jueves, 21 de mayo de 2009
El ajedrez mundial del petróleo: Chindia (I)
El dragón y el elefante las superpotencias asimétricas
Lunes 11 de mayo de 2009 por CEPRID
Joel Sangronis Padrón
CEPRID
“Si el siglo XXI va a ser “El Siglo Asiático”, La pasividad de Asia en el sector energético tiene que finalizar.”
Siddarth Varadarjan
“El afán que tiene China por la seguridad Energética es mucho más que un asunto económico. Tiene que ver con la estrategia de su desarrollo integral, Con la dirección del programa de su modernización, Con el tipo de país que está emergiendo rápidamente Como potencia mundial……”
Jian Zemin
Si la geografía del poder, del dominio y la influencia durante buena parte del siglo XX estuvo ubicada en el norte del Atlántico, y más específicamente en los EEUU, todos los actuales indicios hacen prever que estas variables geopolíticas se están desplazando hacia el Asia, y en un futuro bastante cercano se focalizaran en dos naciones: China e India. Chindia, para utilizar el afortunado neologismo del economista indio Jairan Ramesh.
China (1.300 millones de habitantes) e India (1.100 millones), concentran casi 2/5 partes de la población mundial. Sus economías son las de mayor crecimiento en el mundo en los últimos 15 años, con un promedio de crecimiento anual de 10% para China y un 8% para India. Incluso en este período de recesión que sufre la economía mundial, está previsto que, aunque en menor escala, las economías China e India continúen creciendo, a un ritmo de 6.70% la primera (la mayor del mundo) y de 5.10% (la segunda en el mundo).
Su porcentaje del producto bruto mundial ha venido incrementándose, desde un 6.70% en 1980, a un 27,3% en el año 2005, un 30.83% el pasado año 2008 y las proyecciones indican que rondará el 33% (una tercera parte del producto bruto mundial) en el 2010. Esta proporción es, con mucho, superior al aporte al producto mundial bruto del pasado año de la Unión Europea (21.0%) y de los EEUU (20.1%).
Aunque similares en población el producto interno bruto de China es de 4 a 5 veces superior al de India.
China e India han rebasado en producto interno bruto (PIB) y en poder de paridad de compra (PPC) a países del G7 como Italia, Canadá y Francia; es más, China e India son las dos primeras economías del mundo en la relación deuda externa-reservas internacionales. Los países del G7 son los más endeudados del mundo. El porcentaje de la deuda externa en relación a su PIB es de 93.42% para los EEUU; un 458.53% para Inglaterra y un 209.63% para Francia, mientras que para China es de sólo un 5.38% y de un 4.91% para India. (1) China es el país con mayores reservas monetarias en el mundo (2033 miles de millones de dólares) de los cuales 900.000 millones son títulos y bonos del tesoro de los EEUU. India es el 5to país en reservas con 274,20 mil millones de dólares, superada solamente por China, Japón, Rusia y Taiwán.
Ambos países, (China mayoritariamente) reciben más de una cuarta parte de la inversión extranjera directa dirigida a los países en desarrollo.
Es inédito en la moderna historia de la humanidad el simultáneo despegue económico de dos naciones de semejante potencial demográfico y de recursos que, sin duda alguna, dominarán el panorama económico, y quizás político, del siglo XXI.
Para 1750, algunos años antes de la apoteosis de la revolución industrial europea, China e India representaban ya más de la mitad de la población mundial y más de la mitad de la producción manufacturera del planeta. Doscientos años después y gracias a guerras de conquista de tipo colonial (incluyendo la primera guerra de la droga (opio) en la historia de la humanidad) por parte de las potencias occidentales, su aporte a la producción industrial o manufacturera se había reducido a un 5%, y su población, tan numerosa como siempre, se había empobrecido dramáticamente. Mientras los paños de Manchester inundaban el mercado indio, los huesos de los tejedores de lino y algodón de la Cachemira y Rajastán blanqueaban los campos de la India. Los barcos ingleses introducían a cañonazos el opio en China mientras saqueaban su seda y su tecnología.
Pero en los últimos cincuenta años los dos gigantes asiáticos se han estado levantando de la postración colonial a que fueron sometidos. Con la milenaria sutilidad y paciencia oriental, El Dragón y El Elefante han comenzado a exigir su lugar en el mundo.
Sin embargo, ambas potencias son vulnerables en el aspecto de sus reservas y suministros de energía. Ambas economías son importadoras netas de petróleo. China consume actualmente alrededor de siete millones de barriles de petróleo al día de los cuales más del 50% es importado, y el crecimiento vertiginoso y acelerado de su economía y del poder adquisitivo de su enorme población permiten deducir que ese consumo no hará sino aumentar en los próximos años.
India consume actualmente 3.100.000 barriles diarios de petróleo (de los cuales poco más del 70% es importado) y se estima que para el año 2013 su consumo rondara los 5 millones de barriles por día. El dinamismo y vitalidad de ambas economías y su colosal potencial demográfico, que demandará cada vez mayores cantidades de energía, ponen a ambos países en rumbo de colisión con los EEUU y Europa, en la medida en que las fuentes de abastecimiento energético se hagan cada vez más escasas y la competencia por apoderarse de ellas cada vez más violenta.
Tanto las elites chinas como las indias han percibido las posibilidades y potencialidades que una alianza entre las dos naciones que concentran el 36% de la población mundial y casi una tercera parte del producto bruto mundial podría tener; más aun, una alianza de esta naturaleza actuaría en la práctica como un centro de gravedad que inexorablemente atraería hacia sí al resto de las naciones asiáticas (Japón, Corea del Sur, Taiwán, Vietnam, Singapur, Malasia, Indonesia) creando así un colosal e irresistible centro de poder que en la práctica decretaría el advenimiento del siglo de Asia.
En noviembre del año 2006, el presidente chino Hu Jintao visitó India invitado por el presidente de ese país Manmohan Singh, devolviendo así una visita que éste último había realizado a Beijing a principios de ese mismo año, rompiendo de esta manera varias décadas de heladas y tirantes relaciones que incluyeron una breve guerra fronteriza en la zona de Anunachal Pradesh en 1962. De esa visita surgió un acuerdo conocido como “La Estrategia de las 10 Puntas”, instrumento bilateral desarrollado en 48 puntos que incluye medidas de complementariedad de sus economías y, lo que quizás sea el punto más importante, acuerdos en materia de seguridad energética para evitar competir por fuentes externas de hidrocarburos.
A pesar de la cercanía de China a Pakistán, incluyendo su apoyo y colaboración para el desarrollo del programa nuclear bélico de este último país (rival histórico y tradicional de India) y del silencioso pero firme apoyo indio a los disidentes tibetanos, y de la cercanía y alineamiento de Nueva Delhi con la mayoría de las posturas e intereses estadounidenses en la región, los dirigentes chinos e indios intentan asumir a sus países como socios, y quizás aliados en un futuro cercano, antes que como competidores o rivales.
Los círculos de poder usamericanos y europeos han apoyado activamente el ascenso de India como potencia industrial, comercial, de servicios y hasta militar para intentar oponerla como un contrapeso regional a la indudable emergencia de China como gran potencia económica del siglo XXI. La operación Tíbet, con la mediática figura del Dalai Lama como actor principal, pareciera querer incrustar una cuña entre los dos colosos asiáticos.
En el encuentro de mandatarios arriba señalado, Manmohan Singh afirmó que: “India y China pueden juntas reestructurar el orden mundial”. A su vez Wen Jiabao, primer ministro chino en visita oficial a India había declarado pocos meses antes: “La cooperación (entre China e India) es como dos pagodas, una de hardware y otra de software. Combinados, podemos ser líderes del mundo. Cuando ese día llegue significará el advenimiento del siglo de Asia”.
China es el primer productor de hardware a nivel mundial mientras que India lo es de software y de TICS (Tecnología de la Información y la Comunicación).
En círculos financieros mundiales se acostumbra señalar que China es la gran fábrica mundial mientras que India es la mayor oficina de servicios del planeta. Al parecer las elites de ambos países han acordado una tácita división del trabajo dirigida a complementar sus mercados internos y externos.
Sin embargo, si algo ha enseñado la historia acerca del modo de producción capitalista es que la cooperación y la coexistencia pacífica dentro de él son imposibles. ¿Renunciará China a la posibilidad de desarrollar una gran plataforma de servicios informáticos y tecnologías de la comunicación en beneficio de India?
¿Sus grandes masas empobrecidas no empujaran a las elites indias a promover la instalación de grandes parques manufactureros que generen empleo pero cuya producción inexorablemente entrará a competir con los productos chinos?
Tampoco hay que descartar, porque la historia también ha dado muestras de ello, que el pensamiento oriental pueda llegar a ser más sutil y holístico en materia de planificación estratégica y política que el occidental, y debe ser tomada en cuenta la posibilidad de que chinos e indios logren avanzar juntos y en estrecha colaboración en su camino a un futuro dominio bipolar mundial.
Chinos e indios se están posicionando en el tablero mundial del ajedrez geoenergético, con una visión y planificación estratégica a mediano y largo plazo que les permitan sustentar sus aspiraciones de grandes potencias mundiales sin los sobresaltos que les impondrían la carencia de suministros energéticos seguros y confiables. Este tipo de planificación es muy coherente con los escenarios energéticos que se vivirán en los próximos veinte años cuando apenas quedarán en el mundo un puñado de países con capacidad exportadora de hidrocarburos y en donde el precio de estos, por alto que llegue a ser, será irrelevante frente a la desesperada necesidad de suministros hidrocarburíferos que sobrevendrá.
China consume actualmente alrededor de siete millones de barriles de petróleo al día (aun muy lejos de los 20 que consumen los EEUU), de los cuales importa más del 50% y su consumo no deja de crecer aceleradamente.
India produce hoy cerca de 700.000 barriles diarios de petróleo pero consume 3.100.000 barriles por día, lo que se traduce en un déficit de 2.400.000 barriles diarios.
China e India consumen en forma conjunta más energía primaria (no sólo petróleo) que los EEUU y también que la Unión Europea. Entre 1990 y el 2005 el consumo de energía primaria de China e India, en proporción al total mundial, pasó del 10.8% al 18.4%. En consumo de carbón, su peso conjunto aumentó del 28.5% al 44.2%, mientras que en consumo de petróleo creció del 5.8% al 11.5%. Sin embargo, aun hoy, China consume por habitante 4 veces menos energía primaria que Japón y Alemania, 4.3 veces menos que Francia y 7.9 veces menos que los EEUU. (2)
Asia es el continente que más petróleo produce y también el que más petróleo consume, sin embargo, lo hace con la moneda de los EEUU y bajo sus condiciones y supervisión militar. Los acuerdos de cooperación entre China e India apuntan a modificar esa situación. Actualmente los medios occidentales han creado una matriz de opinión, achacándole al crecimiento económico e industrial chino e indio, la relativa escasez energética mundial y los males ambientales (efecto invernadero) relacionados con el consumo de hidrocarburos; sin embargo las cifras dicen otra cosa: En China se consume entre 1 y 2 barriles (dependiendo de la región) por habitante, por año, mientras que en India el promedio no llega a medio barril. Obviamente chinos e indios son muchos y esto hace que esos países, vistos globalmente, consuman mucho, pero en Latinoamérica y el Caribe el promedio de consumo es de 4 a 5 barriles por persona, por año, 14 a 15 barriles en la Unión Europea y de 24 a 25 en los EEUU, entonces: ¿Quién consume más? ¿Quién ejerce más presión sobre la demanda mundial? ¿Quién contamina más?
China es actualmente el segundo consumidor de petróleo en el mundo, sólo superado por los EEUU y el tercer mayor importador de petróleo del planeta, sólo superado por los EEUU y Japón. India es el sexto consumidor a nivel mundial y el noveno en la clasificación de importadores.
Los principales yacimientos chinos (Daquin, Liache y Sengli) alcanzaron su pico histórico en la década de los 90, y están en franco declive. Los últimos descubrimientos “off shore” en el Mar de China son percibidos por la dirigencia de ese país más como reservas estratégicas frente a un eventual desabastecimiento o bloqueo del petróleo importado que como elementos de respuesta a sus necesidades de consumo actuales. Los principales yacimientos indios son Mumbay High, Assam, Cambay, Krishna-Godavi y Cauvery, todos ellos yacimientos maduros cuya producción se encuentra en declive. Para alentar la inversión privada, en el año 2002 el ministerio de petróleo y gas puso en marcha la “New Exploration License Policy”, mediante la cual se permite a empresas privadas poseer el 100% del capital en proyectos relacionados con petróleo y gas natural.
China obtiene la mitad de su petróleo importado de la zona del cercano oriente (erróneamente denominada medio oriente por la mayoría de las agencias noticiosas), y necesita modificar ese patrón geográfico de importación porque además de hacer a su economía extremadamente dependiente de una región que además de ser en sumamente inestable y volátil, está férreamente dominada en el aspecto militar por los EEUU. Para llegar a puertos chinos el petróleo del cercano oriente debe trasladarse por vía marítima a través de los estrechos de Ormuz en el Golfo Pérsico, y de Malaca entre el mar de Andamán y los mares del sur de China, lo que hace a esta ruta muy vulnerable a posibles atentados o bloqueos, situación que ha empujado a la dirigencia china a buscar, en los últimos años, nuevas fuentes de suministros y nuevas rutas de transporte.
Desde principios de la década de los 90 los analistas y especialistas petroleros chinos e indios han venido desarrollando una estrategia de posicionamiento en zonas del mundo con yacimientos de hidrocarburos (Sudán, Birmania, Angola, Sureste de África) que para aquel entonces no parecían atraer excesivamente los intereses de los círculos de poder usamericanos o a los cenáculos de las grandes corporaciones energéticas anglosajonas.
A finales de los noventa, China hizo presencia con fuerza en países como Venezuela, Kazajastán, Nigeria, Argelia y Canadá, disparando las alarmas en Washington y en las oficinas de la Exxon, Chevron, Shell y Brithis.
Con su agresiva política de expansión y diversificación de fuentes de abastecimiento petrolero China se ha acercado a países que los EEUU y los círculos de la OTAN de Europa han señalado como terroristas o peligrosos para la paz y estabilidad de sus regiones (Venezuela, Irán, Sudán, Uzbekistán, Birmania) y no se puede dejar de pensar: ¿Serán terroristas o peligrosos estos países porque tienen petróleo? ¿O serán peligrosos y poco fiables porque ese petróleo ya no es de tan fácil acceso y manejo por parte de los EEUU y sus corporaciones? En el 2005 la petrolera estatal China National Petroleum Company (CNPC) ganó los derechos de varios campos petroleros en Aktyubinsk (Kazajastán), desde el que a finales de ese año se puso en funcionamiento el último tramo de un inmenso oleoducto que va desde los yacimientos kazajos del Mar Caspio hasta Alashankov, en la occidental provincia china de Xinjiang.
Ese mismo año la CNPC se hizo con el control de la corporación canadiense Petrokazakhstan por 4.180 millones de dólares, superando la oferta de la empresa india Oíl And Natural Gas Corporation (ONGC). Con esta adquisición China no sólo adquirió derechos en yacimientos kazajos en Asia Central sino que, y esto es de significativa importancia, dio a entender a los EEUU que su enorme poderío económico ya le permitía adquirir yacimientos y empresas petroleras ubicadas en plena Norteamérica. Para no dejar dudas sobre sus políticas expansivas a todos los confines del mundo, incluyendo los propios EEUU, a finales del 2005 otra compañía china, la China National Offshore Oíl Corporation (CNOOC), estuvo a punto de adquirir la petrolera estadounidense UNOCAL, negociación que fue frustrada por el congreso usamericano a través de una resolución que vetaba la adquisición por “razones de seguridad nacional”. Nunca deja uno de asombrarse del cinismo con que pueden actuar estos imperialistas. Las razones de seguridad nacional que son buenas para los EEUU y la UNOCAL nunca lo son para, pongamos por ejemplo, Venezuela y su petrolera estatal PDVSA o México y su PEMEX, en donde cualquier intento de defensa de la soberanía y control de esas empresas por parte de sus respectivos gobiernos siempre son tachadas de “intervencionismo” o de actuar en contra del libre juego de las leyes del mercado.
Las empresas chinas han estado adquiriendo compañías y derechos de explotación a lo largo y ancho del mundo, pagando la mayoría de las veces precios muy por encima de los establecidos por las leyes de la oferta y la demanda. Esto no puede significar sino una estrategia a mediano y largo plazo en la que China no sólo se asegura a futuro los recursos hidrocarburíferos que su crecimiento y expansión económica e industrial tanto necesitan, y aun más necesitarán en los próximos años, sino que de este modo la gran nación oriental también va adquiriendo una cuota de poder dentro del cartel de los países y corporaciones productoras de petróleo, para así poder influir en los precios y volúmenes de producción, poder que sin duda utilizará en función de sus intereses nacionales.
La recesión mundial le está ofreciendo a China la oportunidad de firmar contratos de suministro a futuro en condiciones muy favorables. En un momento de crisis en los mercados financieros, la enorme liquidez monetaria de China le otorga un poder de compra prácticamente ilimitado, no sólo sobre concesiones y derechos en distintos países del mundo, sino también de empresas petroleras cuyas acciones por efecto de la recesión están en precios muy bajos.
Consciente de esta situación, la administración nacional de la energía de China le ha asignado a la National Offshore Oil Corporation (CNOC), a la China National Petroleum Corporation (CNPC) y a Sinopec casi dos billones de dólares para obtener concesiones, compañías y contratos de suministro a lo largo y ancho del mundo. Los dirigentes y geoestrategas chinos apuestan por un control directo de sus fuentes de hidrocarburos en el exterior, y tienen los recursos financieros para lograrlo. El gobierno y las corporaciones petroleras indias han entendido que no pueden competir con la potencia económica de las compañías chinas y, por ello, han apostado por la cooperación bilateral antes que por la competencia en materia energética con su vecino transtibetano; así, India propició la firma de un “Memorando Para Fortalecer la Cooperación en el Campo del Petróleo y el Gas natural”, que se firmó en Beijing en enero del año 2006.
Este acuerdo contempla el intercambio de información en las pujas por los activos en el extranjero, la exploración y producción conjuntas, la comercialización conjunta de productos petroquímicos y derivados del petróleo, la colaboración en la construcción y mantenimiento de oleoductos y gasoductos transnacionales, la investigación y desarrollo de combustibles más respetuosos con el medio ambiente, así como acuerdos operativos entre empresas chinas e indias.
Como producto de este acuerdo se ha visto como en los últimos años compañías chinas e indias han venido ofertando en forma conjunta por adjudicarse yacimientos y derechos de explotación en países tan diversos como Siria (adquisición por 580 millones de dólares por parte de ONG VIDESH Ltd y China National Petroleum Corporation a Petrocanadá); Colombia, en donde Sinopec (China Petroleum chemical Corporation) y ONGC invirtieron 800 millones de dólares para adquirir el 50% de la petrolera OMIMEX Colombia, poseedora de 5 campos con reservas de 60 millones de barriles y en donde ONGC Videsh Limited y Sinopec tienen en un joint venture, varias plantas de producción, en donde producen y exportan más de 25.000 barriles diarios; Sudán, en donde la China National Petroleum Corporation (CNPC) se ha asociado a la ONGC en el marco de un consorcio llamado la Greater Nile Petroleum Company (GNOPC) para explotar los yacimientos en el Muglad, en el sureño territorio somalí del Darfour; y quizás el que sea el ejemplo más importante de estos acuerdos sino-indios, la adquisición por más de 100.000 millones de dólares del campo supergigante de Yadavaran, en Irán, por parte de Sinopec (51% de las acciones) y ONGC (29% del paquete accionario) en octubre del año 2006.
China e India en el Cercano Oriente.
China viene posicionándose ventajosamente en la zona del cercano oriente desde hace ya varios años. En el Irak de Saddam Hussein las compañías chinas hicieron millonarias inversiones que quedaron paralizadas y sus activos congelados desde la invasión de ese país por los EEUU. Sin embargo, en agosto del año pasado el actual gobierno iraquí firmó un contrato con CNPC por 3.000 millones de dólares dando licencia para explotar el campo de Al Ahdab al sureste de Bagdad, siendo la primera compañía extranjera que extraerá petróleo en Irak desde la nacionalización de su industria petrolera en el año de 1972. En ese mismo orden de ideas, la Royal Ducht Shell ha logrado acordar términos de asociación con la CNPC y con Sinopec para desarrollar y explotar el campo de Kirkuc en el conflictivo territorio norte del Kurdistán iraquí.
En los comienzos de este siglo se ha evidenciado un fuerte acercamiento de China con los países de la zona, que incluye inéditas visitas como la del jefe de estado chino Hu Jintao a Arabia Saudita los días 10, 11 y 12 de febrero del año en curso, segunda visita del jefe de estado chino a esa nación en los últimos tres años. Ya en enero del año 2006 el rey Abdulláh de Arabia Saudita, en lo que fue su primera visita oficial como monarca al extranjero, visitó Beijing. Es interesante e ilustrativo sobre la futura geopolítica petrolera de los jerarcas wahabitas el hecho de que el mandatario saudí escogiera precisamente a China como su estreno en el ámbito de las relaciones internacionales, antes que, al que hasta ese entonces, había sido su principal aliado y cliente: los EEUU.
Chinos y saudíes han venido desde entonces firmando acuerdos en materias tan disímiles como educación, medio ambiente, ferrocarriles, satélites, armas, agricultura, microelectrónica y, por supuesto, petróleo. El pasado año 2008 el intercambio comercial sino-saudí alcanzó la cifra de 41.800 millones de dólares, ampliamente favorable a Riad, por lo que China hace grandes esfuerzos por introducir sus productos en un mercado tan rico y tan estratégico.
Pero los chinos no sólo apuntan a Arabia Saudita en esa región; en la visita que en febrero de este año realizó el presidente chino Hu Jintao al país de los lugares santos musulmanes, se reunió también con representantes de los países integrantes del Consejo de Cooperación del Golfo: Omán, Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Bahréin, además de la propia Arabia Saudita, para negociar un acuerdo de libre comercio. Como muestra de lo anterior hay que destacar la construcción en Dubái de Chinamex, un gigantesco centro comercial diseñado como una vitrina de promoción de los productos y servicios chinos para la región.
El intercambio comercial chino con los países integrantes de este consejo de cooperación (excluyendo a Arabia Saudita) rozó el pasado año 2008 los 40.000 millones de dólares y se espera que supere los 50.000 millones para el 2010.
También India mantiene buenas relaciones con el Consejo de Cooperación del Golfo (incluida Arabia Saudita) y sus intercambios comerciales fueron, el pasado año 2008, de 28.300 millones de dólares, y se espera que superen los 40.000 millones para el 2010. India ha avanzado con más cautela en sus relaciones con los países del golfo, de gobiernos fundamentalistas en lo religioso, porque años de enemistad y guerras con el islámico Pakistán, donde el componente religioso islámico-hindú ha estado presente, no han creado el mejor de los climas para relaciones más estrechas con las naciones defensoras de los lugares santos del Islam. Sin embargo, el pragmatismo de los líderes indios ha venido allanando el camino de acceso a los, para ellos vitales, recursos petrolíferos árabe-persas.
China e India en África.
Sobre el potencial petrolero del África sub-sahariana se han posado los ojos, y también las manos, de los grandes poderes e intereses energéticos mundiales. China e India no han sido la excepción a esta regla.
India obtiene de África el 20% de sus importaciones de hidrocarburos, mientras que en el caso de China ese porcentaje se eleva a un 30%. India aprovecha la presencia de sus fuertes minorías étnicas en África oriental y central, consecuencia de su común pasado colonial británico, con una gran influencia económica y comercial en sus respectivos países de acogida, para fortalecer sus vínculos con esos países (Ghana, Zambia, Gabón, Guinea Bissau, Islas Mauricio, Tanzania, Kenia, inclusive la francófona Costa de Marfil) e intentar obtener influencia política que le redunde en la obtención de concesiones petroleras. Mientras que en África China apuesta por la cooperación económica pura y dura como instrumento de penetración política y económica y posicionamiento en sus reservas de hidrocarburos (para el año 2007 el comercio sino africano estuvo alrededor de los 53.000 millones de dólares y China aspira elevarlo a 100.000 millones en el 2010), India, que no cuenta con la musculatura económica de la celeste tierra del medio, utiliza como estrategia la cooperación en materias como el traspaso de tecnología en materia educativa e informática, la solidaridad farmacológica (India es el principal suministrador de medicamentos genéricos para el tratamiento del sida en África) y la fabricación y comercialización de sus muy económicas manufacturas en territorio africano (la corporación Tata ya instaló la primera planta de montaje de sus vehículos, los más baratos del mundo, en Zambia). Según Harry Broadman, asesor de África en el Banco Mundial, los lazos que India está tejiendo en países del sur y del este de África parecen ser más sólidos y duraderos que los que China puede lograr porque existen nexos lingüísticos y culturales (las colonias indias tienen ya más de 100 años en África) que los chinos no poseen. Como bien lo adelantó en su momento el Mahatma Gandhi “El comercio entre India y África será de ideas y servicios, no de bienes manufacturados contra materias primas, a la manera de los explotadores occidentales” En el sur de Sudán, cumpliendo los acuerdos de cooperación firmados en Beijing en el año 2006 entre las altas autoridades energéticas sino-indias, las empresas CNPC de China y ONGC de India se han asociado en el marco de un consorcio de nombre Greather Nile Petroleum Operation Company (GNOPC), adquiriendo los derechos de explotación de los yacimientos del Muglad, en la sureña región del Darfour. (3)
Sudán produce el 7% del petróleo importado por China, por ello, la diplomacia de ese país se ha negado, desde su puesto en el consejo de seguridad de las naciones unidas, a apoyar cualquier tipo de sanción contra ese país africano.
En Angola, principal proveedor africano de petróleo a China, este último país está construyendo infraestructuras tales como hospitales, vías férreas, carreteras, viviendas y acueductos, estableciendo una sólida posición de cara a su futuro como cliente petrolero de esa nación lusoparlante.
Igual sucede con países como Nigeria, donde Sinopec realiza prospecciones, Argelia, Marruecos, Níger, Mauritania y Malí. Aunque todavía los volúmenes de producción en África de las empresas chinas e indias dista mucho de compararse con lo que de ahí extraen las grandes corporaciones petroleras anglosajonas, es claro que las sociedades africanas aun se muestran resentidas por su cercano pasado colonial y por décadas de desprecio racista por parte de europeos y estadounidenses.
Las naciones africanas ven a China e India como socios e inversores más aceptables, dentro de esquemas de colaboración sur-sur hábilmente manejados por los estrategas y diplomáticos de estos dos países, tan distinto del condescendiente paternalismo, cuando no franco desprecio racista, con que son tratados por la mayoría de los gobiernos y corporaciones occidentales.
Notas:
(1) Carranco Guerra, Leonel. El G7 Ya No Es El Mundo. ¿Hacia la Década Perdida? www.alainet.org/active/29551/
(2) Bustelo Gómez, Pablo. China y la Geopolítica del Petróleo en Asia-Pacífico. realInstitutoelcano.org/documentos/213/Bustelo pdf
(3) Lafargue, Fraçois. La Guerra por el Petróleo. www.enjeux-internacionaex.org/articles/num15/es/
Joel Sangronis Padrón es profesor de la Universidad Nacional Experimental Rafael Maria Baralt (UNERMB), Venezuela
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