martes, 27 de octubre de 2009
Tapar el sol con las manos
La última manifestación popular en Euskal Herria desmitificó una absurda necedad repetida hasta el hartazgo: la supuesta independencia y equidistancia informativa de los grandes medios
27-10-2009
Eduardo Sampietro Sarasola
Rebelión
“Exigimos la puesta en libertad de las personas encarceladas por su actividad política” (…)
“Exigimos la derogación inmediata de la Ley de Partidos” (…)
“Denunciamos un genocidio político en toda regla” (…)
“Denunciamos la instrumentalización política de la justicia”.
Ainhoa Etxaide, secretaria general de LAB, puño cerrado, puño en alto. Adolfo Muñoz, secretario general de ELA, la mirada íntegra, la voz implacable. Los dos y la multitud, decenas de miles, casi 40.000, una marea humana, un río subterráneo que escapa de su cauce; la bronca, tantas veces contenida, amordazada; la conciencia, inmune a venenos, plagios y mentiras; la voluntad, inquebrantable. Donostia, 17 de octubre, el pueblo dijo basta. Y pisó las calles, nuevamente.
Etxaide, Muñoz, el puño, la vista, la voz: “En la legitimación de la actual situación, los poderes españoles cuentan, además, con la actitud beligerante de determinados medios de comunicación que, en su mayoría, no contribuyen a entender los conflictos y a vigilar el poder sino, precisamente, a lo contrario: desinformar para controlar”. Casi todos lo saben, casi nadie lo dice. El dedo en la llaga: la libertad de prensa, impoluta y aséptica, ajena a todo hecho y circunstancia, equidistante de toda presión económica, política e ideológica, consagrada en los altares por sus mesías corporativos, los dueños del capital. Un cuento de hadas. Hasta que la realidad despierta una mañana…
La portada de un periódico siempre ha sido, es y será su principal seña de identidad. Más aún –incluso- que sus columnas de opinión o sus editoriales. Muy pocos compran diarios, muy pocos, apenas el diez por ciento de la población; pero muchos más pasan por allí, espían, se detienen, observan y leen de apuro, entre líneas, sus portadas, aquellas señas de identidad. A veces, para muchos, lo que no se ve, no existe.
Gara, Berria, Noticias de Álava, Noticias de Gipuzkoa y Deia destacaron sobremanera la noticia, fotos incluidas. Pero hasta allí las coincidencias. Mientras que los dos primeros resaltaban la masiva exigencia de una “solución democrática” al conflicto, los medios del Grupo Noticias, que en su versión extendida también incluye a Deia, intentaron matizar lo inocultable incluyendo fotos y subnotas que desviasen la atención. Es decir: en vez de centrarse exclusivamente en el ojo del huracán, optaron por ampliar el abanico, desviar, distraer, ¿ensuciar?
Años atrás, demasiados, una noche cualquiera, en Buenos Aires, decenas de alumnos con deseos de subvertir el mundo desde un ordenador, letra por letra, palabra tras palabra, escuchaban subyugados a viejas leyendas de la prensa, mientras exponían sus clases magistrales. El final siempre era el mismo: “Ante la duda, periodismo”, “Más allá de lecturas coyunturales, técnica periodística”. Aquella noche más de uno estuvo ausente sin aviso. Aquella noche y muchas más…
Dijo El Mundo: “El PNV defiende la paz entre gritos por la lucha armada de ETA”. ¿El PNV como centro de la escena? ¿Se gritó masivamente a favor de la lucha armada de ETA? Criminalizar la protesta social, de eso El Mundo sabe mucho.
Dijo ABC: “El PNV se une a los borrokas y pide en la calle inmunidad para ETA y cómplices”. ¿Hay 40.000 “borrokas” en Euskadi? ¿Se pidió masivamente inmunidad para ETA? ¿El PNV la pidió? Su corresponsal pisó en falso, cruzó todos los límites y calificó a la manifestación como “acto siniestro”. A veces la impotencia consigue que las mentes obtusas supuren excrecencias por sus bocas.
Dijo La Razón: “El PNV enseña sus vergüenzas”. Continúa la obsesión peneuvista. ¿Traición de clase, quizás?
Dijo El Correo: “La marcha en defensa de Otegi escenifica la unidad nacionalista”. Otra porfía de la gran prensa comercial: no es el pueblo, es su líder carismático. Así, no fue el pueblo venezolano el que un día tomó las riendas de su destino, fue Chávez, solo; no fueron los pueblos indígena y obrero de Bolivia, fue Morales, solo; no ha sido el pueblo cubano, a lo largo de medio siglo, ha sido Castro, solo; no es el pueblo vasco, no, es Otegi, solo. Recurrente obsesión: personalizar al enemigo. Es que nada desconcierta más que la táctica del relevo permanente: una dirección colectiva, sucesora de la anterior, sucedida por la siguiente. Es allí cuando, al tomar conciencia de la imposibilidad de abarcar el mundo con las manos, se vuelve necesario hacer del sujeto colectivo un sujeto individual.
Dijo El País, en la voz de Alfredo Pérez Rubalcaba: “El PNV defiende la estrategia de ETA”. La mayor protesta popular de los últimos años en tierra vasca acababa de ocurrir y el Grupo Prisa elegía colocar en su portada las declaraciones de un funcionario público.
Madrid no entiende nada, es la primera conclusión que admite el lugar común, ese páramo donde cohabitan hastío e impotencia. Pero a veces, irrumpe sin más, la breve reflexión que sólo cabe en un suspiro, esa mínima pulsión del pensamiento: a pesar de lo aparente, quizás resulte más apropiado suponer que Madrid… entiende todo. Y por eso actúa en consecuencia.
“Nada más revolucionario que la verdad”, dicen que decía, Rosa Luxemburgo. Y desde Ícaro hasta aquí, siempre resultó estéril cada intento de tapar el sol con las manos.
El 17 de octubre, un torrente de reclamos desestimaba todos los recaudos e inundaba de esperanza Euskal Herria. Hoy, aunque la experiencia aconseje considerar como buen aliado a la prudencia, hoy, otra vez, en Euskadi, el cielo huele a madreselvas.
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deriva dictatorial española,
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