Una intromisión demasiado visible
por John J. Mearsheimer*21 marzo 2009
La coalición que ha llevado Barack Obama a la Casa Blanca se contradice.
El Lobby israelí (AIPAC) ha conseguido apartar al embajador Freeman de la presidencia del Consejo de la Información nacional.
Es que, desde hace varios años, Chas Freeman es el líder de una corriente, en el seno del departamento de Estado y de la CIA, que intenta resituar la política de Washington en el Oriente Próximo a partir de los intereses nacionales USA.
Ha organizado la publicidad en torno al libro crítico de los profesores John J. Mearsheimer y Stephen M. Walt, ha ayudado a la conclusión de los contratos petroleros entre China e Irán, ha organizado la invitación del presidente Ahmadineyad a la universidad de Columbia y, más recientemente, le ha aportado su apoyo al enviado especial de las ONU en los Territorios palestinos Richard Falk.
Para obstaculizarle la carretera, el Lobby israelí le acusó de servir los intereses saudíes y chinos, algo que no podía desmentir sin revelar su papel exacto en el seno de los servicios de información USA.
Sin embargo, la acción demasiado visible del Lobby israelí contra un miembro eminente de la Comunidad de la Información USA ha tenido por efecto movilizar a ésta contra él.
El profesor John J. Mearsheimer.
M. Freeman tenía una notoria carrera de treinta años al servicio de la diplomacia y del ministerio de la Defensa, pero ha criticado públicamente la política israelí y la relación especial que Estados Unidos mantienen con este país, diciendo, por ejemplo, en el transcurso de un discurso pronunciado en 2005, que «Hace también mucho tiempo que los Estados Unidos están proporcionando de manera incondicional la financiación y la protección política que necesita la ocupación israelí y la política violenta y autodestructora que esta ocupación genera. Hay muy pocas razones, incluso ninguna, para esperar que, pase lo que pase, el difunto proceso de paz pueda resucitar».
Palabras como estas son raramente pronunciadas en Washington y quien las utiliza puede estar casi seguro de no acceder a una responsabilidad gubernamental de altura. Pero el almirante Dennis Blair, el nuevo director de la Información nacional, admira mucho a Freeman, pues estima que él es exactamente el tipo de persona capaz de revitalizar los medios de información, que habían sido politizados extremadamente, durante los años Bush.
Conmocionado, como era previsible, el Lobby israelí ha lanzado una campaña de difamación en contra de Freeman, con la esperanza que éste o bien dimitiría o bien seria revocado por Obama.
El Lobby lanzó su primera andanada en un texto, aparecido en un blog, escrito por Steven Rosen, un antiguo responsable del AIPAC (American Israel Public Affairs Committee), hoy bajo control por haber transmitido secretos a Israel.
La opinión de Freeman sobre Oriente Medio, decía, «es la que se esperaría del ministro de Asuntos Exteriores saudí, al cual está muy unido».
Los periodistas pro-israelíes de gran renombre, como Jonathan Chait y Martin Peretz, del bimensual The New Republic, y Jeffrey Goldberg del mensual The Atlantic, se juntaron muy rápidamente a la jauría, y Freeman fue machacado en publicaciones que defienden permanentemente a Israel, como The National Review, The Wall Street Journal y el Weekly Standard.
El verdadero golpe, sin embargo, provino del Congreso, donde el AIPAC (que se califica él mismo de «Lobby pro-israelí de América») tiene un poder aplastante.
Todos los miembros republicanos de la Comisión senatorial de la Información se han lanzado contra Freeman, y también los senadores demócratas tales como Joseph Lieberman y Charles Schumer.
«He exhortado no sé cuántas veces a la Casa-Blanca a apartarle», ha dicho Schumer « y estoy feliz que hayan acabado haciendo la única cosa que debía hacer».
La misma historia se repitió en la Cámara del Congreso, donde la carga estuvo a cargo del republicano Mark Kirk y el demócrata Steve Israel, lo que empujó a Blair a poner en marcha una encuesta despiadada acerca de las finanzas de Freeman.
Finalmente, la presidenta del Congreso, Nancy Pelosi, declaró que la nominación de Freeman era abusiva.
Freeman habría podido sobrevivir este ataque si la Casa-Blanca lo hubiera sostenido, pero las humillantes alabanzas pronunciadas por Barack Obama al Lobby israelí durante la campaña electoral y su silencio ensordecedor durante la guerra contra Gaza, muestran que el Lobby no es, para él, un opositor al que osaría enfrentar. Por tanto, sin sorpresa, siguió en silencio y Freeman no tuvo otra elección más que la de dimitir.
Desde entonces, el Lobby ha desplegado enormes esfuerzos para negar su papel en la dimisión de Freeman. El portavoz del AIPAC, Josh Block, ha dicho que su organización «no había tomado posición sobre esta cuestión y que no había ejercido ninguna acción de lobby sobre el Capitolio en ese asunto».
El Washington Post, cuya página editorial es dirigida por Fred Hiatt, un hombre totalmente consagrado a la eternización de la «relación especial» entre Estados Unidos e Israel, ha publicado un editorial afirmando que el hecho de acusar al Lobby de la dimisión de Freeman son sólo sueños del Sr. Freeman y de los teóricos del complot que piensan como él».
En realidad, las pruebas de la profunda implicación del AIPAC y de otros partidarios fanáticos de Israel en la campaña que apunta a Freeman son superabundantes. Block ha reconocido haberles hablado de Freeman a periodistas y a bloggers y haberles dado informaciones, siempre después de haberse puesto de acuerdo con ellos para que sus comentarios nunca le sean atribuidos a él personalmente, ni al AIPAC.
Jonathan Chait, que ha negado que Israel haya sido en el origen de la controversia, antes de la destitución de Freeman, ha escrito, después de golpe: «Por supuesto, reconozco que el lobby israelí es poderoso y que ha sido un elemento clave en el enfrentamiento contra Freeman, y que este lobby no es siempre una potencia benéfica».
Daniel Pipes, que dirige el Middle East Forum, donde Steven Rosen trabaja hoy, ha enviado hábilmente una carta circular por que muestra al desnudo el papel jugado por Rosen en el alejamiento de Freeman.
El 12 de marzo, día en el que Washington Post ha publicado su editorial en la que se burla de quienes han sugerido que era el lobby israelí el que había contribuido ampliamente a despojar Freeman, este mismo periódico ha publicado un artículo en primera página, describiendo el papel central que el Lobby había interpretado, en este asunto. Había también un comentario de un periodista experimentado, David Broder, que empezaba así: La administración Obama acaba de experimentar una derrota molesta por parte de estos mismos lobbyistas que el presidente ha jurado devolver en su lugar. »
Los detractores de Freeman mantienen que su opinión en relación a Israel atañía a otros. Se dice de él que tiene relaciones particularmente estrechas, hasta quizás incluso inapropiadas con Arabia Saudita, dónde ha sido, en el pasado, embajador de Estados Unidos. Este tiro no ha llegado, sin embargo, a su objetivo, puesto que no existe ninguna prueba para apuntalarlo.
Los seguidores de Israel han dicho, también, que había hecho observaciones desprovistas de toda compasión a propósito de la suerte que habían conocido los manifestantes chinos de Tiananmen en Pekín [en 1989], pero esta acusación, que los defensores de Freeman discuten, ha sido sacada del bolso únicamente porque los detractores pro-israelíes de Freeman estaban a la búsqueda de cualquier argumento que les permite manchar su reputación.
EL LOBBY PRO ISRAEL Y LA POLITICA EXTERIOR AMERICANA
¿Por qué el Lobby se preocupa en este punto por una nominación en un puesto, en efecto importante, pero seguramente no supremo?
He aquí una razón, entre otros: Freeman habría sido responsable de la publicación de las evaluaciones de los servicios de información nacionales. Israel y sus partidarios estadounidenses han estado locos de rabia después de que el Consejo de la Información nacional hubo concluido, en noviembre 2007, que Irán no construía la bomba nuclear, y han trabajado a fondo con el fin de minar este informe, y lo siguen haciendo hasta hoy día.
El Lobby quiere asegurarse que la próxima evaluación de las capacidades nucleares de Irán que hagan los Estados Unidos llegue a la conclusión diametralmente opuesta, y eso tenía pocas posibilidades de suceder con Freeman en el cargo. Mejor vale tener alguien que esté debidamente marcado por el sello AIPAC, para llevar el ritmo.
Una razón -todavía más importante-, del Lobby para echar a Freeman de su puesto, es la debilidad de la argumentación susceptible de justificar la política actual de América hacia Israel, que hace imperativo intimarles al silencio o marginar a quien se atreva a criticar la relación especial.
Si Freeman no hubiera sido castigado, otros habrían visto que se podía criticar abiertamente Israel y hacer una carrera brillantemente en Washington. Y también que, desde el instante en que se instaurase un debate abierto y libre en torno a Israel, la relación especial quedaría seriamente comprometida.
Uno de los aspectos más destacables del asunto Freeman, fue el hecho que los medios de comunicación consensuales le han concedido muy poco de atención. Así, por ejemplo, el New York Times no ha publicado el menor artículo acerca de Freeman hasta el día siguiente de su dimisión, mientras que una batalla feroz en torno a su nominación había empezado a hacer furor en la blogosfera desde la fecha de dicha nominación.
Pero algo ha sucedido en dicha blogosfera que no habría podido darse nunca en los medios de comunicación consensuales: el Lobby ha sido confrontado a una real oposición.
De hecho, todo un abanico de bloggers, enérgicos, bien informados y altamente respetados, defendió a Freeman en todas las circunstancias y habrían llevado verosímilmente el ascua a su sardina si el Congreso no hubiese hecho oídos sordos de ellos.
En resumen: Internet ha permitido un debate serio en Estados Unidos, sobre una cuestión que implica a Israel: fue una primicia absoluta. El Lobby nunca ha tenido muchas dificultades para hacer observar la línea del partido al New York Times y al Washington Post, pero tiene pocos medios hacer callarse a los críticos que se expresan en Internet.
Cuando las fuerzas pro-israelíes han entrado en conflicto con una personalidad política mayor, en el pasado, esta personalidad, generalmente, ha retrocedido. Jimmy Carter, arrastrado por el barro después de que hubo publicado su libro Palestina: la Paz, no el apartheid, ha sido el primer norteamericano eminente que ha resistido los ataques y ha replicado. El Lobby no ha podido hacerle callar a pesar de todo lo que lo ha intentado.
Freeman anda tras los pasos de Carter, pero con más tenacidad. Después se ser apartado, ha publicado una denuncia denunciando el vitriolo [1] de «gente privada de escrúpulos totalmente entregada a defender los puntos de vista de una facción política de un país extranjero» cuyo objetivo es« impedir por todos los medios que las opiniones diferentes a las suyas puedan ser difundidas. «Hay», continuaba,« una ironía particular en el hecho de verse acusado de defender las posiciones de gobiernos y de sociedades extranjeras, por un clan tan manifiestamente consagrado a imponer la adhesión a la política de un gobierno extranjero»].
La remarquable déclaration de Freeman est parvenue au monde entier, elle a été lue par des personnes innombrables. Cela n’est pas bon, pour le lobby, qui aurait préféré briser dans l’œuf la nomination de Freeman sans laisser d’empreintes digitales. Mais Freeman continuera à s’exprimer au sujet d’Israël et du lobby pro-israélien, et peut-être que certains de ses alliés naturels, à l’intérieur du Beltway, finiront par le rejoindre.
Lentement, mais sûrement, un espace commence à s’ouvrir, aux États-Unis, où il sera possible de parler sérieusement d’Israël.
La destacable declaración de Freeman ha conseguido ser leída por innumerables personas en todo el mundo. Eso no es bueno para el lobby, que habría preferido romper en ciernes la nominación de Freeman sin dejar sus huellas digitales. Pero Freeman se seguirá expresando acerca de Israel y del lobby pro-israelí, y puede ser que algunos de sus aliados naturales en el interior del Beltway se acaben uniendo a él.
Lenta, pero seguramente, un espacio se empieza a abrir, en Estados Unidos, donde será posible hablar de forma seria de Israel.
John J. Mearsheimer
Profesor de ciencias políticas en la universidad de Chicago. Última obra publicada: The Israel Lobby and U.S. Foreign Policy (versión francesa: El lobby pro-israelí y la política
Versión francesa: Marcel Charbonnier Red Sillón, 20 marzo 2009.
[1] «Declaración de retirada de Ojo Freeman»,
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