Mumia es inocente
¡Abolir la racista pena de muerte!
Mumia Abu-Jamal ha estado en la antesala de la muerte por casi 24 años, falsamente condenado por asesinar a Daniel Faulkner, un oficial de policía de Filadelfia. Todos los elementos del sistema de “justicia” capitalista conspiraron para incriminar falsamente a este antiguo miembro del Partido Pantera Negra y partidario de MOVE porque fue un elocuente y desafiante portavoz de los oprimidos. Su condena se basó en testimonios mentirosos, arrancados por los policías, sin un ápice de evidencia física. Un estenógrafo escuchó al juez de su juicio, Albert Sabo —conocido como el “Rey de la antesala de la muerte”—, decir “Les voy a ayudar a freír al n----r [epíteto racista en inglés remanente de la esclavitud]”. Manipulando al jurado para excluir a personas negras, la fiscalía inflamó a los miembros del jurado con la mentira grotesca de que la membresía de Mumia en los panteras, cuando era adolescente, demostraba que estaba comprometido a asesinar a un policía “ya en ese entonces”. La condena se aseguró con argumentos de que el jurado podía desechar cualquier duda acerca de la culpabilidad de Mumia, ya que él podría presentar “apelación tras apelación”.
El estado está tan determinado como siempre a ejecutar a Mumia, un hombre inocente. Durante casi dos décadas de apelaciones, todos y cada uno de los tribunales han rechazado la gran cantidad de evidencia documentada de la descarada incriminación falsa de Mumia. Durante más de cuatro años, los tribunales del estado de Pennsylvania, así como los federales, se han negado a considerar siquiera la confesión jurada de Arnold Beverly de que él, y no Mumia, disparó y mató a Faulkner.
La lucha por liberar a Mumia ha alcanzado una coyuntura crítica. En diciembre, el tribunal federal de apelaciones puso el caso de Mumia en “fast track” para su decisión. Tanto Mumia como los fiscales están apelando las decisiones hechas en 2001 por William Yohn, el juez de Tribunal de Distrito de los Estados Unidos, quien revocó la sentencia de muerte pero mantuvo todos los aspectos de la embustera condena de Mumia. En poco tiempo, incluso en tan sólo seis meses, el tribunal podría decidir qué sigue para Mumia: la muerte, la vida en prisión o más procedimientos legales.
La ejecución de Stanley Tookie Williams por el estado de California en diciembre arroja una sombra ominosa. El linchamiento legal de Williams, que provocó una protesta nacional e internacionalmente, señaló la determinación de los gobernantes capitalistas estadounidenses de fortalecer su maquinaria letal, frente a la creciente reticencia de la población acerca de cómo se aplica la pena de muerte. Mumia Abu-Jamal, el principal prisionero político de Estados Unidos, es el blanco número uno de los verdugos. Arnold Schwarzenegger, el gobernador de California, dejó esto en claro cuando, al negar la clemencia para Williams, citó el hecho de que el libro de Williams de 1998, Life in Prison [La vida en prisión] estaba dedicado a Mumia Abu-Jamal, entre otros.
El caso de Mumia demuestra de qué se trata la racista pena de muerte. Es la cuerda de linchamiento legalizada, el arma máxima en el arsenal represivo gubernamental apuntada contra la clase obrera y los oprimidos. La pena de muerte, un legado de la esclavitud, se mantiene en una sociedad en la que la segregación de la mayoría de la población negra se emplea como una cuña para dividir a las masas trabajadoras y perpetuar el dominio rapaz del capital. La brutalidad asesina del racista sistema capitalista se exhibió ante todos cuando se dejó morir a miles de personas, en su mayoría negros y pobres, en Nueva Orleáns después del huracán Katrina.
La apelación de Mumia se realiza en el contexto de la declaración del gobierno de su “derecho” a desaparecer, torturar e incluso asesinar a quienes perciba como oponentes, y a espiar e intervenir los teléfonos de cualquiera y de todos. En nombre de la “guerra contra el terrorismo”, la administración de Bush, con apoyo del Partido Demócrata, está triturando los derechos ganados mediante tumultuosas batallas de clase y sociales. El propósito es atemorizar y silenciar a cualquiera que pueda atravesarse en el camino de la implacable ofensiva de los gobernantes capitalistas por la obtención de ganancias y sus aventuras imperialistas, como la ocupación colonial de Irak.
Conforme el caso de Mumia pasa por sus etapas finales de procedimientos legales, la lucha por su libertad se plantea urgentemente. El Partisan Defense Committee [Comité de Defensa Clasista] —una organización de defensa legal y social clasista asociada con la Spartacist League/U.S.— está a favor de intentar cualquier posibilidad legal para Mumia, al tiempo que no deposita ninguna fe en la “justicia” de los tribunales capitalistas. Mediante la publicidad y la acción, hemos luchado para movilizar a las fuerzas sociales más amplias, centradas en el movimiento obrero, para exigir la libertad de Mumia y la abolición de la racista pena de muerte. Mientras Mumia enfrentaba la ejecución en agosto de 1995, un flujo masivo de protesta, nacional e internacionalmente —desde organizaciones de libertades civiles y jefes de estado tales como Nelson Mandela de Sudáfrica hasta sindicatos que representan a millones de obreros—, tuvo éxito en detener la mano del verdugo.
Hoy, la situación es más difícil. Sin embargo, si se lleva a cabo mediante una movilización basada en el poder social de la clase obrera, la lucha por la libertad de Mumia sería un paso gigantesco hacia delante en la defensa de todos nosotros contra los cada vez más depravados y perversos gobernantes de este país.
Anatomía de un embuste
Ante los ojos del estado capitalista, desde el tiempo en el que Mumia era un portavoz de 15 años del Partido Pantera Negra, en Filadelfia en 1969, él era un hombre muerto con licencia. J. Edgar Hoover, el entonces director del FBI, dijo: “Se debe hacer entender a la juventud y los moderados negros que, si sucumben a las enseñanzas revolucionarias, serán revolucionarios muertos.” Esta política se llevó a cabo tanto bajo el gobierno Demócrata de Lyndon Johnson y Ramsey Clark, su fiscal general, como bajo el gobierno Republicano de Nixon. Bajo el programa de “contrainteligencia” del FBI conocido como COINTELPRO, fueron asesinados 38 panteras y cientos más incriminados falsamente y enviados a la cárcel.
Las 900 páginas de los archivos del FBI que el PDC pudo obtener a nombre de Mumia, aunque fueron muy expurgados, dejan claro que el FBI y los policías utilizaron cualquier “truco sucio” en su misión para atraparlo. Se registró cada uno de sus movimientos y su nombre se puso en el Índice de Seguridad del FBI, la versión de la década de 1960 de una lista de “terroristas” a eliminar. Aun con la desaparición de los panteras, el estado no desistió de su venganza contra Mumia. La defensa apasionada de los derechos de los negros por parte de Mumia, un periodista conocido como “la voz de los sin voz”, continuó encolerizándolos. Los policías de Filadelfia se enfurecieron particularmente por sus reportajes que simpatizaban con la organización MOVE, la cual fue víctima de una ofensiva de terror estatal.
Mumia fue blanco de asesinato por sus creencias políticas, por lo que escribió, por lo que dijo. En las primeras horas del 9 de diciembre de 1981, en la esquina de las calles 13ª y Locust, en Filadelfia, los policías finalmente vieron su oportunidad. Esa noche, Mumia conducía un taxi por el área. Escuchó disparos. Vio a personas que corrían, vio a su propio hermano y salió de su taxi para ayudarlo. Minutos después, una bala hirió a Mumia gravemente en el pecho. Cerca, Daniel Faulkner, un oficial de policía, yacía herido. Los policías encontraron la oportunidad que tanto habían esperado y la tomaron, incriminando falsamente a Mumia como un “asesino de policías”.
El caso de la fiscalía tenía tres ejes, todos basados en mentiras: el testimonio de un “testigo presencial”, coaccionado mediante favores y terror; una “confesión” supuestamente hecha por Mumia la noche del tiroteo, que es un engaño tan descarado que no salió a la superficie hasta meses más tarde; y “evidencia” inexistente de balística. En 2001, este embuste voló totalmente en pedazos con la confesión de Arnold Beverly de que él fue el hombre que disparó contra Faulkner. En una declaración jurada, impresa en el folleto del PDC Mumia Abu-Jamal Is an Innocent Man! [¡Mumia Abu-Jamal es inocente!], Beverly declaró:
“Me contrataron junto con otro tipo y me pagaron por disparar y matar a Faulkner. Yo había escuchado que Faulkner era un problema para la mafia y los policías corruptos, porque interfería con la corrupción y los pagos hechos para permitir sin procesamiento la actividad ilegal, incluyendo la prostitución, las apuestas y las drogas en el área del centro de la ciudad.
“Se le disparó a Faulkner en la espalda y luego en la cara, antes de que Jamal llegara a la escena. Jamal no tuvo nada que ver con el tiroteo.”
Además, Beverly declaró que hubo un segundo tirador, quien también huyó de la escena. Esto está apoyado por una declaración jurada de Billy Cook, el hermano de Mumia, quien testificó que su amigo Kenneth Freeman era un pasajero en el VW de Cook en la 13ª y Locust esa noche. Freeman admitió después ante Cook que él era parte del plan para asesinar a Faulkner y había participado en el tiroteo y luego huido de la escena. Además, esto está corroborado por el testimonio de William Singletary, un testigo en la escena, quien dijo que vio a un pasajero salir del VW de Cook, dispararle a Faulkner y luego huir de la escena.
Cuando menos media docena de testigos que estaban en la escena la noche del tiroteo vieron, desde distintos puntos, a uno o más hombres negros huir. Las comunicaciones urgentes de las patrullas policiacas, justo después del tiroteo, reportaron que los tiradores habían huido con la pistola de Faulkner. Cinco testigos, incluyendo dos policías, dijeron que el tirador llevaba una chamarra militar verde, que tanto Beverly como Freeman llevaban esa noche. Mumia llevaba puesta una chamarra de esquí acolchada roja con anchas rayas verticales azules. No hay chamarra verde en la evidencia policiaca.
Beverly dijo que a Mumia le dispararon los policías en la escena. Esto lo confirma nada menos que la oficina del examinador médico estatal, cuyo registro, escrito la misma mañana del tiroteo, cita a un oficial de homicidios que dijo que a Mumia le dispararon “refuerzos policiacos que llegaban”, no Faulkner. Otros testigos han corroborado el testimonio de Beverly de que había policías encubiertos y uniformados en las cercanías cuando ocurrió el tiroteo, lo cual Beverly supuso significaba que estaban incluidos en el plan para asesinar a Faulkner. Marcus Cannon, un testigo, vio a dos policías encubiertos en la calle frente al tiroteo. William Singletary también vio a los “camisas blancas” (supervisores policiacos) en la escena justo después de los disparos.
La fiscalía desecha la idea de que los policías pudieran matar a uno de los suyos como una invención ridícula. Haciendo a un lado el que Beverly haya pasado dos pruebas de detector de mentiras, su recuento concuerda con el hecho de que cuando asesinaron a Faulkner en 1981 estaban en curso cuando menos tres investigaciones federales de corrupción policiaca en Filadelfia, incluyendo conexiones policiacas con la mafia. Policías que trabajaban como informantes del FBI fueron eliminados a principios de la década de 1980. Un otrora fiscal federal reconoció que los federales tenían un policía informante cuyo hermano era un policía, tal como Faulkner tenía un hermano que era policía.
Una declaración jurada de Donald Hersing, un antiguo informante en una investigación del FBI acerca de corrupción policiaca, confirma que, en el tiempo del tiroteo de Faulkner, se decía que los federales tenían un informante en la fuerza policiaca. El oficial al mando de la División Central de Policía, donde ocurrió el asesinato de Faulkner, el jefe de la División de Homicidios de la policía y Alfonzo Giordano, el oficial de más alto rango en la escena del asesinato de Faulkner, estaban todos bajo investigación en ese entonces por cargos federales de corrupción. Estos policías fueron, literalmente, la cadena de mando en la falsa incriminación de Mumia Abu-Jamal.
Giordano había sido la mano derecha de Frank Rizzo, el notoriamente racista jefe de policía y después alcalde de Filadelfia. Desde 1966 hasta 1970, Giordano estuvo a cargo del escuadrón de policía “de vigilancia”, que dirigió el asalto policiaco al cuartel general de los panteras negras en 1970. También fue el supervisor del sitio policiaco de 15 meses a la casa de MOVE en Powelton Village en 1977-78, que resultó en el encarcelamiento de nueve miembros de MOVE bajo cargos embusteros de haber asesinado a un policía. Giordano sabía exactamente quién era Mumia. Siendo el oficial con mayor antigüedad en la escena, Giordano tuvo tanto el motivo como la oportunidad de incriminar falsamente a Mumia por el asesinato de Faulkner.
Giordano originó la afirmación de que la pistola de Mumia —la supuesta arma homicida— estaba junto a él en la calle. Sin embargo, según informes policiacos de radio, los policías seguían buscando el arma unos catorce minutos después de que hordas de policías llegaran a la escena. Giordano arregló que el taxista Robert Chobert, quien se convirtió en un testigo de la fiscalía, identificara a Mumia. Giordano fue el testigo central de la fiscalía en la audiencia previa al juicio de Mumia. Sin embargo, nunca se le llamó como testigo en el juicio de Mumia. Poco antes del juicio, se le asignó un trabajo de oficina. Un día hábil después de que Mumia fuera declarado culpable, Giordano renunció a la policía. En 1986, enfrentando cargos federales basados en que recibió decenas de miles de dólares en pagos ilegales entre 1979 y 1980, Giordano llegó a un arreglo. No pasó ni un día en la cárcel.
La red de mentiras de la fiscalía
La historia de la fiscalía es que dos personas estaban en la esquina de la 13ª y Locust, donde se le disparó a Faulkner: Billy Cook, el hermano de Mumia, y Faulkner. La fiscalía afirma que Mumia cruzó la calle corriendo cuando vio que Faulkner estaba golpeando a su hermano. Según la policía y los fiscales, Mumia le disparó al policía en la espalda, el policía le disparó a Mumia y entonces Mumia se paró encima del policía caído y le disparó al “estilo ejecución” varias veces en la cabeza. Incluso un examen cuidadoso de la propia evidencia de los policías y de los fiscales muestra la mentira de este escenario. Una mirada a los “tres ejes” del caso de la fiscalía proporciona no sólo la confirmación desnuda de la inocencia de Mumia, sino una clara corroboración del testimonio de Beverly.
Los testigos de la fiscalía: aun con amenazas y favores de la policía y de la fiscalía en la época del juicio de 1982, ningún testigo testificó haber visto que Mumia le disparara, de hecho, a Faulkner. Sólo uno, Cynthia White, la testigo estrella de la fiscalía, testificó que pensó haber visto un arma en la mano de Mumia cuando cruzó la calle. White, una prostituta que trabajaba en el área, afirmó haber presenciado los eventos desde la esquina sudeste de la 13ª y Locust. Sin embargo, los otros dos testigos de la fiscalía, así como dos testigos de la defensa, que conocían a White, ¡negaron todos que ella estuviera en la escena durante el tiroteo! Otras prostitutas testificaron en audiencias subsecuentes ante el tribunal que la policía alternadamente hacía favores y amenazaba a White para poder extraer su testimonio.
En lo que respecta a Robert Chobert, primero le dijo a la policía que el tirador “huyó”. Después de más interrogatorios cambió su versión, afirmando que Mumia se paró sobre Faulkner mientras se hacían los disparos y que nadie huyó. La fiscalía otorgó favores a Chobert, un taxista que usaba una licencia suspendida mientras estaba a prueba por un delito mayor de incendio premeditado, a cambio de su testimonio. Después admitió que él nunca vio el tiroteo. El tercer testigo del estado era Michael Scanlan. Inicialmente identificó a Mumia como el conductor del VW, pero luego afirmó que el tirador cruzó la calle Locust corriendo, lo cual Beverly admitió haber hecho. También admitió que no sabía si Mumia era el hombre que vio.
Balística y medicina forense: la fiscalía afirmó que la evidencia balística era “consistente” con que la pistola de Mumia era el arma homicida, incluso cuando admitió que la “consistencia” se aplicaba a millones de pistolas de mano. No existe evidencia siquiera de que el arma de Mumia haya sido disparada esa noche. Hubo muchas oportunidades de analizar las manos de Mumia o la pistola para ver si ésta había sido disparada recientemente. Sin embargo, según la policía, tales análisis, que son un procedimiento de operación estándar, ¡nunca se hicieron! El oficial de vigilancia que afirmó haber recogido la pistola de Mumia, no la entregó por más de dos horas, dando tiempo más que suficiente para alterarla.
El informe del examinador médico declara que se disparó a Faulkner con una bala calibre .44, pero la pistola de Mumia era de calibre .38. Aunque el laboratorio criminalístico afirmó que el principal fragmento de bala extraído de la cabeza de Faulkner estaba demasiado dañado para someterlo a pruebas, el experto en balística del equipo de defensores lo negó. Un segundo fragmento de bala extraído de la herida de la cabeza simplemente desapareció sin dejar rastro.
La evidencia en la escena —fragmentos de bala, manchas de sangre, la ausencia de agujeros en la banqueta— refuta la afirmación de la fiscalía de que a Faulkner se le disparó repetidamente mientras yacía en el suelo. Los patrones de las balas son mucho más consistentes con varios tiradores, como testifica Beverly. El casquillo de una bala de cobre encontrado en la escena era inconsistente tanto con la pistola de Faulkner como con la de Mumia, lo cual sugiere que un arma diferente fue disparada. De manera similar, sangre de tipo O fue encontrada en la escena, pero tanto Faulkner como Mumia y Cook eran tipo A, sugiriendo que había otra persona y que fue herida. El ángulo de las propias heridas de Mumia es imposible si le dispararon mientras estaba parado sobre Faulkner, como afirmó la fiscalía. Sin embargo, las heridas de Mumia son consistentes con el testimonio de Beverly de que a Mumia le disparó un policía en la escena.
La “confesión”: el último eje del embuste fue la afirmación de que Mumia, yaciendo en un charco de sangre en el hospital a donde lo llevaron para tratarlo, gritó que le había disparado al policía. Sin embargo, el oficial de policía asignado a vigilar a Mumia ahí, reportó ese mismo día que Mumia “no hizo comentarios”. En realidad, estaba tan malherido, con un orificio de bala en un pulmón, y había sido tan golpeado por la policía en la calle y en el hospital, que no podría haber “gritado” nada. La fiscalía manufacturó la “confesión” en una reunión de mesa redonda con policías dos meses después del tiroteo.
Priscilla Durham, una guardia de seguridad, fue la única empleada del hospital que respaldó la mentira policiaca de la “confesión”. Kenneth Pate, el hermanastro de Durham, juró en 2003 que Durham dijo que los policías la presionaban para decir que Mumia confesó. Pate también dijo que Durham escuchó a Mumia decir “Déjenme, déjenme, intentan matarme”.
Mumia Abu-Jamal ha mantenido su inocencia siempre categóricamente. Como afirmó en una declaración jurada de 2001: “No le disparé al oficial de policía Daniel Faulkner. No tuve nada que ver con el asesinato del oficial Faulkner. Soy inocente... Nunca confesé nada porque no tenía nada que confesar.”
¡Movilizarse ya para liberar a Mumia!
El caso de Mumia Abu-Jamal es un ejemplo perfecto de la naturaleza de clase del estado capitalista. Su sistema de justicia está predispuesto hasta la médula por criterios de clase y raza. Los policías y los tribunales que incriminaron falsamente a este hombre inocente, la tumba en vida del sistema carcelario en el que está preso, el verdugo que está listo para matar: todos son instrumentos de la violencia organizada, empleada para preservar el dominio de la clase capitalista mediante la supresión forzada de la clase obrera y los oprimidos. Las demandas de un “nuevo juicio” que los liberales, las organizaciones que se autoproclaman socialistas, los nacionalistas negros y otros han planteado, han alimentado ilusiones de que puede haber justicia en los tribunales capitalistas. Esas ilusiones desmovilizaron a un movimiento de millones alrededor del mundo en defensa de Mumia.
Ha llegado la hora de reavivar la protesta masiva —nacional e internacionalmente— por Mumia. La libertad de Mumia no se ganará mediante la confianza en el sistema de “justicia” manipulado o en los políticos capitalistas, ya sean Demócratas, Republicanos o verdes. El poder que puede cambiar la marea es el poder de millones —trabajadores, juventud antirracista, abolicionistas de la pena de muerte— unidos en lucha para exigir la libertad de este hombre inocente. La movilización del movimiento obrero, cuyo poder social se deriva de su capacidad para detener la producción, es crucial para esta perspectiva. Como hemos afirmado desde que tomamos la defensa de Mumia a mediados de los años 80, lo que se necesita son acciones de frente unido, centradas en la clase obrera, que generen protestas efectivas a través de un espectro de creencias políticas, al tiempo que aseguran a todos el derecho a expresar sus propias opiniones.
Ha llegado el momento de hacer del caso de Mumia un llamado a la lucha contra la racista pena de muerte, contra la opresión de los negros, contra la represión gubernamental. Eleva tu voz y organízate ahora en tu sindicato, tu universidad, tu comunidad, para exigir: ¡Libertad a Mumia Abu-Jamal! ¡Abolir la racista pena de muerte!
El Partisan Defense Committee [Comité de Defensa Clasista] es una organización de defensa legal y social, clasista y no sectaria, que defiende casos y causas en el interés de todos los trabajadores. Tal propósito está de acuerdo con el programa político de la Spartacist League.
* * * * *
¡Únete a la campaña para liberar a Mumia Abu-Jamal!
¡Se necesitan fondos urgentemente para la defensa legal! Haz una contribución hoy, a nombre de la “National Lawyers Guild Foundation” [Fundación del Gremio Nacional de Abogados] (destinada a “Mumia”) y envíala a: Committee to Save Mumia Abu-Jamal, P.O. Box 2012, New York, NY 10159. ¡Organiza protestas! Aprueba resolutivos en tus sindicatos, universidades, organizaciones comunitarias y religiosas exigiendo la libertad de Mumia. Haz que tu sindicato u organización contribuya económicamente y se una a marchas y protestas por Mumia. Publicita el caso de Mumia en el periódico de tu sindicato u organización. ¡Corre la voz! Contacta al PDC para recibir copias de nuestro folleto, Mumia Abu-Jamal Is an Innocent Man! [¡Mumia Abu-Jamal es inocente!]. Este folleto arma a los activistas en la lucha por la libertad de Mumia con la evidencia explosiva que destruye completamente la maquinación de más de dos décadas de duración contra este elocuente luchador por la libertad .
¡Abolir la racista pena de muerte!
Mumia Abu-Jamal ha estado en la antesala de la muerte por casi 24 años, falsamente condenado por asesinar a Daniel Faulkner, un oficial de policía de Filadelfia. Todos los elementos del sistema de “justicia” capitalista conspiraron para incriminar falsamente a este antiguo miembro del Partido Pantera Negra y partidario de MOVE porque fue un elocuente y desafiante portavoz de los oprimidos. Su condena se basó en testimonios mentirosos, arrancados por los policías, sin un ápice de evidencia física. Un estenógrafo escuchó al juez de su juicio, Albert Sabo —conocido como el “Rey de la antesala de la muerte”—, decir “Les voy a ayudar a freír al n----r [epíteto racista en inglés remanente de la esclavitud]”. Manipulando al jurado para excluir a personas negras, la fiscalía inflamó a los miembros del jurado con la mentira grotesca de que la membresía de Mumia en los panteras, cuando era adolescente, demostraba que estaba comprometido a asesinar a un policía “ya en ese entonces”. La condena se aseguró con argumentos de que el jurado podía desechar cualquier duda acerca de la culpabilidad de Mumia, ya que él podría presentar “apelación tras apelación”.
El estado está tan determinado como siempre a ejecutar a Mumia, un hombre inocente. Durante casi dos décadas de apelaciones, todos y cada uno de los tribunales han rechazado la gran cantidad de evidencia documentada de la descarada incriminación falsa de Mumia. Durante más de cuatro años, los tribunales del estado de Pennsylvania, así como los federales, se han negado a considerar siquiera la confesión jurada de Arnold Beverly de que él, y no Mumia, disparó y mató a Faulkner.
La lucha por liberar a Mumia ha alcanzado una coyuntura crítica. En diciembre, el tribunal federal de apelaciones puso el caso de Mumia en “fast track” para su decisión. Tanto Mumia como los fiscales están apelando las decisiones hechas en 2001 por William Yohn, el juez de Tribunal de Distrito de los Estados Unidos, quien revocó la sentencia de muerte pero mantuvo todos los aspectos de la embustera condena de Mumia. En poco tiempo, incluso en tan sólo seis meses, el tribunal podría decidir qué sigue para Mumia: la muerte, la vida en prisión o más procedimientos legales.
La ejecución de Stanley Tookie Williams por el estado de California en diciembre arroja una sombra ominosa. El linchamiento legal de Williams, que provocó una protesta nacional e internacionalmente, señaló la determinación de los gobernantes capitalistas estadounidenses de fortalecer su maquinaria letal, frente a la creciente reticencia de la población acerca de cómo se aplica la pena de muerte. Mumia Abu-Jamal, el principal prisionero político de Estados Unidos, es el blanco número uno de los verdugos. Arnold Schwarzenegger, el gobernador de California, dejó esto en claro cuando, al negar la clemencia para Williams, citó el hecho de que el libro de Williams de 1998, Life in Prison [La vida en prisión] estaba dedicado a Mumia Abu-Jamal, entre otros.
El caso de Mumia demuestra de qué se trata la racista pena de muerte. Es la cuerda de linchamiento legalizada, el arma máxima en el arsenal represivo gubernamental apuntada contra la clase obrera y los oprimidos. La pena de muerte, un legado de la esclavitud, se mantiene en una sociedad en la que la segregación de la mayoría de la población negra se emplea como una cuña para dividir a las masas trabajadoras y perpetuar el dominio rapaz del capital. La brutalidad asesina del racista sistema capitalista se exhibió ante todos cuando se dejó morir a miles de personas, en su mayoría negros y pobres, en Nueva Orleáns después del huracán Katrina.
La apelación de Mumia se realiza en el contexto de la declaración del gobierno de su “derecho” a desaparecer, torturar e incluso asesinar a quienes perciba como oponentes, y a espiar e intervenir los teléfonos de cualquiera y de todos. En nombre de la “guerra contra el terrorismo”, la administración de Bush, con apoyo del Partido Demócrata, está triturando los derechos ganados mediante tumultuosas batallas de clase y sociales. El propósito es atemorizar y silenciar a cualquiera que pueda atravesarse en el camino de la implacable ofensiva de los gobernantes capitalistas por la obtención de ganancias y sus aventuras imperialistas, como la ocupación colonial de Irak.
Conforme el caso de Mumia pasa por sus etapas finales de procedimientos legales, la lucha por su libertad se plantea urgentemente. El Partisan Defense Committee [Comité de Defensa Clasista] —una organización de defensa legal y social clasista asociada con la Spartacist League/U.S.— está a favor de intentar cualquier posibilidad legal para Mumia, al tiempo que no deposita ninguna fe en la “justicia” de los tribunales capitalistas. Mediante la publicidad y la acción, hemos luchado para movilizar a las fuerzas sociales más amplias, centradas en el movimiento obrero, para exigir la libertad de Mumia y la abolición de la racista pena de muerte. Mientras Mumia enfrentaba la ejecución en agosto de 1995, un flujo masivo de protesta, nacional e internacionalmente —desde organizaciones de libertades civiles y jefes de estado tales como Nelson Mandela de Sudáfrica hasta sindicatos que representan a millones de obreros—, tuvo éxito en detener la mano del verdugo.
Hoy, la situación es más difícil. Sin embargo, si se lleva a cabo mediante una movilización basada en el poder social de la clase obrera, la lucha por la libertad de Mumia sería un paso gigantesco hacia delante en la defensa de todos nosotros contra los cada vez más depravados y perversos gobernantes de este país.
Anatomía de un embuste
Ante los ojos del estado capitalista, desde el tiempo en el que Mumia era un portavoz de 15 años del Partido Pantera Negra, en Filadelfia en 1969, él era un hombre muerto con licencia. J. Edgar Hoover, el entonces director del FBI, dijo: “Se debe hacer entender a la juventud y los moderados negros que, si sucumben a las enseñanzas revolucionarias, serán revolucionarios muertos.” Esta política se llevó a cabo tanto bajo el gobierno Demócrata de Lyndon Johnson y Ramsey Clark, su fiscal general, como bajo el gobierno Republicano de Nixon. Bajo el programa de “contrainteligencia” del FBI conocido como COINTELPRO, fueron asesinados 38 panteras y cientos más incriminados falsamente y enviados a la cárcel.
Las 900 páginas de los archivos del FBI que el PDC pudo obtener a nombre de Mumia, aunque fueron muy expurgados, dejan claro que el FBI y los policías utilizaron cualquier “truco sucio” en su misión para atraparlo. Se registró cada uno de sus movimientos y su nombre se puso en el Índice de Seguridad del FBI, la versión de la década de 1960 de una lista de “terroristas” a eliminar. Aun con la desaparición de los panteras, el estado no desistió de su venganza contra Mumia. La defensa apasionada de los derechos de los negros por parte de Mumia, un periodista conocido como “la voz de los sin voz”, continuó encolerizándolos. Los policías de Filadelfia se enfurecieron particularmente por sus reportajes que simpatizaban con la organización MOVE, la cual fue víctima de una ofensiva de terror estatal.
Mumia fue blanco de asesinato por sus creencias políticas, por lo que escribió, por lo que dijo. En las primeras horas del 9 de diciembre de 1981, en la esquina de las calles 13ª y Locust, en Filadelfia, los policías finalmente vieron su oportunidad. Esa noche, Mumia conducía un taxi por el área. Escuchó disparos. Vio a personas que corrían, vio a su propio hermano y salió de su taxi para ayudarlo. Minutos después, una bala hirió a Mumia gravemente en el pecho. Cerca, Daniel Faulkner, un oficial de policía, yacía herido. Los policías encontraron la oportunidad que tanto habían esperado y la tomaron, incriminando falsamente a Mumia como un “asesino de policías”.
El caso de la fiscalía tenía tres ejes, todos basados en mentiras: el testimonio de un “testigo presencial”, coaccionado mediante favores y terror; una “confesión” supuestamente hecha por Mumia la noche del tiroteo, que es un engaño tan descarado que no salió a la superficie hasta meses más tarde; y “evidencia” inexistente de balística. En 2001, este embuste voló totalmente en pedazos con la confesión de Arnold Beverly de que él fue el hombre que disparó contra Faulkner. En una declaración jurada, impresa en el folleto del PDC Mumia Abu-Jamal Is an Innocent Man! [¡Mumia Abu-Jamal es inocente!], Beverly declaró:
“Me contrataron junto con otro tipo y me pagaron por disparar y matar a Faulkner. Yo había escuchado que Faulkner era un problema para la mafia y los policías corruptos, porque interfería con la corrupción y los pagos hechos para permitir sin procesamiento la actividad ilegal, incluyendo la prostitución, las apuestas y las drogas en el área del centro de la ciudad.
“Se le disparó a Faulkner en la espalda y luego en la cara, antes de que Jamal llegara a la escena. Jamal no tuvo nada que ver con el tiroteo.”
Además, Beverly declaró que hubo un segundo tirador, quien también huyó de la escena. Esto está apoyado por una declaración jurada de Billy Cook, el hermano de Mumia, quien testificó que su amigo Kenneth Freeman era un pasajero en el VW de Cook en la 13ª y Locust esa noche. Freeman admitió después ante Cook que él era parte del plan para asesinar a Faulkner y había participado en el tiroteo y luego huido de la escena. Además, esto está corroborado por el testimonio de William Singletary, un testigo en la escena, quien dijo que vio a un pasajero salir del VW de Cook, dispararle a Faulkner y luego huir de la escena.
Cuando menos media docena de testigos que estaban en la escena la noche del tiroteo vieron, desde distintos puntos, a uno o más hombres negros huir. Las comunicaciones urgentes de las patrullas policiacas, justo después del tiroteo, reportaron que los tiradores habían huido con la pistola de Faulkner. Cinco testigos, incluyendo dos policías, dijeron que el tirador llevaba una chamarra militar verde, que tanto Beverly como Freeman llevaban esa noche. Mumia llevaba puesta una chamarra de esquí acolchada roja con anchas rayas verticales azules. No hay chamarra verde en la evidencia policiaca.
Beverly dijo que a Mumia le dispararon los policías en la escena. Esto lo confirma nada menos que la oficina del examinador médico estatal, cuyo registro, escrito la misma mañana del tiroteo, cita a un oficial de homicidios que dijo que a Mumia le dispararon “refuerzos policiacos que llegaban”, no Faulkner. Otros testigos han corroborado el testimonio de Beverly de que había policías encubiertos y uniformados en las cercanías cuando ocurrió el tiroteo, lo cual Beverly supuso significaba que estaban incluidos en el plan para asesinar a Faulkner. Marcus Cannon, un testigo, vio a dos policías encubiertos en la calle frente al tiroteo. William Singletary también vio a los “camisas blancas” (supervisores policiacos) en la escena justo después de los disparos.
La fiscalía desecha la idea de que los policías pudieran matar a uno de los suyos como una invención ridícula. Haciendo a un lado el que Beverly haya pasado dos pruebas de detector de mentiras, su recuento concuerda con el hecho de que cuando asesinaron a Faulkner en 1981 estaban en curso cuando menos tres investigaciones federales de corrupción policiaca en Filadelfia, incluyendo conexiones policiacas con la mafia. Policías que trabajaban como informantes del FBI fueron eliminados a principios de la década de 1980. Un otrora fiscal federal reconoció que los federales tenían un policía informante cuyo hermano era un policía, tal como Faulkner tenía un hermano que era policía.
Una declaración jurada de Donald Hersing, un antiguo informante en una investigación del FBI acerca de corrupción policiaca, confirma que, en el tiempo del tiroteo de Faulkner, se decía que los federales tenían un informante en la fuerza policiaca. El oficial al mando de la División Central de Policía, donde ocurrió el asesinato de Faulkner, el jefe de la División de Homicidios de la policía y Alfonzo Giordano, el oficial de más alto rango en la escena del asesinato de Faulkner, estaban todos bajo investigación en ese entonces por cargos federales de corrupción. Estos policías fueron, literalmente, la cadena de mando en la falsa incriminación de Mumia Abu-Jamal.
Giordano había sido la mano derecha de Frank Rizzo, el notoriamente racista jefe de policía y después alcalde de Filadelfia. Desde 1966 hasta 1970, Giordano estuvo a cargo del escuadrón de policía “de vigilancia”, que dirigió el asalto policiaco al cuartel general de los panteras negras en 1970. También fue el supervisor del sitio policiaco de 15 meses a la casa de MOVE en Powelton Village en 1977-78, que resultó en el encarcelamiento de nueve miembros de MOVE bajo cargos embusteros de haber asesinado a un policía. Giordano sabía exactamente quién era Mumia. Siendo el oficial con mayor antigüedad en la escena, Giordano tuvo tanto el motivo como la oportunidad de incriminar falsamente a Mumia por el asesinato de Faulkner.
Giordano originó la afirmación de que la pistola de Mumia —la supuesta arma homicida— estaba junto a él en la calle. Sin embargo, según informes policiacos de radio, los policías seguían buscando el arma unos catorce minutos después de que hordas de policías llegaran a la escena. Giordano arregló que el taxista Robert Chobert, quien se convirtió en un testigo de la fiscalía, identificara a Mumia. Giordano fue el testigo central de la fiscalía en la audiencia previa al juicio de Mumia. Sin embargo, nunca se le llamó como testigo en el juicio de Mumia. Poco antes del juicio, se le asignó un trabajo de oficina. Un día hábil después de que Mumia fuera declarado culpable, Giordano renunció a la policía. En 1986, enfrentando cargos federales basados en que recibió decenas de miles de dólares en pagos ilegales entre 1979 y 1980, Giordano llegó a un arreglo. No pasó ni un día en la cárcel.
La red de mentiras de la fiscalía
La historia de la fiscalía es que dos personas estaban en la esquina de la 13ª y Locust, donde se le disparó a Faulkner: Billy Cook, el hermano de Mumia, y Faulkner. La fiscalía afirma que Mumia cruzó la calle corriendo cuando vio que Faulkner estaba golpeando a su hermano. Según la policía y los fiscales, Mumia le disparó al policía en la espalda, el policía le disparó a Mumia y entonces Mumia se paró encima del policía caído y le disparó al “estilo ejecución” varias veces en la cabeza. Incluso un examen cuidadoso de la propia evidencia de los policías y de los fiscales muestra la mentira de este escenario. Una mirada a los “tres ejes” del caso de la fiscalía proporciona no sólo la confirmación desnuda de la inocencia de Mumia, sino una clara corroboración del testimonio de Beverly.
Los testigos de la fiscalía: aun con amenazas y favores de la policía y de la fiscalía en la época del juicio de 1982, ningún testigo testificó haber visto que Mumia le disparara, de hecho, a Faulkner. Sólo uno, Cynthia White, la testigo estrella de la fiscalía, testificó que pensó haber visto un arma en la mano de Mumia cuando cruzó la calle. White, una prostituta que trabajaba en el área, afirmó haber presenciado los eventos desde la esquina sudeste de la 13ª y Locust. Sin embargo, los otros dos testigos de la fiscalía, así como dos testigos de la defensa, que conocían a White, ¡negaron todos que ella estuviera en la escena durante el tiroteo! Otras prostitutas testificaron en audiencias subsecuentes ante el tribunal que la policía alternadamente hacía favores y amenazaba a White para poder extraer su testimonio.
En lo que respecta a Robert Chobert, primero le dijo a la policía que el tirador “huyó”. Después de más interrogatorios cambió su versión, afirmando que Mumia se paró sobre Faulkner mientras se hacían los disparos y que nadie huyó. La fiscalía otorgó favores a Chobert, un taxista que usaba una licencia suspendida mientras estaba a prueba por un delito mayor de incendio premeditado, a cambio de su testimonio. Después admitió que él nunca vio el tiroteo. El tercer testigo del estado era Michael Scanlan. Inicialmente identificó a Mumia como el conductor del VW, pero luego afirmó que el tirador cruzó la calle Locust corriendo, lo cual Beverly admitió haber hecho. También admitió que no sabía si Mumia era el hombre que vio.
Balística y medicina forense: la fiscalía afirmó que la evidencia balística era “consistente” con que la pistola de Mumia era el arma homicida, incluso cuando admitió que la “consistencia” se aplicaba a millones de pistolas de mano. No existe evidencia siquiera de que el arma de Mumia haya sido disparada esa noche. Hubo muchas oportunidades de analizar las manos de Mumia o la pistola para ver si ésta había sido disparada recientemente. Sin embargo, según la policía, tales análisis, que son un procedimiento de operación estándar, ¡nunca se hicieron! El oficial de vigilancia que afirmó haber recogido la pistola de Mumia, no la entregó por más de dos horas, dando tiempo más que suficiente para alterarla.
El informe del examinador médico declara que se disparó a Faulkner con una bala calibre .44, pero la pistola de Mumia era de calibre .38. Aunque el laboratorio criminalístico afirmó que el principal fragmento de bala extraído de la cabeza de Faulkner estaba demasiado dañado para someterlo a pruebas, el experto en balística del equipo de defensores lo negó. Un segundo fragmento de bala extraído de la herida de la cabeza simplemente desapareció sin dejar rastro.
La evidencia en la escena —fragmentos de bala, manchas de sangre, la ausencia de agujeros en la banqueta— refuta la afirmación de la fiscalía de que a Faulkner se le disparó repetidamente mientras yacía en el suelo. Los patrones de las balas son mucho más consistentes con varios tiradores, como testifica Beverly. El casquillo de una bala de cobre encontrado en la escena era inconsistente tanto con la pistola de Faulkner como con la de Mumia, lo cual sugiere que un arma diferente fue disparada. De manera similar, sangre de tipo O fue encontrada en la escena, pero tanto Faulkner como Mumia y Cook eran tipo A, sugiriendo que había otra persona y que fue herida. El ángulo de las propias heridas de Mumia es imposible si le dispararon mientras estaba parado sobre Faulkner, como afirmó la fiscalía. Sin embargo, las heridas de Mumia son consistentes con el testimonio de Beverly de que a Mumia le disparó un policía en la escena.
La “confesión”: el último eje del embuste fue la afirmación de que Mumia, yaciendo en un charco de sangre en el hospital a donde lo llevaron para tratarlo, gritó que le había disparado al policía. Sin embargo, el oficial de policía asignado a vigilar a Mumia ahí, reportó ese mismo día que Mumia “no hizo comentarios”. En realidad, estaba tan malherido, con un orificio de bala en un pulmón, y había sido tan golpeado por la policía en la calle y en el hospital, que no podría haber “gritado” nada. La fiscalía manufacturó la “confesión” en una reunión de mesa redonda con policías dos meses después del tiroteo.
Priscilla Durham, una guardia de seguridad, fue la única empleada del hospital que respaldó la mentira policiaca de la “confesión”. Kenneth Pate, el hermanastro de Durham, juró en 2003 que Durham dijo que los policías la presionaban para decir que Mumia confesó. Pate también dijo que Durham escuchó a Mumia decir “Déjenme, déjenme, intentan matarme”.
Mumia Abu-Jamal ha mantenido su inocencia siempre categóricamente. Como afirmó en una declaración jurada de 2001: “No le disparé al oficial de policía Daniel Faulkner. No tuve nada que ver con el asesinato del oficial Faulkner. Soy inocente... Nunca confesé nada porque no tenía nada que confesar.”
¡Movilizarse ya para liberar a Mumia!
El caso de Mumia Abu-Jamal es un ejemplo perfecto de la naturaleza de clase del estado capitalista. Su sistema de justicia está predispuesto hasta la médula por criterios de clase y raza. Los policías y los tribunales que incriminaron falsamente a este hombre inocente, la tumba en vida del sistema carcelario en el que está preso, el verdugo que está listo para matar: todos son instrumentos de la violencia organizada, empleada para preservar el dominio de la clase capitalista mediante la supresión forzada de la clase obrera y los oprimidos. Las demandas de un “nuevo juicio” que los liberales, las organizaciones que se autoproclaman socialistas, los nacionalistas negros y otros han planteado, han alimentado ilusiones de que puede haber justicia en los tribunales capitalistas. Esas ilusiones desmovilizaron a un movimiento de millones alrededor del mundo en defensa de Mumia.
Ha llegado la hora de reavivar la protesta masiva —nacional e internacionalmente— por Mumia. La libertad de Mumia no se ganará mediante la confianza en el sistema de “justicia” manipulado o en los políticos capitalistas, ya sean Demócratas, Republicanos o verdes. El poder que puede cambiar la marea es el poder de millones —trabajadores, juventud antirracista, abolicionistas de la pena de muerte— unidos en lucha para exigir la libertad de este hombre inocente. La movilización del movimiento obrero, cuyo poder social se deriva de su capacidad para detener la producción, es crucial para esta perspectiva. Como hemos afirmado desde que tomamos la defensa de Mumia a mediados de los años 80, lo que se necesita son acciones de frente unido, centradas en la clase obrera, que generen protestas efectivas a través de un espectro de creencias políticas, al tiempo que aseguran a todos el derecho a expresar sus propias opiniones.
Ha llegado el momento de hacer del caso de Mumia un llamado a la lucha contra la racista pena de muerte, contra la opresión de los negros, contra la represión gubernamental. Eleva tu voz y organízate ahora en tu sindicato, tu universidad, tu comunidad, para exigir: ¡Libertad a Mumia Abu-Jamal! ¡Abolir la racista pena de muerte!
El Partisan Defense Committee [Comité de Defensa Clasista] es una organización de defensa legal y social, clasista y no sectaria, que defiende casos y causas en el interés de todos los trabajadores. Tal propósito está de acuerdo con el programa político de la Spartacist League.
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¡Únete a la campaña para liberar a Mumia Abu-Jamal!
¡Se necesitan fondos urgentemente para la defensa legal! Haz una contribución hoy, a nombre de la “National Lawyers Guild Foundation” [Fundación del Gremio Nacional de Abogados] (destinada a “Mumia”) y envíala a: Committee to Save Mumia Abu-Jamal, P.O. Box 2012, New York, NY 10159. ¡Organiza protestas! Aprueba resolutivos en tus sindicatos, universidades, organizaciones comunitarias y religiosas exigiendo la libertad de Mumia. Haz que tu sindicato u organización contribuya económicamente y se una a marchas y protestas por Mumia. Publicita el caso de Mumia en el periódico de tu sindicato u organización. ¡Corre la voz! Contacta al PDC para recibir copias de nuestro folleto, Mumia Abu-Jamal Is an Innocent Man! [¡Mumia Abu-Jamal es inocente!]. Este folleto arma a los activistas en la lucha por la libertad de Mumia con la evidencia explosiva que destruye completamente la maquinación de más de dos décadas de duración contra este elocuente luchador por la libertad .
Partisan Defense Committee: Correo electrónico: partisandefense@earthlink.netP.O. Box 99, Canal Street Station, New York, NY 10013-0099(212) 406-4252P.O. Box 802867, Chicago, IL 60680-2867(312) 563-0442P.O. Box 77462, San Francisco, CA 94107-0462(510) 839-0852
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