viernes, 13 de junio de 2008

El largo camino de Israel hacia la guerra de julio de 2006 (segunda parte)



Las redes terroristas israelíes en el Líbano

por Jürgen Cain Külbel*

6 de diciembre de 2007


Presentada por casi todos los medios de prensa occidentales como una respuesta a la captura de dos soldados, la guerra que Israel desencadenó contre el Líbano fue resultado de una larga preparación que tiene sus raíces en el núcleo central del proyecto neoconservador para el Medio Oriente. En un largo artículo, cuya segunda parte ofrecemos hoy, Jurgen Cain Kulbel describe la preparación del ataque israelí sobre el terreno, específicamente las acciones terroristas orquestadas por el Estado sionista.
Continuación del artículo «El largo camino de Israel hacia la guerra de julio de 2006»
El Hezbollah en la mirilla
El espectacular asesinato de Hariri, cometido el 14 de febrero de 2005, y la «revolución de los cedros» que se produjo más tarde dieron lugar –después de las inevitables lágrimas de cocodrilo– a una reacción de euforia entre los dirigentes «demócratas» occidentales. En efecto, dichos acontecimientos les hacían pensar que iba a producirse un efecto de dominó: ante el impulso de la democratización del Líbano, las masas populares iban a sublevarse en Damasco y en Teherán y derrocarían a los regímenes sirio e iraní. Para los señores de la «Internacional democrática», «el nuevo Medio Oriente» se perfilaba ya en el horizonte.
Lo que en realidad sucedió fue que los permanentes –e imperiosos– dictados de la administración de Bush Jr., que exigía la sumisión «democrática» de toda la región, recibieron una primera bofetada ya desde las primeras elecciones «libres y democráticas» en el país del cedro. El 19 de junio de 2005, después de cuatro vueltas, el resultado de las elecciones no complacía en lo más mínimo a Washington y Tel Aviv, a pesar de la victoria de la oposición proestadounidense et antisiria. Para desconsuelo de Israel y de su hermano mayor estadounidense, el Hezbollah «prosirio» -a la vez partido político y milicia armada– y su aliado, el partido chiíta Amal, obtuvieron 35 escaños de diputados de los 128 que cuenta el parlamento libanés, lo cual era un éxito considerable.
Para los emperadores romanos de Washington y sus planes de saqueo sistemático de la región en beneficio de sus propios intereses políticos y económicos, así como para los dirigentes de Tel Aviv, que sueñan con una balcanización de la región bajo la hegemonía de un Gran Israel, el Hezbollah, partido político que defiende el pluralismo, la democracia y la aplicación de reformas económicas y políticas, es una espina clavada en el pie, o algo peor.
Estimulado por su éxito electoral, el partido chiíta incluso reclamó, durante la constitución del nuevo gobierno libanés, la cartera de Relaciones Exteriores. La alarma cundió inmediatamente en Washington, la secretaria de Estado envió a la región a la responsable del Medio Oriente, Elisabeth Dipple, quien voló hacia Beirut, provocando allí la caída del primer gobierno de Siniora. Como los chiítas no soltaban prenda, Dippler tuvo que intervenir de nuevo poco después y recurrir a la amenaza: «Será difícil para Estados Unidos negociar con un ministro de Relaciones Exteriores cercano al Hezbollah.» El presidente Bush y el presidente francés Jacques Chirac exigieron entonces la aplicación de la resolución 1559 de la ONU, que condujo a la salida de las tropas sirias del Líbano y que estipula también el desarme del Hezbollah. Sólo después de la aplicación íntegra de esa resolución, afirmó Chirac, «la comunidad chiíta podrá tomar parte plenamente en la vida política, económica y social del Líbano». [1]
Si las cosas hubiesen funcionado como querían los dirigentes del «País bendecido por Dios», de la «Tierra Santa» así como los de la «Fortaleza Europa», el Hezbollah hubiese sido desarmado desde hacía mucho tiempo. En efecto, ese partido se ha visto marginado por las naciones ya que Estados Unidos la acusan de ser una «organización terrorista», de ser responsable del atentado contra el cuartel general de los marines estadounidenses en el aeropuerto de Beirut (que dejó 242 muertos en 1983) y le atribuye la autoría de numerosos secuestros así como la búsqueda de la erradicación de Israel. Cuando corrió en Beirut el rumor de que el diputado «prosirio» Nabih Berri, líder del partido chiíta Amal –y presidente del parlamento libanés desde 1992– iba a ser mantenido en ese puesto, el vecino del sur montó en cólera. Esa misma noche, una portavoz del ejército israelí anunció a la opinión pública internacional que los sirios habían abierto fuego sobre los soldados israelíes estacionados en las alturas del Golán, al sur de la ciudad de Qunaytra. [Según la misma portavoz,] como nadie había sido alcanzado, «las fuerzas israelíes habían renunciado a responder, para evitar la escalada».
Israël, país que –en franca violación del derecho internacional– ocupó las alturas de Golán durante la Guerra de los Seis Días, presentó inmediatamente una nota de protesta a las tropas de la ONU encargadas de mantener la paz que supervisan desde 1973 la aplicación del cese del fuego entre ambos países. Ese mismo día, un representante del gobierno sirio echó abajo la afirmación de los israelíes: «Es mentira. Varios jóvenes lanzaron fuegos artificiales para celebrar el aniversario de la liberación Qunaytra y el fin de la ocupación israelí.» De hecho, los israelíes se retiraron de esa región en junio de 1974, luego de haber arrasado la ciudad y cerca de 122 poblados sirios.
Este incidente en las alturas de Golán coincidía con el suministro a Siria, por parte de Rusia y por valor de varios centenares de millones de dólares, de misiles rusos tierra-aire de último modelo destinados a la lucha contra helicópteros y contra aviones a baja altitud. La transacción tuvo lugar a causa de los repetidos ataques de la fuerza aérea israelí contra supuestos «blancos terroristas» situados en territorio sirio y de los vuelos, en 2004, de aviones de guerra israelíes sobre el palacio presidencial sirio. Israel y Estados Unidos protestaron inútilmente contra esa transacción y el general Shakedi, jefe de la fuerza aérea israelí, temía que aquellos misiles, que pueden ser disparados por un solo hombre, fuesen puestos a la disposición del Hezbollah libanés o de «organizaciones terroristas» que operan en Irak.
Cuando, a fines de junio de 2005, la fortaleza de concreto armada hasta los dientes en que se convertido Israel comenzó a mover sus blindados y amenazó con emprender una operación militar de envergadura contra Gaza si las organizaciones palestinas Hamas y Yihad Islámica proseguían sus ataques contra Israel, el Hezbollah se convirtió nuevamente en el blanco predilecto de aquellos que, en Estados Unidos y en Israel, sueñan con una conversión democrática por la fuerza para los países árabes de la región. Según ellos, no cabe duda de que esa milicia, creada hace muchísimo tiempo para «liberar Jerusalén», representa la principal amenaza para la estabilidad en el Medio Oriente. Los servicios secretos israelíes afirmaron incluso que «Siria dio luz verde al Hezbollah y a sus aliados palestinos para que atacaran Israel a partir del Líbano.» Por consiguiente, el Hezbollah era responsable de la mayoría de los ataques provenientes de Cisjordania y de la franja de Gaza, ya que facilitaba el transporte de armas y municiones hacia Gaza a partir del Líbano y reclutaba a los autores de los atentados.
El surgimiento del «Partido de Dios» es de hecho consecuencia directa de la invasión del Líbano por el Estado sionista. El pretexto para el ataque de 1982 contra el Líbano fue en efecto la leyenda de que los autores intelectuales del atentado contra el embajador israelí en Londres estaban en el Líbano. Pero el verdadero objetivo de aquella brutal invasión era eliminar la Organización de Liberación de Palestina (OLP) que, bajo la dirección de Yaser Arafat, comandaba desde Beirut la lucha contra Israel, Estado artificial, fundado mediante el uso de la fuerza y espina clavada en la carne de Palestina.
El Hezbollah, creado en aquel entonces con ayuda de Irán y Siria, llamó a los chiítas que vivían en el sur del Líbano a tomar las armas contra la potencia ocupante a cambio de ayuda social para las capas desposeídas y de satisfacer sus necesidades. En respuesta, el entonces ministro de Defensa israelí, Ariel Sharon, redujo Beirut a cenizas y masacró a sangre fría a la población civil palestina. Después de lo cual, las tropas israelíes se replegaron al sur del Líbano, donde fueron blanco durante años de los ataques del Hezbollah. La retirada definitiva de Israel, en el 2000, es celebrada cada año en el seno de ese partido como una victoria personal. Fue precisamente gracias a esa victoria que el Hezbollah pasó a ser la principal fuerza política libanesa y comenzó a realizar sus promesas. Creó redes sociales que se encargaron de las necesidades de más de un millón de libaneses que viven en el límite de pobreza. «Hace mucho que no es un secreto para nadie que nuestras asociaciones humanitarias son financiadas por Irán» declara, en junio de 2005, un vocero del Hezbollah. Y las unidades armadas del partido defienden, con la aprobación del parlamento libanés, las fronteras del sur contra «nuestro enemigo público n°1», o sea Israel.
El 29 de junio, el anuncio oficial de la nominación de Nabih Berri como presidente del parlamento saca de sus casillas a los israelíes, que envían aviones de combate y helicópteros a lanzar cohetes contra blancos situados en la zona fronteriza entre Israel y el Líbano. Según los israelíes se trataba de una respuesta a los disparos de mortero de la milicia del Hezbollah contra la zona ocupada de las «granjas de Cheba», en el triángulo fronterizo entre Siria, Israel y el Líbano. Un soldado israelí y un miliciano del Hezbollah fueron muertos durante esos combates. Según una advertencia de Israel, el Hezbollah estaba tratando de abrir un nuevo frente en el norte de la zona fronteriza. Israel presentó una protesta ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y el embajador israelí ante la ONU, Dan Gillermann, responsabilizó al gobierno libanés por dichos incidentes: «El gobierno de Beirut debe desarmar inmediatamente al Hezbollah.». Al día siguiente, el Consejo de Seguridad se apresuró a exigir al gobierno de Beirut «el cese inmediato de todo ataque desde su suelo». Diputados del Hezbollah ante el parlamento de Beirut presentaron un desmentido y acusaron a Israel de haber violado la frontera: «Por esa razón fueron atacados.»
Ya entonces la intención del gendarme de Estados Unidos, Israel, resultaba clara: Tel Aviv quería presentar a la «comunidad internacional» las actividades supuestamente «terroristas» del Hezbollah y de su cómplice, Siria. El apoyo –proclamado a voz en cuello por el «mundo democrático»– al desarme total de la «milicia» por el bien de Israel sería resultado de un próximo «incidente fronterizo», por muy artificial que fuera. Rumsfeld, el secretario de Defensa estadounidense, era todavía menos favorable al compromiso. A él le parecía más provechoso, según fuentes cercanas a los medios de la «guerra contra el terrorismo», crear «una agitación» en el valle de la Bekaa, cercano a la frontera siria, mediante el posicionamiento de unidades especiales estadounidenses ante las bases militares del Hezbollah con el fin «de provocar a las tropas sirias a comenzar el conflicto, cosa que ciertamente harán si nosotros los provocamos.». El ángel de la muerte estadounidense preveía expulsar después al presidente Assad de su cargo, cortar el apoyo logístico que se supone que Siria preste a la resistencia palestina, confiscar lar armas de destrucción masiva que se encontrarían en Siria y finalmente destruir el Hezbollah para el mayor beneficio de los sionistas [2]. Pero este proyecto de intervención directa estadounidense en el Líbano fue rápidamente desechado.
Atentado frustrado contra el jeque Nasrallah
Sin embargo, una intervención directa de otro género estaba prevista para abril de 2006. Pero los servicios secretos del ejército libanés lograron prevenirla. Durante el primer fin de semana de abril de 2006, el ejército arrestó a nueve «miembros bien entrenados de una red» , 8 libaneses y un palestino, que conspiraban para asesinar al jefe del movimiento chiíta Hezbollah, el jeque Sayyed Hassan Nasrallah. Aquel «grupo de individuos bien organizados, todos profesionales y bien entrenados» había planificado el atentado para el 28 de abril, o sea durante la próxima reunión del «dialogo nacional» que estaba teniendo lugar entre los jefes de las fracciones políticas libanesas rivales.
El general de brigada Saleh Suleiman, vocero del ejército, declaró que el [atentado] estaba «en la etapa de los preparativos» y que no había alcanzado aún la «etapa de la ejecución». El grupo había espiado, desde principios de marzo, todos los movimientos de Nasrallah y estaba equipado con cohetes antitanque que, el día del atentado, hubieran hecho saltar el vehiculo blindado del jefe del Hezbollah. Las autoridades encontraron un importante arsenal que se componía de lanzacohetes, granadas de mano, fusiles de mazorca, metralletas, pistolas y silenciadores así como toda una batería de computadoras y de CDroms.
Según el diario libanés As Safir, estaba previsto que un disparo de cohetes de fabricación estadounidense volara a Nasrallah con su vehiculo blindado, el 28 de abril en Beirut. Según los interrogatorios de los 15 delincuentes arrestados, [interrogatorios] que dirigiera Rashid Mizher, juez militar, por lo menos 90 personas estaban implicadas en los preparativos del crimen. Algunas estuvieron espiando el convoy de Nasrallah durante 40 días, mientras que otras transformaron un garaje en escondite de armas, donde al parecer escondieron cohetes estadounidenses, metralletas rusas y granadas de mano chinas. Los organizadores también trataron de conseguir C4 y otros explosivos ya que planeaban otros asesinatos de personalidades así como atentados dinamiteros, incluso contra mezquitas. Husein Rahal, vocero de la milicia, confirmó estos datos a la AFP.
Los conspiradores –que fueron arrestados cerca del cuartel general del Hezbollah en el sur de Beirut– fueron interrogados primeramente por miembros de los servicios secretos militares, antes de ser puestos a la disposición del juez de asuntos militares. Según algunos informantes libaneses, el lunes siguiente fueron inculpados «por intentos de acciones tendientes a destruir la autoridad del gobierno» y por posesión de armas. Las autoridades prosiguieron la búsqueda de más cómplices y trataron de desenmascarar a los autores intelectuales, o sea «todo Estado o partido que haya financiado, entrenado y equipado la red».
Los arrestos se produjeron poco después de la declaración, en Washington, de la secretaria de Estado de Estados Unidos, Condoleezza Rice, según la cual las relaciones del «Partido de Dios» con Teherán y Damasco «son el problema más importante que los libaneses tienen que enfrentar en este momento.»
Aunque en aquel momento Washington concedió al gobierno libanés un plazo para –como explicara la señora Rice– «que pueda resolver sus problemas internos mediante el diálogo nacional», se mantuvo inconmovible la exigencia del desarme de todas las milicias del país, y del Hezbollah en primer lugar, según la resolución 1559 del Consejo de Seguridad de la ONU.
Eso no impidió que Rice, junto con la fracción del mundo que se fue a la guerra contra el «terrorismo internacional», observara el más profundo silencio sobre el intento de atentado contra el jefe del Hezbollah. Ni la ONU, ni los responsables políticos en ejercicio en Washington o en Bruselas, ni los grandes medios de prensa internacionales tuvieron ni una palabra de elogio o de felicitación para los servicios secretos del ejército libanés por haber desmantelado esta importante red terrorista. Los grandes personajes del mundo político se sentían seguramente incómodos porque aquellos «terroristas» no tenían otro objetivo que el secretario general de la milicia chiíta, o sea el jefe de una organización que todo el mundo sabe que se encuentra en la lista de organizaciones terroristas, la lista que tanto le gusta a George W. Bush [3].
Lo otro que quizás le cortó el aliento a «la Internacional democrática» es la penosa revelación de que los inculpados tenían en su poder permisos de posesión de armas que les habían sido entregados de forma encubierta por el partido en el poder: un ex diputado, miembro de la formación política «Corriente del Futuro» -que dirige Saad Hariri, principal aliado de Estados Unidos e hijo del ex primer ministro libanés asesinado en 2005–, había conseguido a los conspiradores permisos para portar armas de diferentes categorías. Este ex diputado no es otro que Salim Diyab, ex director de campaña de Hariri junior, ex amigo íntimo de Hariri padre y hombre que sigue siendo considerado como el «jefe ofensivo de la rama político-militar» de su partido. Desde julio de 2005, Diyab había ordenado la entrega de armas a sus partidarios. La policía arrestó también a un miembro del Partido Socialista Progresista druso, miembro de la coalición que conformara la Corriente del Futuro. El jefe del Partido Socialista Progresista druso es Walid Joumblatt, el camaleón político libanés, y vitrina de la «revolución democrática», que después del asesinato de Hariri forzó, con el apoyo de Estados Unidos, la realización de «elecciones libres» en el Líbano, las cuales conducirían a la retirada de Siria.
Joumblatt y Hariri junior –que no dejan pasar la menor oportunidad de señalar a Siria como organizadora de los crímenes en el Líbano– se veían así bruscamente implicados en este sucio asunto.
El desmantelamiento de la red terrorista había preservado al país del surgimiento de disturbios políticos internos. Según informaciones que se filtraron provenientes de los círculos de la inteligencia libanesa, el grupo terrorista contaba con el asesinato de Nasrallah para provocar en el país tensiones religiosas de tipo sectario entre sunnitas y chiítas –similares a lo que está pasando en Irak. El presidente Emile Lahoud exigió una investigación exhaustiva y lanzó una advertencia a los enemigos que atentan contra la unidad nacional libanesa. Recordó que Nasrallah, según él, había hecho una contribución esencial a la liberación del sur del Líbano y que siempre ha trabajado por la paz de la nación. El primer ministro Fouad Siniora declaró que «todo proyecto de ese tipo constituía una amenaza para la paz civil». El vocero del parlamento, Nabih Berri, pensaba ya en aquel entonces que Israel estaba detrás del complot para hacer fracasar el diálogo nacional –un Líbano reunificado y pacificado representaba un «peligro» para el enemigo público n°1 en la frontera sur. Berri agregó que el verdadero objetivo de todas esas operaciones era Siria, a la que se trataba de castigar por su apoyo al Hezbollah libanés [4].
Bombas de racimo sobre el Líbano
El domingo 28 de mayo de 2006 un grupo de desconocidos lanzó tres cohetes Katyusha contra un campamento militar israelí, cerca de Sabed, en el norte del país. Aquel ataque, en el que un soldado israelí sufrió heridas leves, llevó la tensión en la frontera entre ambos países a un nivel inédito en años anteriores. Aunque los responsables de las milicias libanesas, entre ellos Sheik Naim Qaouk, representante del Hezbollah chiíta en el sur del Líbano, rechazaron la responsabilidad de aquella acción, el ministro de Defensa israelí, Amir Peretz, declaró que no toleraría «que se dispare contra Israel» y ordenó 8 campañas de bombardeo sobre poblados de las colinas de Nuamah, en el sur de Beirut, y contra campamentos del Frente Popular de Liberación de Palestina (FPLP), cerca de Sultan Yaacoub, en el este del país. Los cazas israelíes llegaron incluso a lanzar cohetes de explosión retardada, con un período de espera de 10 minutos antes de la explosión. Simultáneamente Israel bombardeaba localidades libanesas a lo largo de la frontera, matando a un combatiente palestino y a un miliciano del Hezbollah y causando serios daños a varias casas.
Durante el lunes siguiente se encontraron en las zonas bombardeadas las llamadas «cluster bombs», bombas de racimo o de submuniciones que diseminan pequeños artefactos explosivos sobre una amplia superficie de terreno, aumentando así las probabilidades de que se produzcan «daños colaterales». El uso de dichas bombas constituye una violación del derecho humanitario internacional y está prohibido por la Convención de Ginebra ya que entre el 5 y el 10% de las submuniciones no explota en el momento del impacto y queda activo, representando así un peligro equivalente al de las minas antipersonales durante muchos años. Sus vivos colores y pequeño tamaño las hacen particularmente atractivas para los niños. Unidades del ejército libanés se apresuraron por tanto a neutralizar estos terribles artefactos de guerra israelíes.
La ONU, por su parte, se apresuró ese mismo día no a condenar a Israel por su uso de armas prohibidas por los tratados internacionales sino a sermonear al Líbano por «su ataque contra su vecino israelí»: «Es responsabilidad de las autoridades libaneses el hacer que la Línea Azul (definida por la ONU) sea respetada e impedir todo ataque en esa zona» declaró Milos Strugar, consejero del comandante de la FINUL en el Líbano.
Una fuente anónima echó a rodar el rumor de que la Yihad Islámica palestina había disparado los cohetes para vengar la muerte de uno de sus comandantes, Mahmud Al- Majzoub, muerto el 26 de mayo de 2006 en la explosión de un coche-bomba en la ciudad de Sidón, en el sur del Líbano. El jefe de la Yihad Islámica en el Líbano, Abou Imad Rifai, desmintió ese «rumor mentiroso», acusando a su vez al Mossad al declarar que el atentado «es parte de la escalada de violencia israelí contra el pueblo palestino, y en particular contra la Yihad Islámica».
En Beirut, el gobierno también condenó el atentado afirmando que «lleva el sello de la ocupación israelí». El propio primer ministro Fouad Siniora declaró que «Israel es el principal sospechoso». Resulta especialmente significativo el tipo de bomba con control remoto utilizada en Sidón: 500 gramos de explosivo altamente comprimido que producen el mismo efecto que 5 kilogramos de explosivo convencional. Según los servicios libaneses de seguridad ese tipo de bomba ya había sido utilizado el año anterior en el asesinato del ex jefe del partido comunista libanés George Hawi y el periodista Samir Kassir: «Los fragmentos y perdigones, encontrados en gran cantidad en el lugar de la explosión, demuestran que la bomba era una mina especialmente concebida para asesinatos selectivos, y son idénticos a los encontrados en la escena del atentado contra Hawi y Kassir». En aquel entonces, Shakib al-Aein, jefe de la Yihad Islámica en el sur del Líbano, declaró: «Israel acaba de cometer un error estratégico». Y, en efecto, la ONU investigó también sobre los atentados contra Hawi y Kassir en el marco de la investigación sobre el asesinato del ex primer ministro Rakik Hariri, perpetrado el 14 de febrero de 2005 [5].
Un espejismo creado por los servicios secretos
Después de estos rejuegos, comenzó una nueva fase de la batalla propagandística contra el Hezbollah. Estados Unidos, país que mató a cientos de miles de personas al utilizar las bombas nucleares «Fat Man» sobre Nagasaki y «Little Boy» sobre Hiroshima, había agregado una nueva dimensión a su campaña contra el programa nuclear iraní. A principios de junio de 2006, en Washington, representantes de los servicios secretos expresaban públicamente inquietud ante la posibilidad de que el «Estado renegado» iraní pudiese «en las próximas semanas utilizar las numerosos y amplias redes de la milicia chiíta Hezbollah en el Líbano para realizar ataques contra objetivos occidentales.». Según la Associated Press, los servicios secretos habían «detectado indicios que muestran que agentes encargados de transportar fondos y de reclutar combatientes así como militantes del Hezbollah podrían ser utilizados para prestar ayuda logística en proyectos de atentados contra intereses occidentales». La administración Bush y sus aliados dijeron estar convencidos de que Irán podía ordenar atentados terroristas. Otros «expertos» afirmaban incluso que se había creado una «unidad secreta» del Hezbollah que tenía como único objetivo la eliminación del vicepresidente estadounidense Dick Cheney.
Simultáneamente, la prensa digital Yedioth Internet afirmaba que «Israel ha advertido a los servicios secretos de Europa y Estados Unidos sobre la posibilidad de que células del Hezbollah organicen atentados durante la Copa Mundial de fútbol en Alemania». Según aquella información, Teherán utilizaría esa estrategia para « probar su capacidad de hacer daño a la comunidad internacional y advertirla sobre posibles represalias terroristas si el país fuese atacado militarmente». El diario israelí Ha’aretz afirmaba, por su parte, que el Hezbollah disponía ya de cohetes de 200 kilómetros de alcance y por consiguiente capaces de asestar golpes a todas las grandes ciudades israelíes. El Estado de Israel, única potencia nuclear de la región, se negó a comentar dichas informaciones.
Días después fue la televisión libanesa LBC quien atacó al secretario general del Hezbollah, Hassan Nasrallah. En un «sketch» se le preguntaba a un actor caracterizado como Nasrallah si la milicia aceptaría deponer las armas a cambio de una retirada israelí de la región conocida como «granjas de Chebaa», ocupada por Israel. El falso «Nasrallah» contestaba entonces que no porque las armas serían necesarias después para «liberar la casa de Abu Hassan, en Detroit, de sus vecinos judíos». Miles de chiítas protestaron contra esas calumnias en Beirut, Baalbek, Sidón, Tiro y Nabatiya, incendiaron neumáticos y levantaron barricadas impidiendo el paso, por ejemplo, hacia el aeropuerto internacional de Beirut. El «verdadero» Nasrallah calmó los ánimos pidiendo a los manifestantes que «dejen de manifestar y regresen a sus casas». La estación de televisión LBC fue fundada en 1980 por las Fuerzas Libanesas, conocidas por su estrecha colaboración con Israel durante los 15 años de guerra civil en el Líbano.
Asesinatos por orden del Mossad
En medio de todo esto, una nueva tempestad se desencadenó –una vez más gracias a las investigaciones de los servicios secretos del ejército libanés. La seguridad militar estaba investigando el atentado con coche-bomba cometido en Sidón, el 26 de mayo de 2006, que causó la muerte de un alto responsable de la Yihad Islámica, Mahmud Al-Majzoub, y de su hermano. A mediados de 2006, los servicios secretos libaneses descubrieron una red terrorista creada en el Líbano por los servicios secretos israelíes, red a la que pertenecían los autores del atentado de Sidón. Entre los 7 miembros del grupo que fueron arrestados se encontraba Mahmud Rafé, un libanés de 59 años originario del poblado druso de Hasbaya. Rafé es un gendarme libanés jubilado, ex miembro de las Fuerzas de Seguridad Interna (FSI). Este hombre confesó a la policía que el Mossad lo había reclutado en 1994 y que su grupo había sido entrenado en Israel y equipado con la tecnología más moderna también por el Mossad, que dirigía todas sus operaciones. Entre las demás personas arrestadas se encontraba otro oficial retirado de las FSI, Charbel Samara. Rafé confesó que durante los últimos años había organizado, por cuenta de Israel, varios atentados en el Líbano contra cuadros de la milicia del Hezbollah y contra facciones palestinas prosirias. El asesino también había sido miembro del Ejército del Líbano Sur, milicia creada y armada por Israel durante la ocupación del sur del Líbano, de 1982 al 2000.
Elias Murr, ministro de Defensa libanés, indicó, el jueves 15 de junio de 2006, que un avión israelí había hecho explotar por control remoto el coche-bomba de Sidón: «Las informaciones obtenidas hasta ahora permiten deducir que, muy probablemente, la detonación del coche-bomba fue desencadenada desde un avión israelí que seguía los movimientos del auto en cuestión mediante una cámara de vigilancia instalada en un camión de seguimiento.». El ministro Murr precisó también que «es la primera vez, en 30 años de intervenciones militares israelíes en el Líbano, que se realiza una operación con el uso de tecnología tan sofisticada. Ante tanta supremacía en materia de tecnología terrorista y de explosivos, nadie está seguro en ningún lugar». [6]
El ejército libanés presentó en televisión las pruebas del atentado de Sidón. Entre ellas se encuentra un tipo particular de cámara israelí, permisos para conducir vehículos y documentos de identidad falsificados así como un sistema de aire acondicionado modificado para facilitar el transporte de explosivos y un altoparlante convertido en bomba. El ejército declaró que el grupo terrorista optó finalmente por el uso de una puerta de auto llena de explosivos y que esta fue enviada al Líbano de contrabando.
El ejército libanés precisa además, en su comunicado: «La investigación de la seguridad militar demuestra que esa sofisticada red terrorista estaba en contacto desde hacía varios años con el Mossad israelí y que sus miembros fueron formados por este último, tanto en Israel como en el exterior del país. La red (…) fue equipada por los servicios israelíes con material que permitía la comunicación y la vigilancia discreta así como la identificación de los blancos seleccionados. Hay también documentos falsificados y bolsas con doble fondo.» El Mossad también ponía las municiones.
Además del reciente atentado de Sidón, que había dejados dos muertos, el jefe de la red terrorista confesó el asesinato de los cuadros del Hezbollah Ali Hassan Dieb, cometido en Arba el 6 de agosto de 1999, y Ali Saleh, perpetrado el 2 de agosto de 2003; el asesinato, con un coche-bomba, de Jihad Ahmad Jibril, hijo del comandante del Frente Popular para la Liberación de Palestina, Hamad Jibril; un intento de atentado frustrado por la policía el 18 de enero de 2005 cerca de Al-Zahrani; y finalmente una bomba cerca de Jiss Al-Nameeh, el 22 de agosto de 1999, contra un cuadro del movimiento palestino.
El ministro del Interior se negó, durante su conferencia de prensa, a vincular esta red terrorista con la serie de atentados que sacudió el Líbano después del atentado con bomba contra el ex primer ministro Rafik Hariri, cometido el 14 de febrero de 2005. El propio ministro Murr había sido objeto de uno de esos atentados: en Antelias, en el oeste de Beirut, cuando un auto estacionado al borde de la carretera explotó al paso de su propio auto, hiriéndolo gravemente. Pero, según Murr «no hay por el momento ningún indicio que permita vincular a los sospechosos arrestados (…) y los atentados dinamiteros» ya que, según dijo, «las técnicas de fabricación de las bombas no son las mismas».
Hay que señalar, sin embargo, que, según ciertas fuentes de información en el Líbano, el jefe de la red terrorista, Rafé, confesó haber «desempeñado un papel de apoyo logístico en otras operaciones». Afirmó que, desde la primavera de 2005, había entregado varias bolsas negras que contenían bombas en diversos lugares de Beirut este, en el Monte Líbano y en el sur del Líbano. El ministro libanés del Interior indicó por su parte: «comandos especiales israelíes traían por vía marítima bolsas llenas de explosivos a Rafé, quien las recibía al norte de Beirut».
Rafé afirmó también que, en ciertas acciones criminales, había trabajado con Hussein Khattab, miembro del FPLP. Este palestino, que dirige su propia red y está acusado de haber cometido asesinatos y atentados por cuenta del Mossad, desapareció después y se afirma que está escondido en Israel. Su esposa, quien fue arrestada e interrogada, proporcionó informaciones importantes que, según algunos investigadores, podrían conducir a nuevas pistas en la investigación. Según afirma Rafé, Khattab participó en el atentado cometido en Sidón, el 26 de mayo, y en el coche-bomba del 20 de mayo de 2002 que mató a Jihad Ahmad Jibril, el hijo de Ahmad Jibril, jefe del FPLP Comando General [7].
Hussein Khattab, quien fuera posiblemente reclutado por el Mossad en 1982, cuando se encontraba en una prisión israelí, fue liberado en 1985 como consecuencia de un intercambio de prisioneros y desde entonces trabajaba para los israelíes. Luego del asesinato del hijo de Jibril, el FPLP lo tuvo preso durante 6 meses en Siria (donde esta organización tiene su base) antes de que fuera entregado a la seguridad libanesa. Pero esta última lo dejó en libertad.
Según afirma Nicholas Blanford en un artículo publicado en el Times el 15 de junio de 2006: «las recientes revelaciones sobre redes israelíes de espionaje en el Líbano podrían llevar a sorprendentes implicaciones, tanto en el caso Hariri como en los 14 atentados dinamiteros, asesinatos e intentos de asesinato posteriores a ese hecho e incluidos en la investigación de Serge Brammertz».
«El caso toma un rumbo sorprendente al saberse que Hussein Khattab, miembro palestino de la red de espionaje (…), es también hermano de Cheikh Jamal Khattab, un imam radical sospechoso de haber reclutado combatientes árabes para Al-Qaeda en Irak.» [8]. Ciertos autores utilizaron ese hecho para sugerir que existía una relación entre el Mossad y Al-Qaeda, si es que esta última realmente existe.
Pero existe un vínculo aún más importante por el que habría que interesarse urgentemente –y sobre todo en la investigación sobre la muerte de Hariri. El hermano de Hussein Khattab, el jeque Jamal Khattab, colabora estrechamente con el jeque Abu Obeida. Y Abu Obeida es la persona que ayudó a Abu Adas cuando este último estaba en Ain Al-Hilweh. Y Abu Adas es designado en el primer informe de Mehlis como el kamikaze responsable del atentado contra Hariri.
El propio Mehlis confirma la relación entre Abu Adas y el jeque Abu Obeida. El servicio de seguridad Al-Ahbash ha comprobado que Adas «iba a menudo a Ain Al-Hilweh» a visitar a Abu Obeida, que se desempeñaba como «representante del jefe de Jund Al Sham» y «jefe interino del grupo terrorista Asbat Als Ansar» [9]. El investigador alemán rechazó sin embargo estas informaciones como poco confiables. Pero es precisamente a causa del rechazo por parte de un investigador aficionado como Mehlis, cuyos informes al Consejo de Seguridad de la ONU oscilan entre ficción y realidad, que habría que verificar profundamente esa información.
Para el presidente libanés Emile Lahoud esas revelaciones prueban que «Israel no ha dejado de tratar de sabotear el Líbano». Lahoud declaró que continuarían las investigaciones y que sus resultados serían entregados al enviado de la ONU, Serge Brammertz, quien dirige la comisión investigadora sobre el asesinato del ex primer ministro libanés Hariri y sobre otros 14 atentados terroristas.
El primer ministro libanés Fouad Siniora felicitó a la seguridad militar por haber descubierto las redes del Mossad y afirmó: «Consideramos esas acciones como actos de agresión contra nuestro país». El gobierno de Beirut decidió entonces presentar el caso al Consejo de Seguridad de la ONU, cuando terminara la investigación. El ministro libanés de Relaciones Exteriores, Fawzi Salloukh expresó su esperanza de que el Consejo de Seguridad se ocupara también de «las continuas violaciones del espacio aéreo libanés por aviones de guerra y cazas israelíes utilizados en la planificación de las actividades terroristas contra el Líbano» [10]. En cuanto al ministro libanés de Información, Ghazi Aridi, este habló incluso de que la comunidad internacional, ante «las contundentes pruebas presentadas por su país, condenaría la agresión constante y las belicosas intenciones de Israel.».
Por su parte, las autoridades israelíes, que niegan toda implicación en los atentados del 26 de mayo en Sidón contra el jefe de la Yihad Islámica, se negó a responder a las declaraciones de Rafé. Sólo el diario israelí Jediot Aharonot reclamó la creación de una comisión investigadora sobre el asunto [11].
Meir Dagan, el jefe del Mossad, en la tormenta
Pero el siguiente incidente fue más impresionante todavía. Según el servicio israelí de información Debka File, fue el propio Meir Dagan, antiguo compañero de armas de Ariel Sharon y actual jefe del Mossad, quien reclutó al criminal Rafé. El agente arrestado confesó que el propio Dagan lo había reclutado en 1989 para crear un «centro logístico y de inteligencia que prepararía el terreno para las operaciones israelíes contra los objetivos seleccionados por el Estado hebreo» [12]. En 1981, Meir Dagan, quien era entonces oficial de Tsahal, ocupaba el puesto de comandante del sur del Líbano, ocupado por los israelíes. Dagan había organizado atentados con coches-bomba destinados a la eliminación de cuadros palestinos. Al convertirse en jefe del Mossad, en 2002, se apresuró a aplicar ese mismo método de asesinatos selectivos en el Líbano [13].
Durante sus acciones en el país del cedro, los servicios israelíes ponían especial cuidado en no informar a sus colaboradores libaneses sobre la identidad del verdadero «blanco» de cada operación. El papel de dichos colaboradores consistía «simplemente» en depositar «elementos» en ciertos lugares secretos donde debían recuperarlos, en su debido momento, los «colegas» israelíes. En el caso de Mazoub, por ejemplo, dos agentes del Mossad llegaron con pasaportes falsos por el aeropuerto de Beirut, tres días antes del atentado. Dichos agentes prepararon el coche-bomba en Sidón y salieron del país poco después del «éxito de la operación». Los colaboradores libaneses recibían el «equipamiento» proveniente de Israel por vía terrestre, entre Kfarkila y Chebaa o mediante enlaces marítimos clandestinos. Rafé, entrenado en Israel, estaba en contacto directo con el Mossad desde su casa en Hasbaya y utilizaba comunicaciones codificadas; Israel le había entregado una computadora de último modelo, equipos de grabación y pasaportes falsos, documentos y licencias. Durante los registros, los investigadores encontraron también un aparato electrónico que permitía transmitir las coordenadas de los «blancos» seleccionados a los aviones israelíes.
Los libaneses estaban muy molestos. El 24 de junio de 2006, dos semanas antes del comienzo de la guerra, el ministro libanés de Relaciones Exteriores, Fawzi Salloukh, declaró que «se reservaba el derecho de recurrir al Consejo de Seguridad de la ONU para que este se ocupara del espionaje del Mossad israelí, recientemente descubierto en el Líbano». Salloukh también declaró que quería comunicar al secretario general de la ONU, Kofi Annan, las informaciones recogidas sobre la red israelí de espionaje y las personas implicadas. El ministro estaba furioso porque la ONU no había incluido el caso en su informe mensual. «Este caso es muy peligroso, sobre todo debido a la violación del espacio aéreo libanés por los israelíes.» [14].
Cuando los libaneses tuvieron finalmente el coraje de presentar al Consejo de Seguridad de la ONU una queja contra Israel por «sabotaje continuado y violación de la integridad territorial», el representante de la ONU Gere Pederson, el embajador británico James Watt y el embajador estadounidense en Beirut Jeffrey Feltman corrieron como gallinas ante el zorro y se pusieron a mover los hilos para sacar del lío a su cómplice israelí.
A Feltmann se le ocurrió una idea. Según su visión de las cosas, no fueron «los servicios secretos libaneses sino el Hezbollah» el que «descubrió» la red de espionaje, lo cual significaba «un intento (por parte del Hezbollah) de ir más allá de sus atribuciones en el seno de la coalición gubernamental.». Para el Señor SabeloTodo de Estados Unidos, «ese factor podría tener una influencia negativa en las relaciones líbano-estadounidenses y afectaría también la ayuda militar al país».
Por su parte, David Satterfield, consejero para las cuestiones iraquíes de la secretaria de Estado Condoleezza Rice, llegó incluso a advertirle a Damasco que «la stabilité de la Syrie (!) podría verse amenazada por el extremismo en Irak.». Según Satterfield, el Hezbollah no se conformaba con actuar contra «el enemigo hereditario» israelí en la frontera sur del Líbano sino que también había participado «activamente, al lado de Irán, en acciones violentas (en Irak) que habían causado la muerte de soldados iraquíes, estadounidenses, británicos y de otros países de la coalición. La participación iraní en esta violencia adopta formas múltiples pero su aspecto más nocivo es probablemente la diseminación de artefactos explosivos sofisticados y hay que poner fin a eso.». Satterfield se negó a ofrecer detalles, contentándose con agitar bajo las narices de la «Internacional democrática» la misma afirmación que ya había proferido Dagan: Irán y su «hijo bastardo», el Hezbollah, son los responsables directos del terror y de los atentados dinamiteros en Irak.
A mediados de junio de 2006, durante una conferencia de prensa con el belicoso Donald Rumsfeld, el general George Casey, comandante del ejército estadounidense en Irak, remachó el mismo argumento: «Tenemos indicios de que el Hezbollah está siendo utilizado para ciertas acciones de entrenamiento de los iraníes».
El objetivo de toda esta agitación y de estas elucubraciones estadounidenses era poner freno a las interrogantes cada vez más numerosas en las que se planteaba que, en vez de Siria, podía ser Israel el implicado en el atentado contra el ex primer ministro Rafic Hariri.
Asesinato de Hariri: ¡no ignorar la pista israelí!
El 26 de junio, el autor del presente artículo envió una carta abierta a Kofi Annan, secretario general de la ONU, y a Serge Brammertz, responsable de la Comisión Investigadora Internacional e Independiente de las Naciones Unidas (UNIIIC), encargado de encontrar a los culpables del asesinato del ex primer ministro libanés. La carta les fue entregada directamente y su texto se publicó también en Internet mientras que una traducción al árabe aparecía en primera plana del diario libanés Ad Diyar:
Muy estimados señores:
Gracias al eficaz trabajo investigativo del ejército libanés, la Comisión Internacional e Independiente de las Naciones Unidas (UNIIIC) se encuentra desde hace días en una ventajosa situación que suscitaría la envidia de cualquier investigador criminalístico del mundo que tuviese que resolver un caso cuyos autores son desconocidos. El señor Brammert tiene a su disposición una banda de malhechores detenidos, cuyo interrogatorio permitirá quizás obtener nuevas pistas para aclarar la investigación sobre el crimen cometido contra Rafic Hariri e incluso identificar a sus verdaderos instigadores.
Como usted sabe, la seguridad militar libanesa descubrió recientemente dos redes terroristas instauradas por el Mossad, servicio secreto israelí, y que se dedicaban desde hace años al espionaje, al sabotaje y a [cometer] asesinatos y atentados con coches-bomba en el Líbano, contra palestinos y activistas del Hezbollah. Una de sus más recientes víctimas es Mahmud Majzoub, jefe de la Yihad Islámica, asesinado en mayo pasado en Sidón mediante un coche-bomba. Al parecer fue un avión militar israelí el que detonó la bomba, mediante un láser. Además, la banda confesó, entre otras cosas, el asesinato de los cuadros del Hezbollah Ali Saleh, en 2003; Ali Hassan Dieb, en 1999, y Jihad Jibril, en 2002.
Se ha comprobado que fue Meir Dagan, actual jefe del Mossad, quien reclutó personalmente a uno de los «jefes» de la red terrorista, el druso Mahmud Rafé. Este último confesó haber sido reclutado en 1989 por Dagan para crear un centro de apoyo logístico y de búsqueda de información para preparar el terreno para las operaciones israelíes contra blancos terroristas. Los libaneses estaban encargados de recibir el equipamiento necesario para esas operaciones y de depositarlo en los lugares donde sus «colegas» israelíes pudiesen recuperarlo. De esa forma, en el caso Majzoub, dos agentes del Mossad con pasaportes falsos llegaron a Beirut 3 días antes del atentado. Prepararon el coche-bomba en Sidón antes de salir del país poco después del «éxito» de la operación. Los colaboradores israelíes recibían todo su equipamiento de Israel, mediante un contacto terrestre entre Kfarkila y Chebaa así como por vías marítimas clandestinas. Rafé, entrenado en Israel, estaba directamente en contacto con el Mossad desde su casa en Hasbaya y se comunicaba mediante sistemas codificados; Israel le había entregado una computadora de última tecnología, aparatos de grabación así como pasaportes falsos, documentos y permisos, y otros equipos. Durante el registro, los investigadores también encontraron un aparato electrónico que permitía transmitir las coordenadas de los «blancos» seleccionados a los aviones israelíes. En 1981, Dagan, oficial del ejército israelí, era comandante en el sur del Líbano ocupado y responsable de la campaña de coches-bomba contra jefes palestinos. Cuando, en 2002, se convirtió en jefe del Mossad, reactivó, en el Líbano, ese método de asesinato.
Independientemente de la decisión del Líbano de hacer uso o no de su derecho a presentar una queja contra Israel ante el Consejo de Seguridad de la ONU por «sabotaje continuado y violación de su territorio», es importante que ustedes, señores, actúen sin demora para que no se pierda tiempo y no se perjudique la investigación. La opinión mundial preferiría conocer, hoy mejor que mañana, la verdad sobre los responsables del infame atentado que costó la vida a Rafic Hariri.
Por consiguiente, en nombre también de numerosos amantes de la verdad y de militantes por la paz del mundo entero, les ruego que extiendan el campo de su investigación sobre el asesinato de Hariri y que estudien la hipótesis de una implicación de Israel y del Mossad así como de sus colaboradores locales.
Dado que ese tipo de actos criminales del Mossad –como lo ha demostrado el caso Majzoub– no puede realizarse sin la aprobación del primer ministro israelí, le invito, muy estimado señor Annan, a que permita que la UNIIIC –de ser necesario por resolución del Consejo de Seguridad de la ONU– interrogue a los responsables del gobierno israelí, y en primer lugar al primer ministro Ehud Olmert y al jefe del Mossad, Meir Dagan. En efecto, como lo demuestran las investigaciones de la seguridad militar libanesa, Israel dispone de una amplia experiencia y de un especializado “savoir faire” en la criminal y cobarde actividad de la organización de atentados con el uso de coches-bomba.
Por otra parte, la UNIIC y Serge Brammertz así como los minuciosos investigadores tienen la oportunidad única de lograr penetrar un aparato terrorista que actúa con un nivel logístico y técnico muy elevado, lo cual les permitirá obtener respuesta a numerosos interrogantes que se mantienen abiertas en su investigación –o por lo menos entender mejor y comparar ciertos elementos. Y, sobre todo, descubrir los métodos de alta tecnología utilizados en la ejecución del atentado contra Hariri.
Como se dice en este oficio, sigan el rastro mientras que todavía está fresco.
Claro está, paralelamente a esto deberían verificar si el ambiguo testigo Mohammad Zuheir al-Saddiq, interrogado por Detlev Mehlis, no es también miembro de esta red del Mossad. No olviden que sus muy dudosas declaraciones dieron lugar a que los ex policías Ali Al Hajj, Jamil El Sayyed, Mustafa Hamdan y Raymond Azar estén encarcelados desde 2005 y mantenidos incomunicados… sin que ninguna prueba válida haya sido presentada contra los acusados. Esa situación, y ustedes lo saben por experiencia, es indigna de las democracias europeas. Les ruego que verifiquen sin demora si, además de motivaciones como la venganza política, existen pruebas reales que justifiquen el mantener detenidos a esos hombres. De no ser así, en virtud de los principios de un Estado de derecho, esos cuatro presuntos inocentes deben ser puestos en libertad. De resultar que el derecho libanés no prevé ese tipo de situación, le ruego entonces, señor Kofi Annan, que presione a los responsables libaneses, de ser necesario amenazándolos con una denuncia por posible violación de los derechos humanos.
Les ruego que tengan a bien estudiar sin más demora la hipótesis de una implicación israelí. Esa pista podría resultar la clave de la solución de la investigación sobre el abominable asesinato de Hariri. Les deseo éxito en esta empresa y que, mediante un enfoque objetivo, logren resolver rápidamente el caso y puedan anunciar pronto los resultados a la opinión pública internacional.
Saludos respetuosos
Jurgen Cain Kulbel, Berlín Autor del libro «Mordakte Hariri. Unterdrückte Spuren im Libanon», marzo de 2006 [15]
Cuatro días antes del comienzo de la guerra, los agentes del Mossad estaban en estado de alerta
Entretanto, los preparativos israelíes para la guerra habían entrado en su última fase. El 7 de julio, el Daily Star nos informaba que «el ejército israelí se encuentra desde hace dos semanas en estado de alerta máxima» a lo largo de la frontera libanesa «y ha recomenzado sus violaciones del espacio aéreo libanés» [16].
Cuatro días después, el martes 11 de julio de 2006, el boletín informativo del canal televisivo Al Manar anuncia que el gobierno libanés exige del Consejo de Seguridad de la ONU, en Nueva York, una resolución –o como mínimo una declaración– de condena, en nombre del derecho internacional, de las actividades terroristas perpetradas por Israel en territorio libanés desde principios de año. El boletín de Al Manar precisa por otro lado que fuentes diplomáticas anónimas en el Líbano indicaron que «países occidentales ejercen presiones sobre Beirut para que no exija que el Consejo de Seguridad convoque a una reunión sobre las redes del Mossad en el extranjero.» [17]».
El ministerio libanés de Relaciones Exteriores confirmó ese mismo día que «entre los presionaron a los representantes del gobierno libanés» para obligar a Beirut a abandonar sus exigencias al Consejo de Seguridad «se encontraba también el embajador estadounidense Jeffrey Feltman». El ministerio libanés de Relaciones Exteriores prosigue «deplorando que las potencias occidentales practiquen una política de doble rasero pero Beirut continuará exigiendo una reunión del Consejo de Seguridad sobre la cuestión» [18].
Horas más tarde, la milicia del Hezbollah hacía prisioneros a los dos soldados, dando así un pretexto a la máquina militar israelí para desencadenar su inhumana guerra, planificada desde mucho antes, contra el Líbano. Pero, a pesar de los bombardeos, los servicios de seguridad libaneses prosiguieron su trabajo.
El diario Liwaa, publicado en árabe en Beirut, publicaba así, el 27 de julio de 2006, que las autoridades habían arrestado a 53 personas desde el principio de la guerra «por entendimiento con el enemigo y por haberle transmitido información y haber señalado localidades que fueron después atacadas por aviones de combate y barcos de guerra enemigos.». El diario de Beirut Ad Diyyar escribía el día anterior que más de 70 agentes habían sido arrestados hasta ese momento, sospechosos de espionaje a favor del enemigo, 20 de ellos sólo en los barrios periféricos del sur de Beirut.
El domingo anterior, el reputado diario libanés Al Safir había publicado un artículo en el que se relataba que uno «de los responsables de esa red de espionaje» había confesado durante el interrogatorio que «cuatro días antes de la captura de los dos soldados, Israel había puesto a todos sus agentes en alerta máxima y había dado órdenes y tecnología a los agentes durmientes para que vigilaran los diferentes centros así como las oficinas del partido Hezbollah en todo el territorio, pero sobre todo en la periferia sur de Beirut».
Según ese mismo diario, una «personalidad de alto nivel en los servicios secretos israelíes» habría proporcionado información sobre «una red que se extendía sobre el territorio libanés, compuesta de numerosos agentes israelíes en Beirut y en el sur del Líbano, y activa desde hace muchos años». La policía libanesa habría arrestado a un «israelí que habría confesado haber marcado varios edificios en Beirut con un polvo fosforescente para que la aviación israelí los localizara y bombardeara con precisión. Este agente habría conducido también a la policía a escondites que contenían aparatos sofisticados y equipos de espionaje». El artículo prosigue diciendo que «los miembros de esta red tenían acceso a tecnología sofisticada y aparatos de comunicación de última generación que permitían identificar con precisión blancos [situados] en la periferia sur de Beirut, marcarlos y guiar a los bombarderos israelíes hacia esos blancos.». La cadena de televisión Al Arabija ya había anunciado, el 20 de julio de 2006, que los espías habían preparado los bombardeos, incluso antes del comienzo de las hostilidades, al comunicar al ejército israelí «informaciones sobre blancos libres. Según el diario Liwaa, los agentes israelíes también utilizan pintura fosforescente para facilitar la labor de los pilotos de los bombarderos.»
En los círculos de la inteligencia se estima que «las confesiones de los sospechosos arrestados en los últimos días podrían permitir el descubrimiento de cierta cantidad de células israelíes de espionaje en el Líbano». Se sabe, por fuentes informadas, que « la envergadura de las acciones realizadas por la red de espionaje descubierta durante los últimos días sobrepasa ampliamente a todas las demás redes descubiertas hasta ahora.» Por supuesto, hasta ahora el ejército israelí se ha negado a comentar el tema.» [19]
En conclusión
A pesar de la inhumana guerra de Israel contra el Líbano y de las investigaciones de las autoridades libanesas sobre la envergadura de las actividades criminales del Mossad en el país del cedro, los «líderes democráticos» del mundo occidental se siguen negando tan siquiera a tomar en cuenta la hipótesis de que el Estado de Israel pueda estar implicado en el asesinato de Hariri y en la campaña de atentados que estremeció posteriormente el Líbano.
El presidente francés Jacques Chirac, cuyo intelecto aparentemente se niega incluso a considerar los resultados de las investigaciones de los servicios de policía libaneses, siguió proclamando, en plena guerra, que Siria tenía que aceptar participar en la investigación sobre los autores del atentado contra Hariri –es indudable que hablaba también a nombre de sus compadres de Inglaterra, Estados Unidos e Israel, entre otros.
Y su ministro de Relaciones Exteriores, Philippe Douste-Blazy, advirtió a Siria, el 25 de agosto de 2006, ante los micrófonos de la radio RTL, que «no explote el conflicto israelí-libanés para tratar de regresar a la comunidad internacional y abstenerse de participar en la investigación (sobre el asesinato de Hariri)» [20].
¿Qué conclusión se puede sacar de todo esto? Que, a pesar de tener las manos cubiertas de sangre, Israel sigue siendo considerado inocente. Y que sus cómplices están en los palacios presidenciales de Europa y del otro lado del Atlántico, donde fingen creer en la democracia.
Jürgen Cain KülbelAncien enquêteur de la police criminelle de RDA (1974-1988), Jürgen Cain Külbel est journaliste au Neues Deutschland. Dernier ouvrage publié : Mordakte Hariri. Unterdrückte Spuren im Libanon.Los artículos de esta autora o autor

[1] «Hisbollah im Visier der États-Unis und Israels», por Jurgen Cain Kulbel, Nenes Deutschland, 7 de julio de 2005.
[2] «Quo vadis, Hisbollah?», por Jurgen Cain Kulbel, Junge Welt, 20 de julio de 2005.
[3] «Attentat vereitelt», Jurgen Cain Kulbel, Junge Welt, 12 de abril de 2006.
[4] «Im Terrorsumpf», Jurgen Cain Kulbel, Junge Welt, 19 de abril de 2006.
[5] «Israelischer Bombenterror», por Jurgen Cain Kulbel, Junge Welt, 31 de mayo de 2006.
[6] «Israeli Plane Detonated Bomb That Killed Two Islamic Djihad Officials, Defense Minister Says», An Nahar, 16 de junio de 2006.
[7] «Beirut steps up search for head of terror group tied to Mossad», por Karine Raad, Daily Star, 20 de junio de 2006.
[8] «Lebanon exposes deadly Israeli spy ring», por Nicholas Blanford, Times, 15 de junio de 2006.
[9] «Jund al-Sham and Mossad?», por Ahmed Abu Adas, 16 de junio de 2006.
[10] «Lebanese demand UN action on Mossad cell», por Rym Ghazal, Daily Star, 17 de junio de 2006.
[11] «Haftbefehl für Mossad-Terroristen», por Jurgen Cain Kulbel, Junge Welt, 14 de junio de 2006.
[12] «An exploding car door detonated by an Israeli plane over Lebanon is suspected of killing the brothers Mahmoud and Nidal Mahjub in Sidon», 26 de mayo de 2006.
[13] «Mossad’s new chief revives Israel’s death squads», por Ed Blanche, Daily Star, 24 de mayo de 2003.
[14] «Lebanon Condemns U.N. for Ignoring «Israeli Spy Network»», 25 de junio de 2006
[15] carta publicada el 2 de julio de 2006 en primera página del diario libanés Ad Diyar.
[16] «Jewish state maintains ’high alert’ on Lebanese border», por Nada Bakri, Daily Star, 7 de julio de 2006.
[17] «Western countries urge Beirut not to call for a UN Security Council meeting over the captured Israeli network», 11 de julio de 2006.
[18] «USA und Frankreich schützen Mossad», por Jurgen Cain Kulbel, Junge Welt, 14 de julio de 2006.
[19] «Vorhut der Invasoren», por Jurgen Cain Kulbel, Junge Welt, 28 de julio de 2006.
[20] «France Warns Syria Against Using Lebanon to Shun Hariri Probe», An Nahar, 25 de agosto de 2006.

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Atentado contra Rafic Hariri: ¿Investigación falseada?



por Silvia Cattori*,

Red Voltaire
22 de septiembre de 2006


Ex investigador criminalista en la antigua RDA, convertido en periodista después de la reunificación alemana, Jurgen Cain Kulbel redactó una contrainvestigación crítica sobre el asesinato del ex primer ministro libanés Rafic Hariri, documento que la Red Voltaire presentó al público árabe en Damasco, el 7 de mayo pasado, durante una conferencia de prensa ampliamente difundida. En esta entrevista, Jurgen Cain Kulbel aborda nuevamente el papel político de la Comisión de la ONU y la pista inexplorada de la responsabilidad israelí.

Atentado contra Rafik Hariri, Beirut, 14 de febrero de 2005.

Silvia Cattori: Investigar el asesinato del primer ministro libanés Rafic Hariri siendo un simple periodista que trabaja solo, sin apoyo, cuando ya existía una comisión investigadora de la ONU que disponía de medios ilimitados para hacer ese trabajo, debe haber sido una empresa arriesgada.
Jurgen Kulbel: ¿De qué sirven una multitud de investigadores altamente calificados y medios casi infinitos de logística, de técnica criminalística y otros recursos de apoyo si durante la investigación del crimen se violan conscientemente todos los principios de los procedimientos habituales de investigación? Cuando se trata de investigar crímenes para descubrir a un culpable desconocido los investigadores acostumbran a seguir diferentes pistas para descubrir la que lleve a la persona que ordena el crimen. En el caso de Hariri, desde el primer día y aparte de varias otras pistas, las investigaciones deberían haberse desarrollado paralelamente en las direcciones siguientes, particularmente importantes: el Mossad, la CIA, los socios comerciales de la víctima y los libaneses residentes en el exterior. Pero no fue así como se hicieron las cosas. Por consiguiente, yo seguí una de esas pistas «abandonadas» que, a mi entender, resulta particularmente importante. Así empezó mi primer trabajo sobre el asesinato de Hariri.
Silvia Cattori: ¿Cómo tomó usted la decisión de trabajar sobre un tema tan amplio?
Jurgen Kulbel: Lo diré muy claramente. Después del asesinato, tuve enseguida la desagradable impresión de que lo que estábamos viendo no era tanto un fracaso de las investigaciones como que los investigadores de la ONU seguían –y continúan siguiendo– nada más que la pista siria. Me parecía sobre todo que la investigación era en sí misma un hecho criminal y premeditado, como en la primavera de 2003, cuando la falsificación y la fabricación de «pruebas» por parte de Estados Unidos y sus vasallos –una criminalidad de cuello blanco que quedó impune, situada al más alto nivel político– ayudó a legitimar la invasión de Irak, que fue una violación del derecho internacional. A mi entender, se trataba en ambos casos de un engaño inicial cometido por personas que dicen representar a las Naciones Unidas e instaurar la democracia cuando en realidad buscan someter a la humanidad o por lo menos participar en ese proceso de sometimiento.
Para responder finalmente a su pregunta sobre el caso Hariri, me parecía que la comisión que dispone de «medios de investigación ilimitados» sirve para engañar al público para completar el fraude. Se trataba, por así decirlo, de un crimen cometido en el marco de la investigación sobre otro crimen. Eso me parece monstruoso y me sigue irritando.
Silvia Cattori: ¿Usted investigó sobre el terreno?

Jürgen Cain Külbel
Jurgen Kulbel: Sí, pero de eso hablaré en mi próximo libro [1]. Permítame hacer sobre ese punto una observación que tiene que ver con los indicios materiales que las comisiones de la ONU habían reunido. En este momento se plantea la cuestión de saber si, de forma general, ese material tiene (todavía) alguna utilidad. ¿Qué pasó con ese material durante la guerra de julio en el Líbano? ¿Qué fue lo que el belga Serge Brammertz se llevó dos días después del comienzo de la guerra, cuando se fue a Chipre huyendo de las bombas israelíes? Las manos que tocaron libremente ese material durante los bombardeos son tantas que ya no es posible reconstituir nada ni tomarlo en serio.
¡También resulta injustificable olvidar los vínculos entre el impúdico John Bolton, embajador de Estados Unidos en Naciones Unidas, y Serge Brammertz! Bolton, quien dijo que esperaba que el sucesor de Mehlis fuera un clon [del propio Mehlis], y el sucesor designado fue Brammertz, parece hasta ahora extremadamente satisfecho con lo que ha hecho el belga. Eso es una señal de alarma ya que Bolton, uno de los mayores criminales de guerra vivos, es un hombre que contribuyó masivamente a la fabricación de pruebas para legitimar la guerra contra Irak.
Además de eso, hemos podido leer en todos los informes publicados hasta ahora que las comisiones de la ONU no han podido presentar información alguna que pudiera servir para identificar a los culpables. Mehlis fracasó de forma lamentable el año pasado porque ignoró claros avisos y porque pensaba que pondría a Damasco de rodillas, con el apoyo de EE.UU. y de las Naciones Unidas, favoreciendo así a Bush y compañía. Su «trabajo», sólo hay que recordar las extrañas audiencias de los testigos, no merece otra cosa que los cestos de basura de la criminología o aparecer en los seminarios para futuros juristas y criminalistas como ejemplo de lo que no se debe hacer.
Silvia Cattori: ¿A qué conclusiones llegó usted sobre lo más importante y qué aspectos de sus conclusiones contradicen las de Mehlis?
Jurgen Kulbel: De manera general, mis conclusiones no tienen nada en común con las de Mehlies. Es una lástima que mi libro Mordakte Hariri (El caso Hariri) [2], disponible en alemán y en árabe, no haya sido traducido aún a otros idiomas porque esa pregunta me la hacen a menudo. El objetivo de mi trabajo no fue nunca refutar los dos informes de Mehlis. Yo quería más bien demostrar lo absurdo de las investigaciones de las comisiones de la ONU, que conducen a un callejón sin salida inadmisible en criminología. Lo demuestro probando que hay otra pista muy importante que no podía ser ignorada. Normalmente, investigadores honestos simplemente no podían darse el lujo de ignorar pura y simplemente pistas como aquellas con las que yo trabajé. Pero esa ignorancia demuestra claramente que la comisión de la ONU hace su trabajo de manera muy parcializada. Eso debería ser considerado normalmente como un veneno que mata una investigación criminal objetiva. Pero, para «investigadores en jefe» que sólo buscan satisfacer servilmente los intereses políticos de quienes les imparten sus órdenes, es como una poción mágica. En lo tocante a todo eso, todos esos señores implicados –que, como peces muertos, nadan a favor de la corriente y con la boca cerrada– tendrán que arreglárselas con su conciencia, si la tienen.
Yo pido aquí, una vez más, que se interrogue a Richard Perle o a Daniel Pipes, un hombre que, por lo menos en Alemania y en otras circunstancias, ya habría sido enviado a la cárcel por demagogo. O que se interrogue a Abdelnur, o a Najjar, o a Kahl y a todos los que no tienen las manos limpias, a los que querían deshacerse de Hariri, a los que querían derrocar al gobierno libanés y que yo menciono en mi libro. Ellos habían preparado ya la violencia en el plano teórico, y algunos de ellos ya habían matado a Hariri verbalmente o lo habían puesto en su lista negra. ¿Por qué ninguno de esos individuos ha sido interrogado hasta ahora, por lo menos a título evaluativo, por los investigadores en jefe que se hacen pasar por héroes y que pretenden que sus vidas están amenazadas en el Líbano? La comisión se ridiculiza con todas esas lagunas y, quiera o no, se prostituye indirectamente.
Los medios de prensa serios tienen ahora que presionar a la comisión de la ONU. No estoy hablando de detalles, de pistas, del contenido de los interrogatorios. Se trata de poner en tela de juicio la objetividad de la investigación, objetividad que no existe porque los miembros de la comisión cierran concientemente los ojos para no ver una pista muy importante. Así los responsables, y también el presidente Chirac, pueden seguir derrochando palabras bonitas y engañosas.
Silvia Cattori: ¿Entonces, usted llegó a la conclusión de que Siria no es responsable del asesinato de Rafic Hariri, contrariamente a lo que dijo Bush?
Jurgen Kulbel: Los acólitos de Bush sabían lo que hacían cuando dejaban a su líder decir en Washington, cuando el cuerpo de Hariri no estaba frío aún, que los organizadores del crimen están en Damasco. Los medios drusos y libaneses antisirios se hicieron eco rápidamente de esas acusaciones. La canción que entonó entonces el primer comisario, el irlandés Peter Fitzgerald, en marzo de 2005, sobre el salvoconducto que tenía que ver con la vigilancia del lugar del crimen y la conducción de la investigación en el terreno, era calculada y rezumaba una condescendencia de estilo colonial. Todo el mundo sabía que –comparados con nuestras normas– la policía libanesa y los servicios secretos no disponían de suficiente personal especializado, de equipamiento técnico, de métodos de investigación médico-legales y criminalísticos, ni de la logística y de la experiencia que se necesitan para investigar un crimen capital de esta envergadura. ¿Y de dónde diablos hubiesen podido sacar todo eso? Los responsables del Potomac y los servicios que planificaron el atentado contra Hariri sabían bien que si los libaneses se encargaban de la investigación primaria era ciento por ciento seguro que se producirían negligencias. Además, en el mundo entero no es nada extraño encontrar ese tipo de errores y negligencias durante las investigaciones criminales policíacas. Y, en el caso preciso del atentado contra Hariri, esos «errores y negligencias» iban a servir de pretexto para dirigir las primeras sospechas hacia un supuesto complot líbano-sirio.
Esa ficción fue alimentada primeramente por un corresponsal periodístico en el Medio Oriente, Robert Fisk, que, mucho antes de la publicación del informe de Fitzgerald, dio en el diario británico The Independent una imagen errónea de la situación al afirmar que los investigadores estaban convencidos de que se habían falsificado pruebas «en las más altas esferas» de los servicios secretos y que el informe de la ONU sería «devastador». Fisk no indicaba sus fuentes pero predecía que el presidente estadounidense George W. Bush anunciaría pronto que «oficiales sirios y quizás oficiales libaneses de los servicios secretos militares» estaban «implicados» en el asesinato. En aquel entonces, la Casa Blanca publicó un desmentido que debe ser considerado en realidad como una hipocresía.
Silvia Cattori: ¿Qué objetivos perseguían los asesinos de Hariri?
Jurgen Kulbel: Un demonio está haciendo daño en el mundo entero. En el marco de la restauración global de las relaciones existentes antes de la división en un campo comunista y un campo capitalista, y motivados por los intereses geoestratégicos y económicos del capital, los defensores de las formas de poder occidentales, erróneamente consideradas como democracias, utilizan supuestas «revoluciones democráticas» –una variante golpista menos costosa– para eliminar gobiernos indeseables.
En 2003, mientras que los emperadores de ultramar y sus paladines anglosajones estaban en plena campaña militar contra Irak, los criminales de guerra se dieron rápidamente cuenta de que estaban haciendo mal las cosas: la «pacificación» de Irak no acababa de producirse ni tampoco su efecto de dominó, o sea la liquidación del panarabismo que debía provocar la caída de otras autocracias y dictaduras vecinas, llevar a la balcanización de Arabia, hacer así más fácil el dominar y explotar [esa región] y permitir poner a Israel en posición hegemónica.
Muy nervioso, el Emperador Bush Junior sacó de su sombrero a la glacial afroamericana Condoleezza Rice y la nombró secretaria de Estado. Desde entonces, de manera abierta o encubierta, Rice apoya y financia –como también lo hacen los que se benefician con la guerra y el vicepresidente Dick Cheney o el comandante en jefe del poder terrorista estadounidense y servidor del «Big Oil» Donald Rumsfeld– «movimientos de resistencia» tendientes a obtener, a la fuerza, cambios de régimen en los Estados de la antigua Unión Soviética o en el Medio Oriente, y también en las regiones cerca de las cuales se planee la construcción de oleoductos.
La ayuda financiera y «logística» la ponen, entre otros, la asociación Freedom House dirigida por el ex director de la CIA James Woolsey, la United States Agency for International Development (USAID), el Open Society Institute de George Soros –uno de los hombres más ricos del mundo–, la National Endowment for Democracy (NED), y también el gobierno de Tony Blair.
Desde la llegada de Rice, el mundo se «regocijó» con la aparición de efímeras revoluciones «democráticas» dignas de un mercado de verduras: naranja en Ucrania, de terciopelo en Georgia, de los tulipanes en Kirguizia, así como la «Revolución de los cedros», desencadenada durante la primavera de 2005 luego del atentado contra el ex primer ministro libanés Rafic Hariri. Esta última «revolución» la dirigió el feudal druso Walid Joumblat, autor de importantes masacres durante la guerra civil libanesa.
Silvia Cattori: ¿Rafic Hariri había llegado casi al final de su mandato?
Jurgen Kulbel: Eso no tenía importancia. Para actuar eficazmente sobre la opinión pública había que eliminar a una figura prominente de la vida pública y política para exacerbar así la cólera del pueblo libanés. Para desencadenar la «revolución de los cedros» –un concepto sacado de la caja de ideas neoconservadora– nada mejor que el asesinato de un Hariri, o sea la liquidación de una figura representativa del Líbano que dirigía el Estado como si fuera su propiedad personal.
Silvia Cattori: ¿Tuvo usted contactos con la Comisión Mehlis durante sus investigaciones?
Jurgen Kulbel: Me parecía inútil precisamente porque yo seguía una pista completamente distinta. Después de la fastidiosa lectura de cientos de expedientes y de miles de páginas que habían pasado por las manos del alemán (Mehlis), a usted le da la impresión de que la señora Justicia se arranca la venda de los ojos y trata de pegarle con la balanza. A partir de ahí usted pierde las ganas de ponerse en contacto con Mehlis. A pesar de todo, me puse en contacto con él debido a un punto en específico. Se trataba de unos transmisores de interferencia que formaban parte del equipamiento de los autos del convoy de Hariri y que, según una fuente anónima, eran de origen israelí. En aquel momento, [Mehlis] afirmó estar sujeto al secreto profesional y transmitió mi pedido a Brammertz. Apenas salió la versión alemana de mi libro Mordakte Hariri, él rompió su «voto de silencio» –ignoro si lo hizo de acuerdo con Brammertz o a título personal– y declaró en entrevista al diario libanés Daily Star, el 21 de abril de 2006: «Las afirmaciones que figuran en ese libro, como la de que los transmisores de interferencia utilizados por Hariri eran producto de una empresa israelí, son completamente falsas y simplemente ridículas. Yo y algunos miembros de la comisión de la ONU examinamos esa cuestión y el sistema utilizado por Hariri había sido importado de un país de Europa Occidental».
Bueno, «importado» no es lo mismo que producido. Lo cual nos remite a la pregunta clave que no me contestó Gil Israeli, ex miembro de los servicios secretos y jefe de la empresa israelí que produce esos transmisores de interferencia. Yo le pregunté: «¿Usted quiere decir que usted no puede excluir que Hariri haya podido adquirir, por trasmano, transmisores de interferencia producidos por su empresa?» También es posible que la adquisición se haya hecho mediante una de esas empresas europeas que son sólo buzones y para las que, tratándose de «ciertos casos» y de «clientes especiales», es posible pasar por alto las instrucciones estrictas del ministerio israelí de Defensa en cuanto a la exportación.
Como quiera que sea, después que Mehlis puso mi tesis en tela de juicio, yo le pedí, por escrito, precisiones y explicaciones para evitar inexactitudes en la traducción de mi libro al árabe. Pero él se desvaneció como la bella durmiente del bosque. Nunca tuve respuesta.
Silvia Cattori: En definitiva, ¿si no hubiera sido por los testigos que se retractaron, Bush hubiese tenido el pretexto que quería para poner inmediatamente en ejecución sus proyectos de desestabilización contra Siria?
Jurgen Kulbel: Ciertamente. Después del Líbano, Bush contaba con el efecto de dominó y creía que Siria también sería una presa fácil. Incluso tenía ya en la mano la marioneta que necesitaba. El «líder de la oposición siria» que reside en Estados Unidos, Farid Ghadry, una especie de Chalabi sirio estaba esperando su hora. Este hombre de negocios, nacido en Alepo, presidente del Partido Reformista Sirio (PRS), fundado justo después del 11 de septiembre de 2001, es totalmente desconocido en Siria. Emigró con sus padres al Líbano a los 8 años y después a Estados Unidos donde siguió estudios de economía y marketing. Después trabajó en la industria del armamento, lo que le aportó prosperidad. Después del 11 de septiembre de 2001, creyó que había llegado el momento de ayudar a su lejana patria «con reformas económicas y políticas por la democracia, la prosperidad y la libertad». Es por eso que se integró al US-Committee on the Present Danger del que forman parte personas como Newt Gingrich y el ex jefe de la CIA James Woolsey. Impresionado por los sucesos del Líbano, Ghadry escribió, en febrero de 2005, en un artículo: «La democracia (en Siria) no será más que una ilusión hasta que el gobierno estadounidense no esté dispuesto a apoyar públicamente y a financiar convenientemente las reformas. Un encuentro en la Casa Blanca con un líder sirio demócrata podría enviar una señal fuerte a Damasco indicándole que los cambios están en marcha».
Ya a fines de marzo sus deseos fueron cumplidos por Elizabeth Cheney, hija del vicepresidente y encargada del Medio Oriente en el Departamento de Estado. En el pasado, ya ella había creado, en colaboración con el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, la Middle East Partnership Initiative (MEPI) que, con el pretexto de «reformas económicas, políticas y de la enseñanza», proporciona fondos a las fuerzas de oposición en el mundo árabe. Sólo para el año 2003 esos fondos se cifraban en 100 millones de dólares. Esta defensora de una línea dura, que tiene 36 años, presidió en Washington una reunión «no oficial» en la que participaron Farid Ghadry y «sirios de oposición». El equipo de Ghadry –en el que todos son disidentes residentes en Estados Unidos y agrupados en la «Syrian Democratic Coalition» (SDC)– discutió con funcionarios de la oficina del vicepresidente, del Pentágono y del Consejo de Seguridad Nacional el asunto de saber «cómo debilitar al régimen de Damasco» y «cómo probar que funcionarios sirios estaban implicados en maquinaciones criminales». Ghadry, que pedía que el propio presidente de Estados Unidos aumentara la presión sobre Damasco, resumió aquella reunión diciendo que el llamado a la democracia en Siria «había sido tomado muy en serio al más alto nivel del gobierno de Bush». Por su parte, él quería, «en estrecha colaboración con el gobierno estadounidense y la Unión Europea», derrocar «el régimen sirio tiránico del Baas». Hay que señalar que Ghadry, quien colaboraba estrechamente con Abdelnur, desapareció de la escena luego de haber mentido al Parlamento Europeo y ser destronado por su propio partido debido a sus «prácticas dudosas».
Todo el mundo creyó que aquello era su fin. Pero [Ghadry] salió a flote. Y lo hizo durante el encuentro mundial del American Enterprise Institute (AEI), un «think tank» neoconservador, que tuvo lugar del 16 al 18 de junio de 2006 en Beaver Creek (Colorado) y en el que se planeó posiblemente un ataque aéreo israelo-estadounidense contra Irán. Además, durante ese encuentro Cheney le dio al ex primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, que también estaba presente, la luz verde para desencadenar la guerra contra el Líbano. Entre los 64 participantes en la conferencia del AEI estaban el secretario de Defensa Rumsfeld y otros miembros de la administración Bush. Durante esa conferencia, Cheney se reunió también con Farid Ghadry. Y eso no es seguramente un buen augurio.
Silvia Cattori: ¿Qué papel desempeñó Saad Hariri, el hijo de Rafic, durante esa investigación? ¿No estuvo del lado de los libaneses que incitaron a varios miembros de los servicios secretos a prestar declaración contra Siria?
Jurgen Kulbel: Déjeme decir lo siguiente: a principios de julio de 2006, Suleiman Franjieh, presidente del partido libanés Marada, declaró durante una entrevista que se transmitió por televisión que él había sido objeto de presiones cuando era ministro del Interior. Tenía que decir que la bomba que mató a Hariri estaba enterrada para que la familia de Hariri cobrara el seguro. Hariri junior llevó a Franjieh ante los tribunales acusándolo de calumnia.
Silvia Cattori: ¿Qué pasó también con la posición de los socialistas drusos, Walid Joumblatt y Marwan Hamadeh?
Jurgen Kulbel: No quiero hablar de Joumblatt porque yo no soy siquiatra. En cuanto a Hamadeh, ¿se planteó a sí mismo la posibilidad de haberse convertido en una especie de globo de ensayo para el asesinato de Hariri? Con toda seguridad, no era él la víctima ideal para provocar un motín popular generalizado que pudiera ser canalizado en la dirección deseada. Pero al menos, como personalidad aún viva, él no era indispensable para Tel Aviv. Cuando era ministro de Inmigración, Hamadeh declaró, cuando Elie Hobeika fue víctima de un atentado: «Está claro que Israel no quiere tener testigos en contra cuando llegue el histórico proceso de Bélgica que seguramente juzgará a Ariel Sharon, culpable por las masacres cometidas en los campamentos de refugiados de Sabra y Chatila. Nosotros, en Beirut, ya sufrimos a Sharon, ese criminal, y los palestinos lo siguen sufriendo actualmente». Fueron palabras muy duras en contra de Israel. El 1ro de octubre de 2004, el propio Hamadeh fue víctima de un atentado cometido en Beirut con un coche-bomba. Él sobrevivió pero su chofer resultó muerto.
Silvia Cattori: ¿Qué pasa con los generales arrestados en relación con la investigación de Mehlis?
Jurgen Kulbel: ¿Dónde están las organizaciones de derechos humanos? En su informe Brammertz descartó el resumen redactado por Mehlis, según el cual el asesinato de Hariri no hubiera podido tener lugar sin que lo supieran miembros de alto rango de los servicios secretos sirios y libaneses. Mehlis acostumbraba a sacar de su sombrero «pruebas» en condicional, pero Brammertz se expresa de forma desacostumbradamente «misteriosa» y trata de presentar como nuevo lo que ya se sabe: Habla de un «acto terrorista altamente complejo», afirma que las personas implicadas actuaron de manera muy «profesional», que el crimen «fue planificado de forma muy eficaz y ejecutado con una disciplina individual y colectiva extraordinaria» y que «por lo menos algunas de las personas implicadas tenían que poseer experiencia en ese tipo de actos terroristas».
Así que nada va a cambiar, como nos asegura Joumblatt: «Brammertz se basa en el trabajo efectuado por Mehlis. El hecho de que el informe (…) establezca un vínculo entre todas las explosiones que se produjeron antes y después del asesinato de Hariri es una acusación formal contra el régimen sirio (…) que controlaba el Líbano en el momento del asesinato de Hariri». Se trataba, por así decirlo, de una «condena tácita del régimen sirio» ya que, según dice Joumblatt, «Brammertz es muy profesional». Lo que se prepara ahí, entre bastidores, tiene que indicarnos lo que va a pasar. En todo caso, Brammertz no tiene objeción en mantener la detención de los cuatro jefes de alto rango de la seguridad libanesa arrestados durante el verano pasado por indicación de Mehlis, aunque las pruebas contra ellos se derrumbaron por completo en diciembre pasado. Al contrario, en colaboración con la ONU, el Líbano se prepara para presentarse ante un tribunal. Hay que ser muy ingenuo para creer que Brammertz podría seguir una vía personal, o incluso una vía «amigable hacia Siria». Lo único que puede aclararnos las cosas es la «vía jerárquica» europea: Carla del Ponte, fiscal general contra Milosevic, propuso durante la primavera de 2005 a su hermano del alma Detley Mehlis para el puesto de investigador en jefe, quien a su vez recomendó en diciembre de 2005 a su amigo Serge Bremmertz para que fuera su sucesor. ¡Nadie muerde la mano que le da de comer! No es para nada seguro que el diputado sirio Mohammad Habash, que se regocijaba porque el informe de Brammerzt era «sin duda alguna una mala noticia para los enemigos de Siria», esté en lo cierto. Las hienas ya están sobre el culpable que le conviene a Bush y no están dispuestas a dejarlo ir. Naji Bustani, uno de los defensores, me dijo: «Hace meses que estoy enviando puntualmente, cada diez días, un pedido al juez de instrucción responsable que siguió en el verano de 2005 la recomendación de Mehlis de proceder al arresto de esas cuatro personas. Pero no reacciona. Nuestro sistema judicial no ofrece ninguna posibilidad de oponerse a las decisiones de un juez de instrucción. Y Mehlis lo sabía bien. Ya después de arrestados, se quedarán detenidos todo lo que quiera el juez de instrucción».
Silvia Cattori: ¿Qué significaba, según su opinión, el suicidio del ministro sirio del Interior Ghazi Kanaan?
Jurgen Kulbel: Parece que se trataba de un chantaje. Durante el verano de 2005, Estados Unidos congeló las cuentas de Ghazi Kanaan afirmando que estaba implicado en negocios ilegales en Líbano. Kanaan también mantenía una estrecha relación con Hariri en el plano financiero. Después de la ofensiva de la administración Bush, los medios libaneses no sólo reforzaron la presión sicológica sobre él sino que hasta lo llamaron «padrino de la droga». Se hablaba de un interrogatorio de Kanaan por parte de Mehlis. Es importante saber cómo se hacen esas cosas: alguien viene a verte y, sin decir una palabra, pone encima de la mesa documentos según los cuales usted recibió repetidamente grandes cantidades de dinero de la víctima, y nada más. No quiero decir más sobre ese punto sino repetir lo que dijo Walid Joumblat –ese camaleón político libanés– en un momento en que se le olvidó mentir como normalmente lo hace: «Si la publicación tan esperada del informe de la ONU sobre el atentado contra Hariri podía afectar su orgullo, eso (el suicidio) fue la reacción valiente de un hombre valiente».
Silvia Cattori: Mehlis fue descrito muy rápidamente como alguien que no tiene ninguna capacidad profesional para dirigir una investigación tan delicada. También se le reprochó el haberse apoyado en políticos libaneses corruptos y fuentes israelíes. ¿Usted confirma esas afirmaciones?
Jurgen Kulbel: En Alemania, más de uno de los que dicen conocer a Mehlis o su manera de trabajar afirman que es profesionalmente incompetente y, para decirlo de manera un poco familiar, que es un estúpido. Esa era también la opinión internacional sobre él en diciembre de 2005. Yo no creo que sea así. Como mismo los criminales desarrollan sus propias características en la realización de un crimen, Mehlis ha desarrollado su propio estilo en sus investigaciones. Si ese estilo, que se mantiene como un hilo rojo a través de su actuación, no corresponde a la imagen que generalmente tenemos de la ley y la moral, ya eso es otro asunto. Me gusta comparar eso con un deportista de alto rendimiento muy especializado. El «especialista» Detley Mehlis dispone aparentemente de características o de «cualidades» que permiten que otros puedan señalar como culpable a quién más les conviene a ellos, un culpable que él es capaz de fabricar. Siendo así es inútil contestar la segunda parte de la pregunta que usted me hace ya que él tuvo que recurrir forzosamente al tipo de elementos corruptos que usted mencionó.
Pero déjeme hacer un señalamiento que tiene que ver con Israel. Ibrahim Gambari, secretario general adjunto de las Naciones Unidas encargado de las relaciones políticas, dijo efectivamente, a fines de agosto de 2005, que Mehlis había establecido «una buena colaboración con Israel y Jordania» pero que no era así con Siria. Un verdadero chiste si se piensa en las redes del Mossad descubiertas en Líbano durante aquel año y que sembraron el terror con autos-bomba y asesinatos. Sin embargo, nadie en Naciones Unidas se interesa por establecer un vínculo entre eso y el caso Hariri. Es imposible dejar de preguntarse para qué sirve tener toda esa gente en Nueva York.
Silvia Cattori: ¿Podemos llegar entonces a la conclusión de que la comisión investigadora que se le confió a Mehlis no era más que un instrumento en manos de los neoconservadores que querían que se le atribuyera el atentado a Siria?
Jurgen Kulbel: Seguramente. Veamos el ejemplo de Serge Brammertz que es, por decirlo así, el abogado encubierto de John Bolton. Aunque el belga ha evitado, hasta ahora, culpar a Damasco del asesinato, deseo que Washington ha expresado con insistencia, y aunque ha subrayado que «la futura cooperación de los sirios será decisiva para la investigación», el famoso Bolton, conocido por sus impertinencias, se creyó en la obligación de traducir: «Brammertz nos deja entrever, de forma diplomática claro está, que Siria no siempre coopera plenamente». Eso quería decir que había que «aumentar la presión sobre Siria», de ser necesario «con una nueva resolución del Consejo de Seguridad de la ONU».
A primera vista parecía que el belga corregiría las negligencias y manipulaciones heredadas de Detley Mehlis. Quince meses después del atentado, afirmó que Hariri había muerto a causa de una explosión subterránea y por encima del suelo. Eso es lo que afirman testigos desde hace mucho. Mehlis había refutado esa posibilidad porque no se ajustaba a su teoría del complot que permitía culpar a los sirios. Él privilegiaba el ataque con bomba por encima del nivel del suelo ejecutado mediante un Mitsubishi Cancer preparado como auto-bomba con una tonelada de explosivos. Atribuía el ataque a los sirios y sacaba «testigos» de su sombrero como por arte de magia. Brammertz ya no menciona a esos «testigos», aparentemente porque hicieron sus declaraciones bajo amenaza de ser torturados o después de ser sobornados y, además, porque se habían retractado hacía mucho. Pero no descarta el material sin valor que reunió el investigador alemán ya que los cuatro ex oficiales libaneses, a los que Mehlis acusaba –basándose en los testimonios en duda– de haber organizado el atentado en colaboración con los servicios secretos sirios, siguen estando incomunicados.
Esos cuatro militares van a tener muchos problemas porque Bolton dice que «Brammertz basa su investigación en las conclusiones de su predecesor, a pesar de las divergencias que aparecen. Está claro que va a seguir la misma vía». Brammertz quiere presidir personalmente el Tribunal Internacional, en Chipre, a partir de 2007, y serán él mismo y sus jueces los encargados de evaluar las «declaraciones» de esos «testigos esenciales» que inventó Mehlis. Este último hizo el trabajo sucio con gran fanfarria mediática, razón por la cual –aparte de las críticas– también recibió la cruz federal al mérito y, como era su deber, desapareció del caso como el «villano» para que su amigo Brammertz pudiera adoptar la apariencia del «bueno». Una distribución de personajes digna de una novela barata, pero conveniente para los neoconservadores.
Silvia Cattori: ¿Mehlis trabajó, como se sugiere a veces, en centros de investigaciones de los servicios de inteligencia de Estados Unidos?
Jurgen Kulbel: En el marco del caso «La Belle» pasó un tiempo del otro lado del Atlántico en 1996 y algo recogió por allá. ¿Quizás fue a esquiar con miembros de la CIA en Aspen, Colorado? Evidentemente, Mehlis es un instrumento de los servicios secretos. Sin ellos no habría podido hacer su trabajo de sabotaje en esos sectores sensibles de la política sucia. Eso es tan seguro como decir amén. ¿Cree usted que las grandes potencias están locas para perder su tiempo con «honestos» investigadores impulsados por un ingenuo deseo de descubrir la verdad?
Volvamos a sus vínculos con los servicios secretos israelíes. Mehlis empezó su «trabajo» con la comisión Hariri, la UNIIIC, en mayo de 2005. Semanas después, el 20 de julio, el diario francés Le Figaro le preguntó por qué había pedido la asistencia de Israel y Jordania. Mehlis respondió: «Es sabido que Israel tiene buen equipamiento de seguridad, en particular equipamiento tecnológico. Les pedimos que nos proporcionaran datos sobre el asesinato. Nos dieron buena información».
Posteriormente, en su primer informe del 19 de octubre de 2005, dijo en la introducción, en el párrafo 19: «…deploramos que ningún otro Estado miembro haya transmitido a la Comisión informaciones tan útiles.» Mehlis no dice la verdad. Hasta la propia prensa israelí escribió que agentes de los servicios secretos israelíes se reunieron con su equipo en Europa.
Por supuesto, a ninguna de esas personas se le ocurrió analizar si podía haber sido el Mossad quien orquestó el asesinato de Hariri. Eso no estaba en las instrucciones que habían recibido de sus empleadores. Lo único que les piden es poner a Siria en la picota. Ellos son de esos robots que forman parte del sistema burocrático, acostumbrados –detrás de su apariencia limpia– a salir adelante en los asuntos sucios, perros guardianes del sistema, que se someten dócilmente a cualquier obscenidad. Ya en 1914, Henrich Mann, escritor alemán y hermano del célebre Thomas Mann, describía en forma implacable a ese tipo de gente en su novela El Sujeto. Hoy por hoy, lo que él decía no se aplica únicamente a los alemanes.
Silvia Cattori: ¿Cree usted que Brammertz es mejor?
Jurgen Kulbel: Brammertz seguramente engañó a la opinión pública con su primer y segundo «informes técnicos». Se dice que durante estas últimas semanas «calentó de nuevo» a uno de los «principales testigos» de Mehlis, Mohammad Zuheir Siddiq. Este último le dijo a Al Arabiyya, el 9 de septiembre de 2006, que el «presidente sirio Bachar Al Assad y su contraparte libanesa Emile Lahoud ordenaron eliminar al ex primer ministro Rafic Hariri», y agregó que los «asesinos están actualmente en prisión y los otros están en Siria». Se trata de los cuatro ex jefes de la Seguridad General libanesa que están detenidos hace más de un año sobre la base de su «declaración» y por recomendación de Mehlis, o sea el brigadier general Jamil Sayyed; el general Raymond Azar, ex jefe de la inteligencia de las fuerzas terrestres; el brigadier Mustafa Hamdan, ex jefe de la Guardia Presidencial; y Ali Hajj, ex jefe de las Fuerzas de Seguridad General Interna.
Pero la revista política alemana Der Spiegel había revelado ya, el 22 de octubre de 2005, que Siddik era un individuo dudoso que había sido encontrado culpable de crimen y estafa. En realidad, ese supuesto oficial de los servicios secretos sirios había sido condenado más de una vez por delitos financieros. Esa revista había indicado que la comisión investigadora de las Naciones Unidas sabía perfectamente que Siddik la había engañado. Este había afirmado que había salido de Beirut un mes antes del ataque contra Hariri pero admitió después, a fines de septiembre de 2005, su implicación directa en la ejecución del crimen.
Siddik le había dicho a Mehlis que había puesto su apartamento de Beirut a la disposición de los conspiradores para matar a Hariri, entre ellos los funcionarios sirios de los servicios secretos encarcelados. En cuanto a sí mismo, había declarado que había recogido información para los servicios sirios sobre los campamentos de refugiados palestinos en el Líbano. Sin embargo, semanas antes, el gobierno sirio había enviado documentación sobre Siddik a diferentes gobiernos occidentales con la esperanza de evitar que Mehlis cayera en la trampa de tan notorio impostor.
Posteriormente se hizo evidente que Siddik había recibido dinero por sus declaraciones ya que sus estados de cuenta bancaria revelaron que a finales del verano había recibido una llamada telefónica de París, durante la cual anunció «me hice millonario». Las dudas sobre la credibilidad de este hombre habían sido alimentadas además por la revelación de que Siddik había sido recomendado por Rifaat Al Assad, renegado sirio desde hace mucho tiempo y tío del presidente sirio que más de una vez se ha propuesto a sí mismo como una «alternativa al presidente de Siria».
El Líbano emitió una orden de arresto contra Siddik, quien fue después designado como sospechoso por los investigadores de la ONU, pero las autoridades francesas se negaron a extraditar a Siddik porque la pena de muerte sigue estando en vigor en Líbano.
Ninguno de los cuatro jefes de la seguridad encarcelados ha sido formalmente inculpado y ninguno de ellos ha sido confrontado con Siddik, como exige la ley.
El 9 de septiembre de 2006, Siddik repitió sus alegaciones desde París: «Yo vi el auto (en el que se sospecha que se transportó el explosivo) cuando lo estaban preparando en el campamento de los servicios de inteligencia sirios de Zabani, en la Bekaa, y le entregué al ex jefe de los investigadores de la ONU documentos y fotos irrefutables de las que tengo los negativos, y hay muchas cosas que se sabrán más tarde».
Esta vez, Siddik afirmó que los servicios de inteligencia sirios habían tratado de «atraerlo a Siria ofreciéndole importantes sumas de dinero y el título de héroe» si retiraba sus anteriores acusaciones. Dijo tener «la grabación de un oficial sirio de alto rango» que –según él– le pidió hace un mes que acusara a ciertos líderes del «Movimiento del 14 de marzo» de haberlo incitado a acusar a Siria del asesinato de Hariri.
Normalmente, los magistrados y fiscales en su sano juicio saben que ese tipo de testigo representa un problema y tendrían que preguntarse quién fabricó ese supertestigo. Pero yo estoy seguro de que no se plantearán esa pregunta y que Brammertz adora a este Siddik.
Silvia Cattori: ¿No es extraño que Kofi Annan haya confiado una responsabilidad tan grande a ese tipo de persona?
Jurgen Kulbel: Después de O. J. Simpson y Condoleezza Rice, Kofi Annan es la tercera persona de color que no quisiera encontrarme en la calle.
Silvia Cattori: ¿Es inocente el que Carla Del Ponte, fiscal que ocupa la misma posición que Mehlis en el TPI, haya recomendado a Mehlis para esa investigación?
Jurgen Kulbel: Todos vienen del mismo molde. Carla Del Ponte, o Carlita «la pesta», propuso para ese puesto a Mehlis, quien a su vez propone a su amigo Brammertz para que sea su sucesor.
Silvia Cattori: ¿Mehlis no había provocado ya un escándalo por haber concluido la responsabilidad de Libia en el atentado de la discoteca «La Belle», en Berlín, en 1986, acusación que permitió a Estados Unidos bombardear Trípoli y Bengasi y aislar a Libia?
Jurgen Kulbel: Detlev Mehlis dirigió, efectivamente, las investigaciones sobre la discoteca «La Belle». Por cierto, extrañamente, el propio afectado –el propietario de la discoteca– fue el primero en pensar que los libios podían estar detrás del asunto. El 6 de abril de 1986, un día después del atentado, dijo: «En los últimos tiempos se oye hablar a menudo de ataques terroristas ordenados por Kadhafi y yo temía que mi discoteca fuera un día blanco de uno de esos atentados». La discoteca «La Belle», en Berlín occidental, era frecuentada principalmente por soldados estadounidenses negros y durante el atentado una joven turca y dos soldados fueron despedazados por una bomba y parte de los aproximadamente 200 clientes fueron gravemente heridos. Nadie investigó nunca para averiguar si, como afirmaban varios testigos, el propietario estaba vinculado a las drogas y el tráfico de armas, lo cual podía hacer que se viera obligado a prestar ciertos servicios.
Todo ese asunto está lleno de trampas, de astucias, de intrigas; está mal contado, como una comedia burguesa típica, para montar una acusación conveniente a sus amos. Pienso hablar más ampliamente de eso en mi próximo libro. Estuve estudiando el asunto en detalle.
Silvia Cattori: En el caso «La Belle» también desempeñaban un papel ciertos mensajes radiales enviados por el Mossad para que el atentado fuera atribuido a Libia. ¿Qué hizo el investigador y fiscal Mehlis con ese «material», que no puede ser considerado realmente probatorio?
Jurgen Kulbel: Justo después del atentado, Ronald Reagan, entonces presidente de Estados Unidos, estaba convencido de que el organizador del atentado había sido el jefe de Estado libio Muammar El Kadhafi. Lo que debía probar eso era un mensaje radial de la Oficina Popular (embajada) de Libia en Berlín, capital de la RDA, supuestamente interceptado por el servicio secreto estadounidense NSA. Aquel mensaje decía: «Esta mañana a la 1h30 una de las acciones fue realizada con éxito y sin dejar huellas. Oficina Popular de Berlín.»
Durante el proceso de Lockerbie, el ex oficial de los servicios secretos israelíes Victor Ostrovski declaró bajo juramento que comandos del Mossad habían instalado en aquella época un «caballo de Troya», o sea un transmisor en Trípoli que enviaba mensajes falsos hablando del «éxito» de la bomba en Berlín. Según Ostrovski, los mensajes radiales interceptados no eran más que un invento del Mossad.
Silvia Cattori: ¿Qué sabe usted de esos supuestos mensajes radiales?
Jurgen Kulbel: Bueno, Mehlis se dirigió al servicio de inteligencia alemán (BND) en Pullach, cerca de Munich. Detlev Mehlis tuvo conocimiento de esos mensajes y quería utilizarlos como prueba. Después, el 4 de octubre de 1996, hubo una cita entre Mehlis y los colaboradores de la sección «Aprovisionamiento técnico» del BND que le garantizaron que su pedido sería analizado. Días más tarde, el 8 de octubre de 1996, recibió un documento del BND con el contenido de los mensajes radiales sospechosos.
Para ser exacto, se trataba de cinco supuestos mensajes enviados por telex y que, según se decía, eran un intercambio entre Trípoli y la Oficina del Pueblo Libio en Berlín oriental, entre el 25 de marzo y el 5 de abril de 1986, y cuyo contenido había podido conocer el BND –eso decían aquellos señores– en el marco de sus labores de inteligencia. El servicio de inteligencia declaró que los mensajes habían sido grabados de forma codificada por un «servicio amigo», muy probablemente un servicio estadounidense, y entregados más tarde al BND. El servicio en cuestión exigió que su propia identidad fuera mantenida en secreto por el BND pero lo autorizó a poner los mensajes interceptados a disposición de la oficina del fiscal alemán y del tribunal.
Dos años más tarde, el 6 de octubre, al proporcionar al tribunal un testimonio oficial sobre esos mensajes, el BND indicó que es posible que el material intercambiado así haya sido objeto de manipulaciones pero que no tenía, en aquel caso en específico, razones para dudar de su autenticidad.
El servicio de inteligencia alemán pretende haber descifrado los mensajes y haberlos traducido después al alemán a partir de la versión original en árabe. Y ahí se traba el asunto. El servicio secreto informó por escrito al tribunal que el «BND ya no dispone ni de la versión original codificada ni del texto original en árabe». Eso no tiene nada de extraño porque, según dicen los señores de Pullach –la central de servicios de inteligencia alemanes– sólo se trata del procedimiento habitual utilizado cuando se trabaja con ese tipo de mensajes en que la versión descodificada y traducida reemplaza «el original».
Esos mensajes radiales, que no citaré aquí uno por uno, son sólo un producto de la fantasía del Mossad, como declaró Ostrovski bajo juramento. Pero, como hemos podido ver, han ido avanzando de manera poco seria, incluso ante un tribunal alemán.
Se trata simplemente de una intriga de la peor especie y tan transparente que la gente en su sano juicio se arranca los pelos ante ese tipo de manipulaciones.
Silvia Cattori: ¿Podemos deducir de esto que Mehlis era el hombre de Israel y de Estados Unidos porque ya había cubierto una acción del Mossad en el caso de Berlín?
Jurgen Kulbel: Por las razones antes mencionadas, yo comparto ampliamente el análisis del politólogo británico Nafeez Mosaddeg Ahmed: «Como fiscal en Berlín, Mehlis, accidentalmente pero de forma lógica, apoyó el dudoso interés que los servicios secretos estadounidenses, israelíes y alemanes mostraban por el ataque terrorista de 1986. Construyó activamente contra los sospechosos un expediente selectivo y políticamente motivado, sin pruebas materiales objetivas, ignorando y protegiendo a un grupo de sospechosos que tenían relaciones comprobadas con los servicios secretos occidentales».
Silvia Cattori: Brammertz pidió que se prolongara la investigación por un año. ¿Tiene sentido eso?
Jurgen Kulbel: De cierta manera, en esa inquisición de la ONU, los señores investigadores se quedaron sin aire. O sea que el conjunto de pruebas contra Damasco y contra los cuatros ex oficiales de seguridad libaneses es tan delgado como el tejido de un calcetín viejo. Pero a los mandamases –la administración estadounidense– les basta con mantener vivas las acusaciones contra Siria al menos por un año más, lo cual se hace ostensible. Bush tiene aún, como todo el mundo se imagina, varios proyectos de guerras imperiales para su segundo mandato.
Silvia Cattori: ¿El «Movimiento del 14 marzo» obtuvo apoyo financiero de Estados Unidos?
Jurgen Kulbel: ¿Se refiere usted a esa lamentable banda al servicio de la América de la Muerte desde la «revolución» de los cedros?
Silvia Cattori: ¿Ese movimiento está al servicio de los planes de Ziad Abdelnour, el hombre en el que Tel Aviv y Washington ponen sus esperanzas para instaurar un régimen favorable a sus propios intereses? ¡En su libro usted menciona a Ziad K. Abdelnour, presidente del Comité Estadounidense por un Líbano libre, como una persona que desempeña un papel importante en la promoción de los planes de la administración Bush!
Jurgen Kulbel: Ese señor es uno de los más activos criminales de cuello blanco, que no desperdicia la oportunidad de dar rienda suelta a la propaganda y el insulto para fustigar a Siria y el status quo en Líbano. Se le ha metido en la cabeza imponer a Arabia relaciones capitalistas clásicas. Creo que ya no tendrá papel político después de la publicación de mi libro. Pero sus intereses económicos y los de sus clientes estarán por supuesto garantizados por un régimen de marionetas. Y ese es el verdadero objetivo de ese banquero de Wall Street. Una región árabe que no sea explotada a fondo representa una pérdida económica para la gente de su calaña. Entre el 5 y el 7 de junio de 2006 pronunció, por ejemplo, un discurso en Dubai, en el hotel Madinat Jumeirah, sobre el tema «Venture capital investing» en la región árabe. Abdelnour hablaba allí como presidente de Blackhawk Parners, LLC, USA, ante responsables de grandes grupos y bancos de Europa, Estados Unidos, Medio Oriente y el Golfo, y ante representantes del Fondo Monetario Internacional.
Silvia Cattori: ¿Entonces la desestabilización del Líbano favorecía a los candidatos financiados por Israel y Estados Unidos, como Nagi N. Najjar?
Jurgen Kulbel: Ni un sólo libanés honesto aceptaría a ese Najjar, viejo colaborador de Israel, ni como jefe de un grupo de vendedores de zapatos. Ese tipo de persona inmoral, generalmente al servicio de dos amos, se pasa la vida en la zona oscura entre la política y los servicios secretos, se dedica a su jueguito y se sitúa como colaborador y organizador. El papel de ese «estratega» exige investigaciones más profundas aún que las que yo hice ya. Etienne Sakr, jefe de los «Guardians of the Cedars», milicia civil organizada según un modelo fascista, estableció un contacto, a fines de febrero, entre una delegación de «miembros de la resistencia libanesa en el exilio» y miembros del parlamento británico para discutir sobre la «situación» en el Líbano y Siria. Naturalmente, Najjar participó. Esos exilados, que tienen juicios pendientes en Líbano debido a su colaboración con Israel durante la guerra civil, reclamaron allí el derecho al retorno y a participar en el proceso político para combatir el fundamentalismo islámico. Además, critican abiertamente a Beirut por no haber desarmado a Hezbollah. Sakr, que fue condenado a muerte en Líbano, también pide a Londres y Washington que refuercen la presión sobre el gobierno de Damasco que, según él, sería un foco de problemas en la región ya que «estimula» el terrorismo y a Hezbollah. En el «Military Officers Club» de Londres, ambas partes se pusieron de acuerdo para mantener la vigilancia sobre esas demandas y llegar también a un acuerdo con los franceses.
Más a menos en ese mismo momento, el 17 de marzo, se reunieron también, como por casualidad, 14 políticos sirios exilados en Bruselas que declararon que «Siria necesitaba ser liberada del régimen autocrático que ha debilitado el país». Los grupos de oposición, que se componen de liberales, comunistas, kurdos y la confraternidad musulmana, quieren, con vistas a un cambio de régimen, derogar la constitución, instalar un gobierno de transición, organizar elecciones y levantar el estado de emergencia.
«Uno de los más grandes desafíos es echar abajo el muro del miedo», declaró Nadjib Ghadbian en el Consejo Nacional Sirio, confederación de grupos de opositores en Estados Unidos. Ghadbian, profesor en la universidad de Arkansas, es además miembro dirigente del «Center for the Study of Islam & Democracy» (CSID) con sede en Washington, una organización de disidentes que colabora estrechamente con la USAID de Cheney y Rice. Simplemente están cocinando el «nuevo Medio Oriente» que tanto desea la granítica Rice.
Silvia Cattori: ¿El arresto, en junio de 2006, de personas que pertenecían a una red del Mossad en el sur del Líbano tiene que ver con el caso Hariri?
Jurgen Kulbel: El 26 de junio le envié a Kofi Annan y Serge Brammertz una carta abierta que también se publicó en diarios árabes. Les pedí que no dejaran pasar el tiempo inútilmente y que ampliaran el campo de investigaciones en el caso Hariri en dirección de otros posibles organizadores del crimen, sobre todo «Israel y el Mossad» y todos sus colaboradores. Como ese tipo de crimen cometido por el Mossad en el extranjero –como el reciente caso de Majzub– sólo puede ser ejecutado con autorización del primer ministro israelí, yo propuse a Annan que autorizara inmediatamente al UNIIIC –de ser necesario mediante una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU– para que interrogara a los responsables del gobierno israelí, en primer lugar al primer ministro Ehud Olmert y al jefe del Mossad Meir Dagan, ya que como lo demuestran las investigaciones del ejército libanés, Israel dispone de amplia experiencia y de un preciso savoir-faire en cuanto a la técnica criminal de los coches-bomba. Además, bajo la dirección de Serge Brammertz, que goza del apoyo de sus persistentes investigadores, la UNIIIC tiene ante sí una oportunidad única de esclarecer cómo funciona un sistema terrorista que opera al más alto nivel logístico y tecnológico y de dar así respuesta, aunque sea sólo con la perspectiva de sacar de ello una mejor comprensión o elementos de comparación, a muchas de las interrogantes que aparecieron durante la investigación, entre ellas la cuestión de saber qué medios de alta tecnología fueron utilizados en el atentado contra Hariri.
Silvia Cattori: Hay analistas que dicen que, por su apoyo a la resolución 1559, Francia es responsable de lo que está pasando en el Líbano. ¿Entendió usted por qué Francia se lanzó, a partir de 2004, en una dirección que comprometía su credibilidad ante el mundo árabe?
Jurgen Kulbel: Resulta evidente que Francia está entre los principales responsables de la catástrofe que tiene lugar en el Líbano desde que murió Hariri. Jacques Chirac no sólo es partícipe de las maquinaciones estadounidenses en el Levante sino que incluso trató activamente de convencer à Bush de dar carta blanca a Francia en su antigua zona colonial de influencia. El texto de la resolución 1559 de la ONU, que pedía la retirada de las tropas sirias del Líbano, fue redactado por un consejero del Elíseo en colaboración con la secretaria de Estado Condoleezza Rice. Parece que ni el secretario general de la ONU Kofi Annan ni el ministerio francés de Relaciones Exteriores fueron informados. Después del atentado contra Hariri, todo indica que Chirac, Bush y Sharon se pusieron de acuerdo en una repartición de los papeles a desempeñar en el complot para el derrocamiento del presidente sirio Al Assad y la eliminación del partido Baas.
Silvia Cattori: ¿Cree usted que esta región se encuentra en medio de una larga guerra? ¿Y que Israel la estaría desarrollando no sólo para destruir al Hezbollah sino también a los pueblos de la región?
Jurgen Kulbel: En primer lugar, Israel usa como rehén a la comunidad de pueblos. Las cortes principescas «democráticas» de Europa y de otras regiones envían a 15 000 de sus hijos a la Tierra Santa para que garanticen «mediante un mandato robusto» la seguridad del Estado judío. Claro está, son los contribuyentes de cada uno de esos Estados quienes pagan esas misiones. Por consiguiente, cero riesgo y cero gastos para Israel. Y los ataúdes de los soldados son recibidos con trompetas y salvas de artillería. Como eso no cuesta demasiado caro, los cofres imperiales son generalmente generosos cuando eso sucede. En cuanto a saber si el «mandato robusto» también pudiera servir paralelamente para preparar un ataque de Israel o de Estados Unidos, o de los dos juntos, contra Irán, eso habría que preguntárselo al demonio de Kentucky. Es posible que los cascos azules estén precisamente destinados a servir de cobertura en esa región del Oriente árabe cuando los aviones de combate del Imperio ataquen Teherán. De todas maneras, durante los últimos años, Estados Unidos redujo la ONU a la impotencia y la amenazó con sanciones financieras si no se ponía al servicio de los emperadores del Potomac. ¿Por qué tendrían que privarse los estadounidenses de utilizar en misiones de combate, y como les venga en ganas a Bush y Cheney, unas fuerzas armadas inicialmente previstas para cumplir misiones de mantenimiento de la paz?
Silvia Cattori: El Mossad y la CIA deben considerarlo hoy a usted como un enemigo y seguramente vigilan todos sus movimientos y contactos. ¿No teme usted que traten de acallarlo brutalmente?
Jurgen Kulbel: Ya me pasó por la cabeza esa posibilidad. En los expedientes con los que trabajó Mehlis, aparecen regularmente decesos, ya sea producto de accidentes, de una depresión. Ese es el tema de mi próximo libro.
Silvia Cattori

Periodista suiza.



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Declaraciones recogidas por Silvia Cattori para la Red Voltaire. Traducido del alemán al francés por Eva Hirschmugl y JPH. Traducción del francés al español por la Red Voltaire.

[1] Geheimakte Mehlis – Terroristenjäger, Staatsanwalt, Gesetzesbrecher, que saldrá a la venta en marzo de 2007.[2] Mordakte Hariri, Unterdrückte Spuren im Libanon por Jurgen Cain Kulbel, Edition Zeitgeschichte Band 34, 2006 (ISBN 3-89706-860-5).

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directora de New TV es arrestada en Beirut




15 de junio de 2007


Después de denunciar la corrupción de testigos en el caso Hariri, la directora de New TV es arrestada en un hospital
El fiscal general ante la corte de apelaciones de Beirut, Joseph Maamari, ordenó el arresto de la directora del canal de televisión laico New TV, Mariam Basam. Estando aún en el hospital en el que acababa de dar a luz por cesárea, la señora Basam fue arrestada –junto a su bebé. New TV transmitió imágenes en las que se ve como la policía se llevó en camilla a la directora del canal, todavía semiinconsciente. La brutalidad del proceder de la policía estremeció a la opinión pública libanesa y numerosas personalidades de la oposición han denunciado este hecho como un uso excesivo de la fuerza pública. En definitiva, el magistrado acabó poniendo a la periodista en libertad bajo fianza.
Se trata del más reciente incidente que ocurre en el marco de la batalla del clan Hariri por acallar a la prensa de la oposición. Mariam Basam y su colaborador Ghada Eid están acusados de difamar al juez Fadi Isa, a quien dedicaron un número de la revista Al-Fasad (Corrupción), en marzo de 2006.
Ya en septiembre de 2006, el juez Fadi Isa, cuya honestidad se pone frecuentemente en tela de juicio, y su colega Abdel-Rahim Hamud, habían ordenado el arresto y el encarcelamiento de tres periodistas de New TV por «obstaculizar a la justicia». El objetivo real era hacerlos callar ya que los periodistas habían revelado que el testigo clave de la misión de ayuda judicial de la ONU, Mohamad Zuhair Sidik, había sido reclutado por Adnan Baba, ex secretario particular del asesinado primer ministro libanés Rafik Hariri, para que prestara un falso testimonio contra el presidente libanés Emile Lahud y el presidente sirio Bachar el-Assad. Luego resultó que el complot [para obtener el falso testimonio] se había desarrollado con ayuda de Rifat el-Assad (tío del actual presidente sirio), actualmente refugiado en Marbella. Al confirmarse la veracidad de las informaciones de New TV, Sidik fue arrestado y encarcelado en Francia por estafa y, en medio de la confusión general, el jefe de la misión de asistencia judicial de la ONU, Detley Mehlis, se vio obligado a «renunciar a proseguir su misión» –o sea, a dimitir.

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Encarcelan en Berlín a un colaborador de la Red Voltaire

La prisión en Berlín (Alemania) donde ha sido encarcelado el periodista alemán Jürgen Cain Külbel, culpable de haber revelado la acción de la CIA en el asesinato de Rafic Hariri y la organización de falsas pistas que induzcan a una sospecha de una filial siria en este crímen así como la manipulación de la Comisión Investigadora de la ONU.




12 de junio de 2008
Represión política.

Sigue la represión contra la Red Voltaire. Jurgen Cain Kulbel acaba de ser encarcelado en Berlín. Los subterfugios legales utilizados para condenarlo no logran disimular la intención política de esa decisión. Nuestro colaborador había demostrado que el jefe de la misión investigadora de la ONU sobre el asesinato de Rafik Hariri tenía vínculos financieros con los asesinos y que su principal asistente es un agente de la CIA implicado en varios secuestros cometidos en Europa.
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Jurgen Cain Kulbel, colaborador de la Red Voltaire, ha sido encarcelado en Berlín. Se le acusa de haber violado la decisión de un tribunal al mantener activo un vínculo de su sitio en Internet que conduce a un artículo de Voltairenet.org [1]
Este truculento asunto es una maquinación más de la CIA para intimidar a Jurgen Cain Kulbel y a los colaboradores de la Red Voltaire. Veamos el mecanismo de la operación:
El ex investigador de la policía de Alemania Oriental Jurguen Cain Kulbel realizó como periodista una investigación independiente sobre el asesinato del ex primer ministro libanés Rafik Hariri. Publicó sus conclusiones en un libro editado en alemán y en árabe: El caso Hariri [2]. En ese libro retoma y profundiza elementos ya presentados por la Red Voltaire [3]. Thierry Meyssan había demostrado que una asociación de opositores libaneses en el exilio, el U.S. Committee for a Free Lebanon (USCFL), sabía del crimen de antemano y había lanzado inmediatamente una campaña de propaganda tendiente a desviar las sospechas hacia Siria [4]. La USCFL, destinada por la CIA a la formación de un gobierno títere en el Líbano en caso de intervención militar estadounidense, es por tanto cómplice del asesinato, por lo menos de forma pasiva. Talaat Ramih había demostrado que el ex fiscal alemán Detlev Mehlis, convertido en jefe de la misión investigadora de las Naciones Unidas, había sido empleado del Washington Institute for Near East Policy (WINEP) [5]. Al subrayar que el USCFL es una emanación del WINEP, Jurgen Cain Kulbel mostró que el jefe de misión de la ONU era un ex empleado de personas implicadas en el asesinato cuya investigación le había sido confiada. Al mismo tiempo aclaró el papel del asistente principal de Detlev Mehlis, el comisario principal Gerhard Lehmann, en los secuestros que la CIA perpetró en Europa a partir de 2001. Une de las víctimas, Khaled El-Masri, identificó formalmente al señor Lehmann [6]. Varios elementos permiten pensar que el señor Lehmann pudiera estar implicado también en la «desaparición» en París del testigo clave del caso Hariri, Zuhair As-Siddik, desde el 13 de marzo pasado [7]
Desde el momento en que su libro se publicó en alemán, un individuo llamado Said Dudin, residente en Alemania y conocido como militante palestino, se acercó a Jurgen Cain Kulbel proponiéndole publicarlo en árabe y garantizar su promoción. Pero cuando el señor Kulbel estuvo a Damasco, para pronunciar una conferencia en la Biblioteca Nacional siria, invitado por Siria Alghad (instituto de investigación política miembro de la Red Voltaire), el señor Dudin hizo todo lo posible por desacreditar al autor. El editor exhortó al público a atacar las embajadas occidentales y se dedicó a hacer declaraciones incendiarias para desviar la atención de los medios de prensa.

Conférence de Jürgen Cain Külbel, le 8 mai 2006, à la Bibliothèque nationale syrienne (Damas).
De regreso en Alemania, Jurgen Cain Kulbel trató de investigar sobre aquel saboteador. Descubrió entonces que el supuesto militante de la causa palestina era hijo de Mustafa Dudin, agente secreto israelí que recibía órdenes directas del general Ariel Sharon. Mustafa Dudin había sido ejecutado por la Resistencia después de ser descubierto. Durante sus investigaciones Jurgen Cain Kulbel descubrió en los archivos de la Stasi, la policía secreta de Alemania Oriental, varios documentos que prueban que el propio Said Dudin era desde hace mucho tiempo un agente de la CIA infiltrado en la izquierda radical alemana. Dichos documentos fueron publicados en Voltairenet.org [8].
Mediante una acción judicial, Said Dudin logró que el Tribunal de Berlín emplazara al señor Kulbel a no mencionar en forma alguna el incidente de Damasco, ni las funciones de su padre (Mustafa Dudin) en los servicios secretos israelíes o sus funciones personales al servicio de la CIA. Ateniéndose a la razón de Estado, el Tribunal solamente tuvo en cuenta los testimonios que presentó el señor Dudin y desechó los que presentó el señor Kulbel, inclusive el testimonio del príncipe Issa El-Ayoubi, vicepresidente de la Red Voltaire y sobrino-nieto del fundador de la República Árabe de Siria, que fue testigo personal del incidente de Damasco, donde él mismo se opuso a Dudin. El Tribunal desechó incluso los documentos de la Stasi en virtud de una ley alemana que prohíbe que estos se mencionen.
Sin embargo, como Jurgen Cain Kulbel mantuvo posteriormente en su sitio personal de Internet un vínculo activo hacia el sitio de la Red Voltaire que contiene los documentos de la Stasi ilegalmente publicados, el Tribunal lo condenó a 15 días de prisión por haber violado la orden.

[1] La página incriminada es: «Le journaliste d’investigation face aux manipulations des services secrets», entrevista de Jurgen Cain Kulbel con Silvia Cattori, Réseau Voltaire, 30 de julio de 2007.
[2] Mordakte Hariri, Unterdrückte Spuren im Libanon por Jurgen Cain Kulbel, edición Zeitgeschichte Band 34, 2006 (ISBN 3-89706-860-5).
[3] «Attentat contre Rafic Hariri: Une enquête biaisée?», por Silvia Cattori, Réseau Voltaire, 15 de septiembre de 2006.
[4] «Les plans de l’US Committee for a Free Lebanon», por Thierry Meyssan, Réseau Voltaire, 8 de marzo de 2005.
[5] «La commission Mehlis discréditée», por Talaat Ramih, Réseau Voltaire, 9 de diciembre de 2005.
[6] Allégations de détentions secrètes et de transferts illégaux de détenus concernant des États membres du Conseil de l’Europe, informe de Dick Marty al Consejo de Europa, 12 de junio de 2006, § 99 et 130.
[7] «Kouchner a "perdu" le témoin-clé de l’enquête Hariri», por Jurgen Cain Kulbel, Réseau Voltaire, 21 de abril de 2008.
[8] Ibid.

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