creación. En los primeros manuscritos de Goethe podemos ver que reprodujo diferentes versos del Corán que hablan de cómo el hombre debería contemplar la naturaleza y todos sus fenómenos como signos de la acción divina. La multiplicidad y complejidad de los fenómenos naturales indican también la existencia de Un Dios único. Goethe habla de “la grandeza de Dios en lo pequeño” (Gottes Grösse im Kleinen).
Goethe estaba también impresionado por la revelación coránica de que Dios habló a la humanidad a través de una serie de profetas. En 1819 Goethe dice -comentando el verso 4 de la Sura de Abraham (14): “No mandamos a ningún enviado que no hablara en la lengua de su pueblo, para que les explicara con claridad”-: “Es cierto lo que Dios dice en el Corán”. (Carta a A. Blumenthal 28.5.1819). En su Carta a Carlyle (20.7.1827), Goethe hace también referencia a este verso coránico: “El Corán dice: “No mandamos a ningún enviado que no hablara en la lengua de su pueblo”. Esta idea vuelve a aparecer en un ensayo escrito en 1827.
En varios versos del Divan, Goethe se refiere también a la virtud islámica de dar ayudas a los necesitados y habla del “placer de dar”. (Die Wonne des Gebens).
Uno de los factores que llevaron a Goethe a interesarse por el Islam fue su rechazo hacia algunos de los dogmas de las iglesias cristianas, y muy en especial de la católica. “Hay muchas tonterías en la doctrina de la Iglesia” (Conversaciones con Eckermann, 11.3.1832).
En el Divan, Goethe refuta asimismo el dogma cristiano de la divinidad de Jesús y afirma la Unidad de Dios:
“ Jesús se sintió puro y reflexionó
únicamente sobre el Dios Único.
Quién le hizo ser un dios
ofende su sagrada voluntad.
Y, de este modo, la verdad tiene que resplandecer,
tal y como Muhammad también logró hacer.
Por medio sólo del nombre del Uno
él gobernó todo el mundo”.
Goethe manifiesta asimismo en el Divan el valor que tiene el vivir el momento presente frente a la actitud resignada del Cristianismo que relega el disfrute de las cosas únicamente a la otra vida.
Finalmente, en el poema de los Siete Durmientes, contenido en el Divan, Goethe llama a Jesús profeta (en consonancia con las enseñanzas islámicas): “Éfeso durante muchos años / Honra las enseñanzas del Profeta Jesús”. (WA I, 6, 269).
Goethe estaba también fascinado por algunos escritos sufíes y, más especialmente, por la metáfora de Saadi Shirazi sobre el “vuelo en el amor”, es decir, sobre el vuelo hacia la luz tras la muerte. Goethe incluye así un poema en el Divan, “El anhelo del gozo”, en el que refleja esta metáfora de Saadi. Asimismo, en el capítulo dedicado al sabio sufí, Yalal ul-Din Mevlavi Rumi, reconoce la importancia del recuerdo de Al-lah (Dios) en el Islam: “El rosario de cuentas musulmán, por medio del cual Al-lah es glorificado por sus 99 Atributos, es una letanía de alabanzas. La afirmación de estos Atributos aproxima al Ser (Wesen) inabarcable. El adorador se encuentra entonces atónito, sometido y calmado”. (WA I, 7, 59).
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