viernes, 15 de febrero de 2013

Libertad de expresión universitaria: el caso de Brooklyn College

Todd Gitlin · · · · · 10/02/13 En los últimos días, Brooklyn College se ha visto convertido en blanco de una vehemente campaña en contra de la decisión de su departamento de Ciencias Políticas de copatrocinar un foro de debate el jueves [7 de febrero] en el que se espera que dos de los oradores defiendan una postura que de todo corazón cuestionan quienes participan en la campaña. Hay incluso políticos de la ciudad y del estado [de Nueva York] que han pedido la retirada de las subvenciones que recibe la universidad. La postura en cuestión se refiere a si deben los norteamericanos boicotear, desinvertir y aplicar sanciones a Israel (lo que se abrevia en las siglas BDS, habituales del movimiento). Que conste que yo me opongo a cualquier llamamiento a castigar a todos los israelíes por las erróneas acciones de algunos de ellos. Pero lo que aquí se discute no son los méritos de esta postura. La cuestión es: ¿tienen derecho los miembros de Ciencias Políticas a fomentar la controversia política? ¿Deberían los políticos retirar los fondos públicos — en un eco inconsciente del objetivo de BDS — porque discrepen de una mesa redonda? Los contratiempos comenzaron debido a que un grupo denominado Estudiantes por la Justicia en Palestina pidió a los miembros de Ciencias Políticas que copatrocinaran la charla de dos personas, una filósofa feminista norteamericana, Judith Butler, y un activista palestino, Omar Barghuti, alineados con el movimiento de BDS. No tardaron en surgir las objeciones. Allí donde BDS tiene oportunidad de hacerse oír — por ejemplo, en UC [Universidad de California] Irvine y en UCLA [Universidad de California Los Angeles] en años recientes — se organiza la marimorena. Cuando dos estudiantes expresaron su preocupación en el Brooklyn College, Paisley Currah, que dirige el departamento de Ciencias Políticas, les respondió por escrito: "Vosotros y aquellos de vuestros compañeros que piensen de modo parecido deberíais asistir al acto, hacer oír vuestras opiniones y utilizarlo como oportunidad para generar más diálogo y debate entre los estudiantes. Tal vez vosotros y vuestros compañeros podríais incluso organizar una mesa redonda por propia iniciativa". Con estas palabras, Currah daba paso a John Stuart Mill, en el sentido de que la educación y la ilustración salen beneficiadas cuando se escuchan los puntos de vista de una minoría, en parte porque puede resultar que estas opiniones acaben siendo correctas en cierta medida, y en parte porque la mayoría, cuando se ve obligada a enfrentarse a objeciones, puede descubrir que ha afinado su comprensión y que se ha revitalizado un punto de vista que estaba obsoleto. Evidentemente, Mill no está hoy muy en boga, pues los defensores de Israel-con-razón-o-sin-ella creen que su caso es una delicada flor de invernadero que se marchitará si se la deja expuesta a cualquier adversidad. Se abrió un abismo retórico en Brooklyn, y un parlamentario de la Asamblea del Estado de Nueva York, Dov Hikind, proclamó que, puesto que la presidenta de la universidad, Karen L. Gould, se negaba a "tomar medidas para impedir que el centro fuera utilizado por un grupo con un programa racista", Gould "es un desastre para los estudiantes del Brooklyn College". Hikind cree que la amplificación de un punto de vista que deplora "crea un efecto escalofríante entre los estudiantes del Brooklyn College", cuando realmente, tal como demuestra bastante ampliamente la controversia, tiene el efecto opuesto: las cosas se caldean. Puede que eso no te guste, pero en ese caso, no te gustarán las universidades. Más bien, si lo que quieres son afirmaciones de fe para marchar al paso, tu lugar es el el Vaticano o el Partido Comunista de China. Al mismo tiempo, un antiguo y renombrado alumno de Brooklyn College, Alan Dershowitz [1], deploró "que un departamento académico... tome partido en este debate. Este departamento nunca me invitaría a mí, por ejemplo, a hablar y dejar constancia de un punto de vista opuesto como es el mío". De hecho, en 2008, el mismo departamento de Ciencias Políticas copatrocinó una conferencia de Dershowitz en la que una de sus controvertidas opiniones — en su caso, su defensa de la tortura — se manifestó sin oposición. Mientras tanto, Gould, a la vez que afirmaba su posición respecto al derecho de los especialistas en Ciencias Políticas a patrocinar el acto del jueves, declaró que la universidad ofrecerá "múltiples oportunidades de debatir los asuntos…que están en el centro de esta controversia". El departamento de Ciencias Políticas, que manifiesta no haber rechazado nunca una petición de los estudiantes de copatrocinar un acto, ha dejado claro de modo explícito que está abierto a toda suerte de debates controvertidos. La cuestión central es que la libertad de expresión — en un campus universitario, más que en ningún otro lado — significa libertad. No todos los actos exigen equilibrio. Los puntos de vista divergentes requieren tener abierto acceso. Mantener el equilibrio en toda ocasión es cosa de equilibristas, no de universidades robustas. Funciona aquí un molde siniestro. La incomprensión respecto a los objetivos de las universidades se ha descontrolado en la Norteamérica de hoy por temor a que alguien en algún lado pueda albergar pensamientos incorrectos o poco rentables. Recabar fondos es lo primordial. Las universidades consolidadas se amplían gracias a los cientos de millones de dólares recaudados, con la esperanza de que la investigación a la que se dedican produzca finalmente beneficios financieros para la universidad. Esto puede llevar a nuevas y notables iniciativas académicas, pero también a la timidez. Las universidades de Norteamérica son el pasmo del mundo, y no debido a que se arruguen ante la controversia. A nuestras puertas llaman estudiantes de todo el mundo (como director del programa doctoral de una universidad, respondo todos los años a más de un centenar de solicitudes de información procedentes de uno u otro país). No hay duda de que esos estudiantes tienen motivos numerosos y a buen seguro hay en juego oportunidades prácticas. Ciertamente se puede conseguir un capital cultural y económico gracias a las credenciales norteamericanas. Pero también, a buen seguro, quienes arriban a nuestros campus se admiran y maravillan del derecho a disentir, llegando, como llegan, de países en los que se asesina y tortura a la gente por reivindicarlo. Nota del t.: [1] Alan Dershowitz (1938), uno de los abogados y juristas más notorios de los Estados Unidos por su defensa en casos de extraordinaria resonancia pública como los de Mike Tyson, Patty Hearst, Claus von Bülow, Michael Milken y O. J. Simpson, fue profesor de la Facultad de Derecho de Harvard y polemista de fuste en causas célebres relativas a derechos y libertades. Dershowitz, sin embargo, no es menos conocido por su intolerante, virulenta y beligerante defensa de Israel, habiendo abogado por el uso de la tortura y las represalias colectivas, y distinguiéndose por acerbos ataques personales a sus adversarios. Todd Gitlin, profesor de periodismo y sociología, es director del programa interdisciplinario de comunicaciones de la Universidad de Columbia. Su ultimo libro es Occupy Nation: The Roots, the Spirit, and the Promise of Occupy Wall Street. Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón

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