sábado, 5 de septiembre de 2009
La contienda política por el futuro de la democracia hondureña se libra en las calles
06-09-2009
Eugenio Sosa
Rebelión
En una pancarta con la fotografía del presidente constitucional de Honduras José Manuel Zelaya Rosales, se lee: “28 de junio de 2009, 04 de septiembre de 2009, 69 días de resistencia”. Es la misma cantidad de días que duró la Gran Huelga Bananera de 1954.
Si la huelga de 1954 fue la gran gesta de lucha popular del siglo XX, la Resistencia Contra el Golpe de Estado de 2009 se proyecta como la gran gesta de lucha popular del siglo XXI.
La multitudinaria movilización del 04 de septiembre recorrió las calles de Tegucigalpa al ritmo del canto “nos tienen miedo porque no tenemos miedo…y de la consigna, “no somos cinco, no somos diez, prensa vendida cuéntenos bien”. Brigadas de jóvenes disputan el campo de la comunicación con los “graffitis” en las paredes, como una de las formas de combatir a la elite mediática conservadora, y los garífunas cantan y bailan el ritmo caribeño durante la marcha popular. La movilización fue fortalecida por la decisión del Departamento de Estado de los Estados Unidos, tomada el 03 de septiembre, de suspender la ayuda no humanitaria y no reconocer el proceso electoral en curso, sin el retorno del presidente Zelaya.
El Frente Nacional de Resistencia contra el golpe de Estado es un movimiento de movimientos. Diversas identidades sociales y políticas han articulado y generado nuevas identidades sectoriales. En el Frente se articulan, con la consigna de “fuera los golpistas” y del retorno del presidente Zelaya, los Garífunas en Resistencia, Mujeres en Resistencia, Frente de Abogados Contra el Golpe, Movimiento Magisterial en Resistencia, Frente Juvenil en Resistencia y centenares de ciudadanos desde una opción personal. También existe una amplia resistencia pasiva, personas que por diferentes circunstancias no tienen las condiciones y posibilidades de acompañar las movilizaciones en las calles, pero que no leen los principales diarios nacionales, no ven los noticieros de las principales televisoras, no escuchan las grandes radioemisoras, siguen las marchas por Radio Globo y Cholusat Sur, y salen a las ventanas y puertas de sus casas a saludar la resistencia popular y flamear banderas que simbolizan su rechazo al Régimen de Facto, levantan los puños y acompañan por breves momentos la consigna “fuera los golpistas”. Las movilizaciones tienen una mezcla de lucha, coraje, determinación por el triunfo del movimiento, creatividad y alegría. La lucha agota, pero también inspira y divierte. El Gabinete Constitucional del presidente Zelaya se reúne constantemente y fija sus posiciones políticas. En los últimos días declaró que el proceso electoral es espurio sin el retorno del presidente Zelaya y del orden constitucional.
Toda la institucionalidad estatal, privada, política -Congreso Nacional de la República, Corte Suprema de Justicia, Fiscalía General de la República, Las Fuerzas Armadas, Comisionado Nacional de los Derechos Humanos, Consejo Hondureño de la Empresa Privada, y las cúpulas de los partidos Liberal, Nacional, Democracia Cristiana y Social Demócrata (PINU-SD)- cómplice y partícipe del golpe, más los grandes medios de comunicación y las jerarquías de las iglesias Católica y Evangélica, que funcionan como los principales aparatos ideológicos del bloque golpista, han sido insuficientes para legitimar el Golpe de Estado, por lo que han tenido que recurrir a la movilización ocasional de una base social golpista. Han querido construir, sin mayor éxito, un contra-movimiento conocido como “los camisas blancas”, que se aglutina en torno al antichavismo. Lo que está en disputa es la representación del pueblo, los sectores populares y progresistas por un lado, y el bloque golpista dominante empresarial, político, militar y mediático por el otro lado.
En el marco de esta coyuntura crítica se libra la contienda por dos proyectos políticos diferentes (explícitos o no). Los sectores populares en resistencia representan la posibilidad de profundizar la democracia hondureña y el bloque golpista representa la amenaza de que se consolide un proceso de desdemocratización autoritario y militar. El desenlace político de esta coyuntura es determinante. La contienda política por el futuro la democracia hondureña actualmente se libra en la calles.
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